Sequía

Prevenirla es cosa de todos

Un desastre natural agravado por la actividad humana que no debe conllevar necesariamente escasez de agua
1 julio de 2006
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Prevenirla es cosa de todos

España vive una de las sequías más intensas de los últimos 125 años, aunque no se trata de un hecho puntual: El Libro Blanco del Agua recuerda que más de la mitad de los años del período 1880-2000 fueron secos o muy secos. Sin embargo, sus ciudadanos no son los únicos que la padecen, puesto que es un fenómeno natural que tarde o temprano afecta a todos los países.

Un fenómeno natural que tarde o temprano afecta a todos los países

La llegada de una sequía provoca que llueva menos de lo normal, y cuando no se puede hacer frente a la escasez de agua que conlleva, se convierte en uno de los desastres naturales con mayor impacto medioambiental, económico y social. Se trata de un fenómeno impredecible, aunque los datos de sequías anteriores ayudan a calcular la posibilidad de que se repita de nuevo, lo que puede servir para establecer políticas de previsión.

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Sin embargo, una situación de sequía no debe conllevar necesariamente escasez de agua si se desarrollan planes adecuados de explotación y suministro a medio y largo plazo, y si los ciudadanos asumen un consumo responsable acorde a las características climáticas de la región.

Por otra parte, el concepto de sequía se suele confundir con el de aridez, un rasgo climático permanente por el que la pluviosidad es escasa como norma general. Por ejemplo, el sureste peninsular español es un territorio con rasgos de aridez, aunque no de manera especialmente intensa.

Un impacto en aumento

El incremento de la desertización, de los incendios forestales, o de la degradación general del suelo y el paisaje son algunos de los mayores impactos medioambientales de una sequía extensa. Asimismo, las especies de plantas y animales, el hábitat silvestre y la calidad del aire, el agua y el suelo disminuyen, mientras que diversas enfermedades y plagas de insectos aumentan.

Los fenómenos meteorológicos también se resienten, en forma de altas o bajas temperaturas o vientos huracanados. Además, suele ser normal que un periodo de tiempo seco dé paso a otro con lluvias torrenciales, que causarán mayores catástrofes en un medio ambiente degradado por la sequía.

El ser humano está agudizando el impacto de la sequía a causa de determinadas prácticas agrícolas o industriales, como la erosión del suelo, la deforestación o la emisión de gases contaminantes.

A su vez, las actividades humanas también se ven perturbadas por este fenómeno. Los precios de los alimentos, la energía y otros productos se incrementan, conforme los suministros se reducen. La navegabilidad de los ríos se queda limitada, lo que afecta a los costes del transporte. La producción de energía hidroeléctrica disminuye, lo que acentúa el efecto invernadero, puesto que las centrales térmicas tienen que elevar su producción para paliar dicho descenso.

La sequía también provoca diversos desastres de tipo social a nivel mundial, como inseguridad alimenticia, hambruna, desnutrición o epidemias. La disponibilidad de agua por habitante es cada vez menor, de manera que se considera que en los próximos veinte años se convertirá en un elemento estratégico de supervivencia. Los ciudadanos afectados acaban emigrando en busca de alimentos y agua, tanto de unos países a otros, como desde las zonas rurales a las urbanas del propio país. La ONU denuncia que la sequía es una de las principales causas de pobreza en el mundo y que está empujando a 135.000.000 de personas a emigrar de sus países.

Sin embargo, la sequía no tiene por qué asociarse inevitablemente a la hambruna y prueba de ello es que sequías de características similares en Europa tienen consecuencias menores. En la mayoría de los países europeos las sequías tienen lugar periódicamente, siendo más frecuentes en los del sur, centro y este.

Cómo combatir la sequía

La información y la concienciación medioambiental forman parte de las medidas para combatir sus consecuencias. En este sentido, los ciudadanos deben asimilar valores y actitudes que promuevan el cuidado del agua como forma de mejorar la calidad de vida, participando de forma individual y colectiva en iniciativas que mejoren el medio ambiente en general y superen situaciones como las de la sequía. Por su parte, las autoridades son las responsables de desarrollar planes nacionales que afronten adecuadamente los problemas más críticos de la sequía.

La información y la concienciación medioambiental forman parte de las medidas para combatir sus consecuencias

En cualquier caso, los métodos preventivos constituyen la mejor manera de minimizar sus efectos. El análisis de las sequías pasadas o la modernización de las infraestructuras y las reservas hídricas, reduciendo en lo posible la pérdida de agua y creando nuevas fuentes de suministro, son algunas de estas medidas básicas.

En el caso de la agricultura, uno de los sectores más castigados por la sequía, el uso apropiado de la tierra y de las técnicas agrícolas, o la selección de variedades de plantas resistentes a las sequías, son fundamentales.

El desarrollo de nuevas tecnologías que ayuden a mejorar la obtención y utilización de agua también juega un papel importante. Por ejemplo, el Ministerio de Medio Ambiente ha anunciado la construcción de varias plantas desalinizadoras y desalobradoras para tratar, respectivamente, agua del mar y agua salobre del subsuelo, y solucionar así los problemas causados en el litoral mediterráneo.

Asimismo, investigadores de varias universidades españolas y de la Universidad Ben Gurion de Israel presentaban el año pasado un sistema, en fase de pruebas, capaz de producir lluvia en regiones áridas y cercanas al mar, que podría convertirse en una buena opción a medio plazo para luchar contra la desertización.