Luces y sombras en la fotografía digital
Si hace diez años hubiéramos visto a alguien sacando una foto mientras sostenía la cámara a 30 centímetros de su cara lo habríamos tachado de loco o, al menos, de poco hábil. Entonces casi nadie sospechaba que un día sería posible “revelar” las fotografías recién tomadas con una calidad excelente sin necesidad de tener que pasar por el laboratorio. Aún menos que las imágenes malas o desenfocadas se podrían borrar de un plumazo sin coste. Pero la situación ha cambiado en muy poco tiempo: los fabricantes estiman que venderán este año 89 millones de cámaras digitales en todo el mundo, lo que supone un crecimiento del 15% respecto a 2005 y un indicador de que el sector entra en la madurez (el año anterior el crecimiento fue del 42%).
A pesar de sus grandes ventajas, en la fotografía digital no todo son luces. Tanto en la adquisición de una cámara como en su uso, el consumidor se enfrenta a varias limitaciones que hay que conocer para acertar en la elección.
Compacta o réflex
Una cámara digital y una tradicional comparten no pocos elementos comunes. Para empezar, ambas cuentan con una parte óptica por la que “entra” la imagen y que es, en gran medida, la que define la calidad final de las instantáneas. Tanto en la tecnología digital como en la analógica se pueden distinguir, en esencia, dos tipos de cámaras: compactas y réflex. La diferencia entre ambas la marca la presencia en las réflex de una lente gruesa con forma de triángulo (prisma) que permite ver en el visor la misma imagen que está captando el objetivo, sin ninguna desviación. En las compactas digitales, en cambio, la imagen que se observa es una recreación digital y no tan fiel. Además, en las cámaras réflex, ya sean analógicas o digitales, los objetivos son intercambiables, con lo que se pueden combinar diferentes lentes, por lo general de una calidad mayor que las que se encuentra en las compactas.
Las digitales compactas tienen precios que oscilan entre los 200 euros y los 300 euros, si bien los modelos más asequibles se pueden adquirir por 100 euros. En las cámaras digitales réflex, los precios parten de los 1.000 euros y pueden llegar a cifras prohibitivas. Están destinadas a un uso profesional o semiprofesional, mientras que las compactas, mucho más baratas, ligeras y pequeñas, están pensadas para un público más amplio, que busca comodidad en su uso y transporte junto con una calidad de imagen aceptable.
Cuidado con la resolución
La resolución es el nivel de definición que una cámara puede dar de una imagen. En la fotografía digital se habla de píxeles para referirse a su nivel de resolución. Un píxel es la unidad mínima de información (luz, color, intensidad…) que contiene una imagen. Si se observa en el ordenador una imagen digital muy ampliada, se podrá ver que siempre está compuesta de minúsculas cuadrículas. Cada cuadrícula es un píxel. Por lo tanto, cuantos más píxeles tenga una imagen mayor será su resolución. Las cámaras digitales actuales pueden llegar a niveles de resolución de varios millones de píxeles, lo que se conoce como megapíxeles. Cuando se dice que una cámara tiene cinco megapíxeles se está diciendo en realidad que puede almacenar hasta cinco millones de cuadrículas de información en una imagen. Las cámaras domésticas con mayor resolución en la actualidad rondan los siete megapíxeles.
A este respecto, conviene tener en cuenta dos datos. El primero es que el hecho de que la cámara sea réflex no influye en su resolución. El segundo, y de gran relevancia, es que una mayor resolución no siempre es mejor. Una alta resolución permite ampliar la foto hasta ver detalles insospechados (hasta ver un grano en la nariz de alguien en una foto de familia, por ejemplo), pero por el mismo motivo magnifica las imprecisiones y los movimientos.
Si se tiene una cámara con una resolución de siete megapíxeles, por ejemplo, los expertos recomiendan tomar las fotografías con la siguiente resolución menor (cinco megapíxeles) a no ser que se esté en condiciones óptimas y la cámara sea de muy alta calidad. Del mismo modo, no se aconseja decidir la compra de una cámara en función de la resolución máxima que pueda dar. Al fin y al cabo, la resolución es sólo uno más de los muchos factores que interviene en la calidad de una imagen digital; también están el enfoque, la luminosidad o los colores. En torno a los tres o cuatro megapíxeles de resolución, un usuario convencional puede obtener imágenes excelentes incluso para imprimir al tamaño de un folio.
Las cámaras digitales almacenan las imágenes en las tarjetas de memoria. Cuando se compra una cámara, contiene una tarjeta interna de unos 16 megabytes de memoria, el mínimo en el que apenas podremos guardar imágenes.