Alimentos prebióticos y probióticos

¿Realmente son necesarios?

La etiqueta de "saludable" acompaña a unos alimentos que, aunque con beneficios comprobados, son mucho más caros y no siempre necesarios
1 julio de 2006
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¿Realmente son necesarios?

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Yogures, galletas, zumos y panes efecto bífidus han entrado en nuestra dieta con mucha publicidad y escasa información. Estos superalimentos, englobados dentro de los productos prebióticos y probióticos, se han colado ya en la cesta de la compra de muchas familias que los consumen sólo porque, además de un precio mayor, cuentan con el marchamo de “saludable”. Pero, ¿cómo discernir entre lo que no pasa de una moda y lo que se convierte en una compra acertada y saludable que compensa el mayor desembolso?

¿Qué son los prebióticos y probióticos?

Además de destacar por sus cualidades nutricionales, aportan beneficios adicionales para la salud

Los prebióticos y probióticos se incluyen en el concepto de alimentos funcionales. Con este término se designa a los alimentos que, además de destacar por sus cualidades nutricionales, aportan beneficios adicionales para la salud. Según datos publicados en 2003 por Datamonitor -compañía líder en la provisión de información empresarial-, la compra de alimentos funcionales aumenta en un 16% cada año.

Prebióticos y fructo-oligosacáridos

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Los prebióticos son ingredientes no digeribles que tienen la propiedad potencial de mejorar la salud debido a que favorecen el crecimiento selectivo de bacterias intestinales beneficiosas. Los dos prebióticos más estudiados son los fructo-oligosacáridos o FOS conocidos como oligofructosa e inulina. Son carbohidratos presentes en vegetales como ajo, cebolla, puerro, espárrago, alcachofas, raíz de achicoria, tomates, plátanos, etc. Si se analizan los hábitos de alimentación de la población general, se estima que la cantidad que se consume de FOS es de unos 800 miligramos al día, cuando los expertos recomiendan ingerir entre 2 y 6 gramos.

Los expertos recomiendan ingerir entre 2 y 6 gramos

Esta es la razón que justifica que, además de consumir los citados alimentos, se tomen productos que incorporan FOS, eso sí, en casos concretos. Los productos más representativos que se comercializan de este tipo son algunos preparados lácteos, bebidas, alimentos infantiles, galletas y panes.

Probióticos y bacterias lácticas

Los probióticos son alimentos que contienen microorganismos vivos cuyo consumo tiene efectos positivos para la salud por su acción sobre la flora intestinal, pues promueven el desarrollo de bacterias beneficiosas -Lactobacillus acidofilus y Bifidus-. En la actualidad, los únicos alimentos probióticos que hay en el mercado son:

  • los yogures: se llama así a la leche fermentada con las bacterias lácticas -Streptococcus thermophilus y Lactobacillus bulgaricus o acidofilus-
  • otras leches fermentadas: productos similares en aspecto al yogur, sólo que fermentados con otro tipo de bacterias como Bifidobacterias, Lactobacillus casei imunitass, etc.
  • bebidas que contienen, además de zumo, leche fermentada y cultivos de bacterias.

¿Son importantes?

En el intestino se produce la mayor parte de la digestión de los alimentos y la absorción de los nutrientes. Pero también es el lugar en el que se realiza la primera selección de los componentes que “sirven o no” de aquello que consumimos. Si la digestión no es completa, si la facilidad de paso de sustancias desde el intestino a la sangre es excesiva o su población microbiana está alterada, hay riesgo de que sustancias no deseables se incorporen a nuestro organismo. Las consecuencias son muy diversas: inflamación, gases, diarreas, infecciones, e incluso alergias e intolerancias. En este contexto surgen los prebióticos y probióticos, que se basan en el cuidado de la salud intestinal.

¿Cuáles son los beneficios de prebióticos y probióticos?

Previenen y ayudan a tratar enfermedades

  • Diarrea. Las bacterias lácticas inhiben el crecimiento de diversos microorganismos patógenos o dañinos, por lo que son beneficiosas en caso de diarrea de distinto origen; la que cursa tras la toma de antibióticos, por virus o bacterias, etc. Del mismo modo, los FOS afectan al hábitat intestinal y a la actividad de las enzimas, conduciendo a la producción de ciertas sustancias -ácidos grasos de cadena corta- que también inhiben el crecimiento de patógenos.
  • Estreñimiento y exceso de gases. Tanto las bacterias lácticas como los FOS favorecen el equilibrio de la flora intestinal, por lo que mejoran el tránsito y la hinchazón asociada a exceso de gases.
  • Riesgo cardiovascular y diabetes. Los FOS comparten las propiedades clásicas de la fibra, por lo que, además de regular el tránsito, contribuyen a reducir los niveles de colesterol y triglicéridos, así como a un mejor control de la glucemia.
  • Estabilizan y mejoran enfermedades que afectan al intestino como Crohn y colitis ulcerosa – en particular por el consumo de probióticos-.

Mejoran la digestión

  • Las bacterias lácticas favorecen la síntesis de vitaminas -K y grupo B- y la absorción de nutrientes. Los FOS estimulan la absorción de minerales -calcio, magnesio, cinc y hierro- y mejoran la mineralización ósea.

Estimulan las defensas

  • Ambos componentes equilibran la flora intestinal incrementando la resistencia a las infecciones.

¿Son realmente indispensables?

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Aunque el potente marketing utilizado para vender estos productos puede hacernos creer que resultan indispensables, lo cierto es que en la mayoría de las ocasiones una dieta equilibrada y variada basta para lograr los beneficios que prometen. ¿Por qué gastar más, entonces, en este tipo de productos, cuando algunos duplican su precio respecto a sus equivalentes “normales”? Más aún, cuando no curan ni previenen por sí solos alteraciones o enfermedades. De hecho, no son fármacos y, además, sus efectos varían de una persona a otra.

Una dieta equilibrada y variada basta

En su defensa se puede afirmar que son productos que, en dosis adecuadas, pueden resultar beneficiosos para algunas situaciones. Por ejemplo, cuando la dieta por sí sola no basta para mejorar problemas de salud que ayudan a combatir, como digestiones lentas que acaban generando hinchazón de vientre y gases, o para la recuperación de la flora bacteriana tras una diarrea. Pero sirven también para compensar la ausencia en la dieta de alimentos que de manera natural incluyen prebióticos y que no se pueden consumir por intolerancia a los mismos o porque, sencillamente, no nos gustan esos alimentos. En todos estos casos, sin embargo, conviene tener en cuenta que para conseguir un beneficio hay que ser constantes. Es decir, habría que tomar los prebióticos y probióticos considerando tanto su dosis efectiva como la frecuencia de consumo adecuada a cada caso. Y por el momento no hay suficientes estudios acerca de estas dos cuestiones…