La relación de pareja cambia con la ampliación de la familia, pero no tiene por qué deteriorarse

Amor a prueba de hijos

1 Octubre de 2009
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Amor a prueba de hijos

La felicidad y la plenitud que llega con un hijo son únicas. Pero la exigencia de afecto, de dedicación y de tiempo que precisa deja en no pocos casos a la relación de pareja en un segundo o tercer plano. No hay que alarmarse. Esta es una reacción normal que no tiene por qué ser permanente. Conviene interiorizar que nuestra vida, y en ella se incluye la de pareja, cambia con alguien más en la familia. No obstante, la transformación no significa, o no debería significar, deterioro. Ser padres puede ser en la mayoría de los casos el punto culminante de una relación, pero ni mucho menos tiene que ser vivido como si ya no existieran más motivaciones y que a partir de ahí la relación entre los cónyuges entra en la fase de decadencia. La pareja debe encontrar la forma de adaptarse a este cambio de etapa vital que, aunque positivo e ilusionante, conlleva unas responsabilidades que pueden dejar de lado el cuidado y el mimo de la relación conyugal.

Con la llegada del primer hijo (y los sucesivos), la relación de pareja puede quedar en segundo término durante un tiempo por el protagonismo que acapara el recién llegado. Las parejas deben ser concientes de que eso forma parte de la adaptación a un nuevo episodio de su vida. Pero hay que tener en cuenta que la adaptación al rol de padres debe tener un periodo limitado, y que es bueno que no se demore demasiado atender y cuidar la relación de pareja otra vez. Si se deja pasar demasiado tiempo, el distanciamiento emocional entre los cónyuges podría dificultar su recuperación. Por tanto, es importante retomar lo antes posible la relación para que la llegada de los hijos sólo signifique un motivo más de unión entre los dos. Si no fuese así, los miembros de la pareja pueden llegar a convertirse, al cabo de un largo periodo dedicado sólo a los hijos, en dos desconocidos.

Prevenir el distanciamiento emocional

Las personas que ya son padres han experimentado lo absorbente que puede llegar a ser el cuidado de los hijos. Mayor atención no debería implicar, sin embargo, descuidar al cónyuge y dejar caer la relación en una vía muerta. Dedicar pasión y empeño a los hijos no es incompatible con mantener un vínculo sólido, aunque es innegable que resulta más difícil porque el esfuerzo tiene que distribuirse.

Las nuevas responsabilidades multiplican las tareas diarias, pero conviene no dejarse arrollar por la dictadura de lo práctico, que puede reducir la comunicación de pareja a cuestiones relacionadas con los horarios, tareas, compras, guarderías, ropa… Si eso ocurriera, sólo es cuestión de tiempo para que se abra paso el distanciamiento y la unión se mantenga con un único propósito: el de ser padres. En este caso estaríamos frente a una relación frágil, de ahí la importancia de fomentar los lazos emocionales entre los dos para que el vínculo sea firme y pleno.

Compartir el protagonismo ante los hijos representa otro eslabón para reforzar la cadena afectiva entre la pareja. Permitirá distribuir el sentimiento de paternidad sin desequilibrios y evitará una relación individualista con los hijos, motivo de distanciamiento emocional entre la pareja.

También es importante prevenir el cansancio que surge con el cuidado de los recién llegados, que se traduce en menos energía para dedicarse a la relación. Hay que fomentar que uno pueda contar con el otro para sentirse respaldado, como si de un trabajo en equipo se tratara. De este modo, se reducirán las posibilidades de que uno de los dos se acabe agotando.

Convendría olvidar la idea de que para ser padres hay que renunciar a ser pareja. Si se conserva el vínculo emocional, el beneficio no es sólo para la pareja, sino también para el bienestar de los hijos. Los niños y niñas son muy sensibles a su entorno y, por tanto, pueden percibir de forma muy positiva el que sus padres mantengan una relación de pareja sólida, sintiendo que la unidad familiar es estable y segura.

Mantenerse unidos

El trabajo y responsabilidades que comporta ser padres son realidades ineludibles, pero hay que evitar sobrecargarse y es recomendable apoyarse en la pareja para que todo sea más llevadero. Como se trata de un trabajo en equipo, hay que implicarse en actividades placenteras con los hijos para sentirse unidos, aunque en ocasiones es muy conveniente que cada miembro de la pareja conserve sus pasatiempos favoritos para que sirvan de desconexión temporal. Si es posible, no se recomienda renunciar a los ratos de ocio, tanto en pareja como en solitario, para mantener el bienestar personal y la salud de la relación de pareja, que a su vez tendrá efectos positivos para los hijos.

Siempre que sea posible hay que reservar un espacio semanal para la pareja. Eso no debe hacer sentir mal a los padres, como si estuvieran descuidando a sus hijos, ya que forma parte del bienestar general de la familia el que los padres tengan un día “libre” que, además, sirva para no perder intensidad en la relación entre ambos. Una vía puede ser establecer un día a la semana que la pareja identifique como su día, y lo hagan suyo para el bienestar de ambos. Mantener las actividades que antes servían para conservar unos lazos firmes ayuda a disminuir la sensación de que para ser padre hay que renunciar a los privilegios de la relación de pareja, lo que podría mermar el estado de ánimo de ambos. Durante este espacio de tiempo es importante fomentar una comunicación íntima y personal que sirva para alimentar y mantener el vínculo emocional, tan necesario para la relación como para su desempeño como padres unidos por lazos fuertes. Siempre que sea posible no está de más concederse un fin de semana o unas mini vacaciones exclusivas.

Del mismo modo es importante preservar un espacio personal para cada miembro de la pareja que, además, servirá para que el cónyuge goce por unas horas de ser padre o madre en solitario, lo que puede reforzar los lazos individuales con los hijos y la satisfacción por desempeñar ese rol tan importante.

No es bueno tampoco suspender el contacto con las amistades comunes y con las de cada uno, ya que mantener en la medida en que se pueda una vida social plena ayuda a que la tarea de ser padres sea más llevadera y previene el aislamiento a causa del constante trabajo que comporta la llegada de un pequeño, un distanciamiento que, lejos de ayudar, limita el bienestar de la familia.

Para estimular que la pareja se mantenga motivada es importante que cada uno sorprenda de vez en cuando con un detalle inesperado al otro, ya que con ello se dan muestras de que sigue siendo importante y el efecto sorpresa hace las funciones renovación del vínculo que les une para no caer en una monotonía que pueda erosionar la relación.

A pesar de la presencia de los hijos, la pareja no debe renunciar a comportarse como tal. Los roles de padres y de pareja no tienen por qué ser incompatibles. Por tanto, las muestras de afecto deben ser lo más frecuentes posibles para el bien de la relación, pero también para que sirva de ejemplo para los pequeños, que a su manera también gozan de sentir que sus padres forman una unidad sólida, aportándoles seguridad. Incluso, de esta manera, fomentan el aprendizaje para que ellos mismos repitan el mismo modelo cuando les toque a ellos ser pareja y padres.

Recordar...
  • Compartir la responsabilidad de cuidar a los hijos
  • Prevenir el cansancio de la pareja con el cuidado de los recién llegados
  • No renunciar a los momentos de ocio, tanto de manera individual como en pareja
  • Conservar un espacio personal para cada miembro de la pareja que, además, servirá para que el otro cónyuge disfrute por unas horas de ser padre o madre en solitario
  • Mantener la motivación en la pareja y las muestras de afecto