EN IMAGENES |

Orden en el laberinto urbano

La gestión del tránsito circulatorio es una prioridad de actuación municipal. A menudo no es viable aumentar las infraestructuras y casi siempre es una solución muy cara.
1 febrero de 2007
Img fotorreportajep

Orden en el laberinto urbano

Los expertos en tecnologías aplicadas al tráfico afirman que es más conveniente optimizar los recursos ya existentes para alcanzar un mejor servicio que construir nuevas infraestructuras. Esto comprende un conjunto de problemas diferentes donde uno de los más relevantes es la optimización de los ciclos de duración de los semáforos. Pero, ¿cómo se gestionan esos semáforos?

¿Cómo se logra que cientos de aparatos tricolores coordinen su apertura y su cierre ordenando la circulación de tantos vehículos? ¿Cuándo y por qué se decide regular un paso de peatones con tiempos?

Un estudio de esta revista de octubre de 2005 revelaba que en las ciudades de nuestro país se circula muy lento: ocho minutos cuesta, de media, cubrir un kilómetro en coche privado. Además, se registraron enormes diferencias en la fluidez del tráfico no siempre explicables por el tamaño o la población de la ciudad. Entre las 18 ciudades analizadas, Pamplona obtuvo la mejor nota en fluidez del tráfico. En ella estuvimos para conocer cómo se gestiona.

El Centro de mando

A lo largo de la ciudad están instaladas 20 cámaras de vigilancia en los puntos de tráfico más conflictivos. El objetivo es vigilar los pasadizos subterráneos y los ascensores urbanos. Las seis pantallas que reciben las imágenes se desdoblan en 24 fotografías y ofrecen la situación del tráfico a tiempo real. Las cámaras permiten un giro de 360 grados y disponen de un zoom de casi un kilómetro, por lo que cada zona es vigilada con exactitud. Los técnicos del Centro, conocedores de la idiosincrasia de la ciudad, están alertas a las horas punta por si fuera necesario avisar a la policía motorizada a regular cruces. También realizan un seguimiento de incidencias puntuales, ya que son ellos quienes centralizan la emisora y organizan la respuesta ante atropellos y accidentes que puedan provocar atascos.

Los reguladores

La sala de tráfico acoge el ordenador central con réplica (un sustituto para situaciones excepcionales) que organiza los semáforos distribuidos por la ciudad. Un servidor, routers y conectores obedecen al software desarrollado por una empresa tecnológica que ofrece un servicio permanente y presencial. Este cerebro informático delega tareas a tres reguladores de zona que gestionan las tres áreas en que se divide la ciudad. A su vez, cada cruce de semáforos alberga un regulador de luces. Todo este sistema funciona en tiempo real, con base en las lecturas de los diferentes sensores de tráfico repartidos por las calles. Por lo tanto, el sistema es capaz de redirigir el tráfico para descongestionar una zona en cuanto detecta atascos o cualquier otro problema que afecte al tráfico. Ganar o perder un segundo deviene en problemas de incompatibilidad: las combinaciones son rígidas con el tiempo en que están cerrados los semáforos (en rojo), pero son flexibles para cambiar el tiempo de apertura (en verde), según las necesidades, lo que lleva a diseñar ciclos a la carta.

El tiempo de los semáforos

Exactamente 80, 90 y 110 segundos. Este es el tiempo que transcurre el semáforo en rojo para la circulación motorizada. Los segundos para cruzar un paso de peatones, siguiendo indicaciones europeas, se calcula aplicando la siguiente fórmula: un segundo por cada metro que separa una acera de la otra. A los semáforos con contadores de paso, que informan al peatón de cuántos segundos tiene para cruzar, se ha añadido la cuenta sobre qué tiempo falta para que el hombrecillo rojo pase a estar verde y permita cruzar la calle, de esta manera se evita que la impaciencia lleve a cruzar de manera peligrosa. Otra solución para atender al peatón, a quien se intenta priorizar en la organización del tráfico, es la colocación de semáforos a demanda, aquellos que funcionan cuando un vioandante pulsa un botón y ordena la luz roja para el coche. Estos modelos son autónomos, su variable no condiciona el orden de ciclos del resto de semáforos, por eso están colocados en avenidas o calles con muchos semáforos o con ninguno.

Los aforadores

Para poder diseñar la coordinación de semáforos es necesario tener datos cuantitativos del tráfico. Éstos se recogen a través de unos aparatos móviles conocidos como aforadores. Pueden ser por contacto: cables en la calzada, o de ondas, aquellos que se colocan en las señales verticales. Miden el número de vehículos que circulan, la velocidad y dirección en que lo hacen. También el tamaño de los mismos para distinguir la circulación pesada de furgonetas o autobuses, que precisan más tiempo para salvar un cruce. La información, que se descarga en una PDA y se traslada a una base de datos, permite obtener medias, modas y medianas, es decir, variables estadísticas que definen la coordinación de los semáforos. El propósito es lograr una circulación fluida, que no es sinónimo de rápida, pero sí de buena sincronización de avenidas, lo que provoca una “onda verde”, un término que singulariza el tránsito ordenado.

Los semáforos

La vida útil de un semáforo es de decenas de años, aunque en estos momentos se están sustituyendo las lámparas tradicionales por las “Led”, lámparas de alta intensidad que garantizan un consumo energético cuantitativamente menor. Esta operación es subvencionada por los fondos europeos gestionados por IDEA (Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía). Es especialmente importante la lámpara ámbar. Aunque durante el día es la menos utilizada, la regulación del tráfico nocturno cambia y los semáforos están continuamente en naranja. Esto se lleva a cabo para permitir una mejor fluidez del tráfico nocturno, que no se traduce nunca en una velocidad máxima, pues la regulación está diseñada para el coche que circula de noche a 50 kilómetros por hora, en velocidad máxima.