La madera, la reina de los muebles
Sin embargo y a diferencia de lo que se cree popularmente, la calidad de un mueble no depende en exclusiva del material que se emplee, sino de otros factores como el acabado o la funcionalidad. De hecho, los muebles de madera maciza (que se presuponen de mejor calidad) apenas se comercializan porque supondría talar un mayor número de árboles y, además, la madera es un material vivo que experimenta movimientos ante los cambios de humedad y temperatura.
La práctica más común es que sólo el contorno o la caja del mueble sean macizos. El resto de la estructura suele estar formada por un tablero aglomerado, contrachapado o de fibra, que se obtiene a partir de virutas, serrines, cortezas y ramas de árboles, pero que asegura un mejor comportamiento ante los cambios de temperatura, calor o humedad. El mimbre, el rattán o la melamina son otros materiales empleados, pero la madera es el preferido y el más deseado. No obstante, dentro del término madera hay grandes diferencias y clasificaciones. Una de las básicas es la que distingue entre:
- Madera dura: Es las más cara y la más resistente. Se puede elegir en esta modalidad entre madera de caoba, roble, castaño, haya, cerezo, nogal, fresno, wengé o teca, entre otros. Precio: en un armario, a partir de 1.000 euros
- Madera blanda: Es la más barata y ligera. El pino, ciprés, abeto, chopo o abedul forman parte de este tipo de madera, que toma su nombre de la facilidad para ser trabajada, no porque signifique que vaya a resistir poco tiempo. Precio: en un armario, a partir de 700 euros
Indicadores de un mueble de calidad
En cuanto a la duración de un mueble, no depende tanto del material (la madera en general es uno de los más nobles) como del uso que se le dé y las condiciones en las que se mantenga. Si no se cuida, la madera puede experimentar una contracción natural o movimientos de sus piezas que restan armonía a la estructura. En definitiva, para reconocer que un mueble es de calidad hay que fijarse en los siguientes aspectos y observar su comportamiento durante el periodo de garantía:
- Aristas. Las aristas de un mueble sintético suelen estar pegadas y son irregulares, frente al acabado perfecto de un mueble de madera, hecho de una única pieza o láminas pegadas firmemente, en el caso de los tableros.
- Bordes: Deben ser redondeados para reducir el daño en caso de golpes, especialmente, si se trata de muebles infantiles.
- Color. Los muebles de madera natural presentan diferentes matices, un color no uniforme y con vetas, frente al color homogéneo del resto.
- Acabado. Si el mueble se va a colocar en el baño, el exterior debe contar con una pintura o barniz anticorrosión. Para un mueble infantil es importante que la pintura no tenga contenido en plomo.
- Brillo: Demasiado brillo produce fatiga visual, más aún si se va a pasar mucho tiempo frente al mueble, como ocurre con un escritorio.
- Resistencia y ergonomía: El armario tiene que verse robusto y ser ergonómico, es decir, que permita guardar y coger cosas las cosas con facilidad. Los anclajes deben resistir peso y, si el mueble es utilizado por niños, tiene que soportar un uso más intensivo.
- Tapas seguras: Para evitar que las tapas horizontales golpeen a alguien al cerrarse, deben disponer de medios que impidan el cierre brusco o la caída incontrolada.
- Sistemas de ventilación: Los muebles contenedores, como un baúl o un cofre, tienen que disponer de agujeros u otros sistemas que actúen como respiraderos y eviten la asfixia.
- Cajones: Pueden ser macizos o no, pero lo importante es que estén bien fabricados, con un buen acabado en la parte trasera (lijado y barnizado), un ajuste perfecto y un sistema de deslizamiento adaptado a la carga máxima prevista. Deben tener topes de apertura para evitar su extracción del mueble y un olor suave.
Diferentes estilos, diferentes
Cada mueble tiene su propia ?denominación?: un estilo o tendencia específica que define el tipo de madera empleada en su fabricación. Éstos son algunos de ellos:
- Imperio. Recurre sobre todo a la caoba, de color rosa claro y veteado uniforme, para crear muebles de línea clásica, como camas estilo trineo. Es la evolución de un diseño de líneas rectas y ángulos pronunciados.
- Neoclásico. Utiliza madera fina, como el roble -amarillento y muy resistente- o el nogal -marrón grisáceo y veteado rico-. Sus líneas son rectas y de apariencia simple, pero muy elegantes.
- Colonial. Emplea, en mayor medida, cerezo -tono rojizo y veta lustrosa- o nogal tratado con barniz para darle un aire de vejez. Son muebles pesados que recuerdan a las casas señoriales de América Central.
- Provenzal. La madera más frecuente es la de cerezo, con un estilo muy similar al rústico, pero con piezas más ligeras y típicas de las casas de campo, como los arcones o baúles.
- Rústico. El pino, de color marrón claro o amarillento, abunda en este estilo, que da un ambiente tradicional al hogar con aparadores, librerías o puertas realizadas a mano y con aspecto de estar ?envejecidos?.
- Moderno. Fabricados con tableros chapados y melamina, principalmente, los muebles se caracterizan por volúmenes amplios o minimalistas, líneas rectas y división por módulos.
Cuidados precisos
- Cambios bruscos de temperatura. Los muebles aguantan mejor las temperaturas bajas que las altas. La temperatura óptima está entre 20 y 24 grados centígrados. Un cambio brusco puede ser causa de grietas.
- Luz solar. Los rayos del sol aclaran progresivamente el color del mueble, que llega a perder su aspecto natural y adquiere un tono grisáceo. Este proceso se debe a la degradación de la lignina presente en la madera.
- Contenido de humedad. Es una de las principales causas de deterioro porque provoca la aparición de hongos o moho, tanto por la exposición a la lluvia (exterior) como al vapor (interior). Cuando la lluvia elimina la lignina, la madera se agrieta y la humedad penetra. La caída de la pintura o el despegue de las juntas son síntomas de alerta.
- Productos químicos. Los muebles de madera natural no se deben limpiar con estos productos, recomendados principalmente para mobiliario sintético.
- Ventilación. La entrada de aire, a través de una ventana o de un sistema de aire acondicionado, impide la concentración de humedad (por ejemplo, en el baño) o el exceso de calor (al encender una calefacción).
- Insectos. Las termitas y la carcoma hacen su aparición, sobre todo, en primavera, aunque pueden hacerlo en cualquier otra época del año. Se introducen en la madera y la devoran a través de canales interiores. Cuando el mueble tiene estos peligrosos visitantes, aparecen pequeños agujeros en el exterior.
- Protección. Se pueden emplear productos fungicidas (contra los hongos), insecticidas (contra los insectos), hidrófugos (contra la humedad), pigmentados o lasures (contra la acción de los rayos solares). Una pintura porosa permite la transpiración de la madera y el barniz crea una capa impermeable y protectora. Para madera de exterior, conviene utilizar un protector rico en aceites que la nutra y permita respirar.
- Manchas. Para eliminarlas hay que tratar toda la superficie del mueble y no sólo aquélla en la que se encuentra la mancha. Es necesario emplear productos específicos para cada mancha: agua, grasa, alcohol, café? Los líquidos son los peores enemigos.
Etiqueta de composición
Cumplir la normativa de seguridad
Aunque ha quedado claro que la compra de un mueble está condicionada por diferentes factores, principalmente el estético, hay otro elemento al que se debe prestar una especial atención: la seguridad. Un mueble es seguro cuando ?en condiciones de utilización normales o razonablemente previsibles no presente riesgo alguno o únicamente riesgos mínimos, compatibles con el uso del producto y considerados admisibles” (Real Decreto 1801/2003). En determinadas manos (niños, personas mayores…), los muebles que incorporan elementos de vidrio o disponen de dispositivos que se accionan manual o mecánicamente pueden suponer un riesgo. El Instituto Tecnológico del Mueble, Madera, Embalajes y Afines (AIDIMA), advierte, además, sobre los criterios a tener en cuenta respecto a los componentes que conforman el mueble.
Fabricado en madera o tableros derivados, el mobiliario tiene un acabado superficial de pintura, barniz u otras sustancias que poseen, en mayor o menor medida, compuestos químicos. En el caso de los tableros, las distintas capas están encoladas, lo que implica la presencia de formaldehído, un gas que se libera lentamente al ambiente y que está considerado como sustancia cancerígena por la Organización Mundial de la Salud. Este gas es el mismo que emiten los vehículos o el humo del tabaco. Su reducción en el proceso de pegado es el objetivo de los fabricantes, que han comenzado a utilizar nuevos adhesivos o sistemas de prensado. No obstante, tanto su contenido en un mueble como su emisión se puede medir con ensayos realizados de acuerdo a las normas UNE-EN 120 y UNE-EN 717-2, respectivamente. Si el cumplimiento de estas normas aparece en la etiqueta, el consumidor está ante un mueble seguro y respetuoso con el medio ambiente.
El último aspecto en el que hay que fijarse es el contenido en metales pesados (cromo, bario o plomo) que incluyen los recubrimientos de pinturas. Esto es especialmente importante cuando se trata de mobiliario infantil, como las cunas, porque es fácil que un niño chupe los barrotes u otras partes de la cama. Si un mueble respeta las concentraciones máximas permitidas significa que cumple con la normativa UNE-EN 71-3. Un dato más a buscar en la etiqueta o en el certificado de garantía del mueble, y que el comerciante debería poder confirmar e informar al comprador desde el primer momento.