Agua, limpieza de raíces y mucho mimo
El otoño, tránsito del calor y la sequedad del verano al frío y la humedad del invierno, es una de las épocas del año en las que el aficionado a las plantas tiene más trabajo. Van a ser semanas en las que flores y plantas precisan de una correcta preparación para enfrentarse a tantos cambios y para salir indemnes del empeño. Entre las principales operaciones destacan la poda y la siembra de temporada, y, muy especialmente, trabajar por la recuperación de las especies que más sufrieron en la estación seca. La razón principal de la muerte de las plantas es el deterioro de sus raíces, por falta o por exceso de agua y, en ambos casos, los días más críticos coinciden con los equinoccios. En el de septiembre se une al epílogo del verano el regreso de las vacaciones, y esta vuelta ofrece muchas veces la comprobación de una triste realidad: a las macetas no les sentó tan bien el descanso como a sus cuidadores.
Riego y poda
Aunque la jardinería ha avanzado considerablemente y la tecnología también se ha puesto al servicio de las plantas ordenando el riego y con la posibilidad de programar el goteo de agua, no es extraño encontramos a la vuelta de las vacaciones con que alguna de nuestras plantas presenta un aspecto deteriorado. Hojas amarillas y secas, troncos pelados o sin hojas, tierras secas y agrietadas, denotan que hay partes muertas que obligan a operar con unas tijeras de poda, con mucho cuidado y atendiendo sólo a las partes que han sufrido. Si la planta presenta claros síntomas de sequedad, algo que se percibe con la sencilla maniobra de introducir un dedo en la tierra -no dejándose engañar por los centímetros más externos que son los más resentidos- hay que regarla en abundancia, evitando encharcarla, siendo generosos en el riego, pero más en periodos sucesivos que de una sola vez. Aunque puede parecer contradictorio, también los sistemas de riego provocan el perjuicio contrario: el exceso de agua. En este caso se procede a añadir turba seca, pero recordemos que no hay que volver a regar hasta que la tierra esté bien seca.
Atender a las raíces dañadas
El frío o el calor quitan energía a las plantas y es probable que tras el estío la raíz se encuentre muy resentida y sea necesario transplantar. No hay que olvidar que en esta operación las raíces han de estar húmedas, y así, si no se puede replantar el mismo día, habrá de protegerlas del sol y del viento cubriéndolas con turba o plásticos húmedos. Una vez que la planta ocupe su espacio, al terminar el trasplante se deben empapar las raíces y a partir de ahí, regarse cuidadosamente para evitar que se sequen y mueran las raíces. En los sucesivos días se ha de extremar el mimo, pero nunca hay que excederse en el riego pues el agua sobrante puede sofocar las raíces que terminan pudriéndose.
La temperatura es todavía agradable
Septiembre es un mes en el que continúa haciendo buena temperatura, por eso los jardines se muestran en todo su esplendor. Sin embargo, las noches son más frescas y el día amanece con rocío. Esto influye positivamente en las flores y plantas, ya que tras un período de desgaste originado por el calor, adquieren fuerzas y frescura para hacer frente al invierno. Tengamos en cuenta las características de cada especie para, en cada caso, favorecer o no un estado de actividad o reposo durante estos días. Para crear uno u otro estado basta con regar (o no) con más ahínco y abonar (o no) abundantemente. Y una poda de las flores marchitas hará posible que broten otras nuevas.
Septiembre: atender al jardín y las jardineras
A lo largo de este mes hay que procurar mantener el jardín limpio y preparar a las plantas para soportar el invierno.
El trabajo se centra en:
- Sembrar las plantas anuales.
- Preparar el terreno para las plantaciones invernarles.
- Plantar los bulbos de floración precoz.
- Aclarar y abonar las plantas tapizantes.
- Cortar y dividir las herbáceas perennes.
- Practicar esquejes.
- Descargar y abonar los geranios.
- Podar los setos.
- Podar y cuidar las rosas.
- Cortar, airear y plantar el césped.
Las plantas se agarran a la vida y, por ello, aunque el aspecto y los síntomas nos anuncien que el descuido estival les ha sumido en una depresión, las enfermedades normalmente tienen cura. Si lo que necesitan es agua, limpieza o tierra nueva, les ofreceremos estos cuidados, pero puede que las alteraciones sean más estructurales y que su deterioro provenga de la acción de agentes productores de enfermedades, como hongos, bacterias o virus.
- Los hongos se manifiestan de muchas formas, a través de las cuales podemos detectar su presencia sobre la planta enferma: los mohos, puntuaciones negras o la roya son claros signos de que están actuando. Signos de la presencia de hongos:
- Podredumbre de los pimpollos. Es común encontrarla sobre flores y pedúnculos de rosal y cyclamen afectados. Se trata de órganos ya muertos que permanecen en la planta secos, momificados, durante largo tiempo.
- Puntuaciones negras. Lo normal es encontrarlas sobre el cuello de algunas plantas, como los claveles y las clavelinas. Se trata de un moho blanco o blanco-rosado que denuncia la posible presencia de hongos que originan los marchitamientos.
- Oídio: Se trata de un fieltro blanquecino que se observa sobre la cara superior de las hojas de las plantas afectadas (rosal, evónimo, begonia, caléndula, dalia y zinnia) y que se desprende fácilmente al rasparlo con los dedos, dejando bajo sí una mancha amarillenta clorótica. Impide la fotosíntesis y la absorción de nutrientes.
- Roya: Se caracteriza por la presencia de pequeñas erupciones en el envés de las hojas de diversos colores (amarillo, anaranjado, pardo rojizo, etc.). Afectan al rosal, crisantemo, clavel y gladiolo, entre otras especies.
- Fumagina: Aparece en las hojas como una costra oscura semejante al hollín, que está constituida por estructuras de hongos que se nutren de secreciones azucaradas producidas por cochinillas y pulgones. Las plantas se ven perjudicadas, pues dicha costra impide la fotosíntesis y la transpiración normal, originando síntomas de clorosis y necrosis debajo de la costra. Esta enfermedad puede aparecer en cualquier planta atacada por dichos insectos, siendo frecuente observarla sobre cítricos, jazmín del cabo, laurel, hiedra
- Las bacterias se evidencian a través de exudados denominados zoogleas.
- Los virus sólo son visibles con la utilización de un microscopio electrónico, debido a esto se considera que no presentan síntomas. Sea cual sea la causa, la única manera de hacer frente a la enfermedad es acudir a productos químicos que se enfrentan al agente patógeno.