Listeria y salud
La listeria monocytogenes está muy presente en la naturaleza (suelo, aguas residuales, agua de ríos, forrajes animales, insectos, intestino del ser humano…). Por tanto, hemos de convivir con ella, y lamentablemente, los controles sanitarios de la industria alimentaria no son todavía del todo eficaces combatiendo esta bacteria. Se ha detectado listeria en alimentos como vegetales, leche cruda y derivados, helados, pollo, carnes crudas o poco pasadas, pescados crudos y ahumados y platos preparados.
La listeria puede ocasionar graves problemas de salud, especialmente a mujeres embarazadas, bebés, ancianos, diabéticos, cancerosos, trasplantados y pacientes de sida o de otras inmunodeficiencias. Se aconseja a estos grupos de riesgo evitar los quesos frescos y cremosos y las comidas crudas o poco cocinadas. Y se sugiere calentar hasta casi la ebullición los platos precocinados antes de consumirlos.
En realidad, la listeria causa muy pocas intoxicaciones en seres humanos. Y para que ocurran, los alimentos ingeridos han contener altos recuentos de esta bacteria patógena; un bajo número no es problemático. Evitemos, por tanto, que los alimentos más proclives a contenerla se encuentren en las condiciones en que la bacteria se reproduce más rápidamente.
Fundamental: que se mantenga la cadena de frío tanto en la elaboración de los productos alimentarios y su distribución como en el hogar del consumidor. Pero esto no es suficiente, hay que minimizar la presencia de listeria en los centros de elaboración de alimentos. Urge que la industria y las autoridades públicas adopten las medidas necesarias para que esta bacteria no cause más problemas en la salud de los consumidores.