El miedo irracional e incontrolable puede superarse
Angustias flotantes y reacciones fóbicas
Un temor razonable puede llegar a convertirse en fobia a causa del aprendizaje o de las influencias culturales y sociales. La fobia a las ratas o a las serpientes parece trasmitirse, por ejemplo, de generación en generación. Hay fobias que se van instalando en los adultos porque de niños sus padres o amigos les atemorizaron ante situaciones que apenas comportaban riesgo . Las fobias son una manifestación elaborada de la angustia. Hay “angustias “flotantes” en las que el miedo va a la deriva y se temen de una forma difusa diversas situaciones y circunstancias. En las reacciones fóbicas, la angustia brota exclusivamente ante un determinado estímulo. En realidad “el objeto fóbico” no es más que una manifestación de la angustia latente. El individuo necesita esa excusa para poder descargar su angustia. Así pues, en la fobia tenemos, como en los sueños, un sentido manifiesto y un significado latente. La reacción es siempre desproporcionada en relación con la causa aparente, pero cuando se descubre la causa oculta, se comprueba que había razones para la angustia. En las fobias, como en los demás temas de psicología, hay diferentes interpretaciones respecto de las causas que las provocan y de los métodos terapéuticos para resolverlas. Para los psicólogos conductistas las fobias son lo que aparentan: síntomas, conductas aprendidas. En cambio, los psicoanalistas interpretan la fobia sólo como la punta del iceberg de algo más profundo e inconsciente. Independientemente de estas teorías, en quien padece la fobia siempre están presentes la angustia y el sufrimiento.
Fobias espaciales
Detenerse en los tipos de situaciones que más frecuentemente producen las fobias es más interesante que describir las innumerables formas de fobia que existen.
La fobia espacial es la más frecuente, y se manifiesta de dos maneras aparentemente opuestas: en el miedo de salir o la angustia de las calles, en el miedo a los espacios descubiertos (agorafobia). Y, en segundo lugar, en el temor a lo contrario: a los espacios cerrados (claustrofobia). Lo más común en la claustrofobia es el miedo a quedar atrapado en ascensores, oficinas, restaurantes, iglesias o túneles.
El afectado trata de evitarlos, pero si por necesidad entra en uno de ellos busca desde el primer momento las salidas y los mecanismos de evacuación urgente. En las fobias de espacio se dan algunas variedades como: Vértigo fóbico o miedo de las montañas, de los ascensores, de los pisos altos. Miedo a la oscuridad, al concebirse ésta como un espacio amenazador, a viajar en autobús, en avión, en tren, en automóvil. Miedo a la muchedumbre, una de cuyas variantes es el miedo a hablar o a aparecer en público.
Fobias sociales
La otra categoría de fobia está relacionada con el medio social. Son, en este caso, las relaciones individuales o colectivas con el prójimo o con los animales las que constituyen el objeto de la angustia pavorosa. Se pueden incuir en esta categoría la fobia a ruborizarse, a mirar a la cara a algunas personas, a escribir delante de otros (conocido como el “síndrome del escribiente” y padecido por funcionarios que rellenan documentos delante de los clientes) o el miedo a contagiarse, que conduce al aislamiento social o se manifiesta en la costumbre de lavarse las manos repetidas veces a lo largo del día, o el miedo a tocar barandillas o picaportes, a utilizar servicios públicos, o a entrar en bares o restaurantes, todo ello por miedo a la invasión de gérmenes procedentes de personas enfermas u objetos contaminados. También están las fobias a los animales grandes, como los perros, o animales pequeños como los insectos, arañas, ratones etc.
Lo que hacen quienes padecen fobias
De ordinario manifiestan dos tipos de conductas: de evitación y de tranquilización. En la primera, el sujeto trata de evitar las situaciones que le producen fobia, lo que le lleva a conductas de fuga diversas según la forma y la intensidad de la angustia. Algunas personas se encierran en sus casas para evitar la calle o el encuentro con personas o situaciones que le inspiran ese temor desmedido, mientras que otras se limitan a recorrer trayectos prefijados: una sola línea de autobús, o excluyen un medio de transporte o ciertos barrios o algunos quehaceres. Otros se inclinan por las “huidas hacia delante”, adoptando decisiones desesperadas que podrían resolver el problema pero que difícilmente lo conseguirán.
Las conductas de tranquilización las manifiestan quienes optan por dotarse de recursos para tranquilizarse y superar en lo posible la fobia que les atenaza. Buscan personas acompañantes para soportar las situaciones o eligen “objetos salvadores” como talismanes, amuletos, mascotas.
El individuo sabe que no existe ninguna relación causa-efecto entre el “objeto salvador” y la protección o suerte que se pretende derivada de él, pero se siente más tranquilo utilizándolo. También se recurre a lugares seguros, normalmente la propia casa y más en concreto algún lugar determinado de ella.
Los especialistas debaten desde hace décadas si existe un carácter fóbico o una predisposición a padecer fobias. Se sabe al menos, que hay dos tipos de conducta personal que tienen relación con la aparición de las fobias: el constante estado de alerta (el afectado percibe que el mundo que le rodea está lleno de peligros y amenazas y, por ello, permanece alerta y en permanente actitud defensiva) y la huida, mediante una actitud pasiva que conduce a la inhibición o con planteamientos activos de “huidas hacia delante” refugiándose en comportamientos desafiantes o en permanecer constantemente ocupado para refugiarse de una forma compulsiva en la actividad.
Las fobias pueden curarse
Todas las fobias tienen tratamiento, que dependerá de su intensidad y de las complicaciones psicopatológicas que presenten los individuos afectados. Los padecimientos fóbicos leves pueden ser abordados por uno mismo, pero se requieren unos requisitos:
- Tener ganas de curarse. Estar decidido. Hay quien utiliza la fobia como excusa para no afrontar situaciones y no manifiesta una voluntad real, un compromiso personal, de eliminarla.
- Establecer firmemente un día para comenzar el entrenamiento.
- Elaborar, con el tiempo y la reflexión necesarios, una relación de situaciones a superar. Y planificarse uno mismo las medidas a adoptar.
- Imaginarse a uno mismo enfrentando la situación fóbica.
- Ser consciente de que debemos exponernos gradualmente a las situaciones que nos causan la fobia.
- Valorar los logros, por pequeños que sean, y mostrarse tenaces en la consecución de los objetivos. Y cuando se van consiguiendo, premiarse como corresponde a tan ardua labor.
Cuando los padecimientos fóbicos son más complicados, conviene ponerse en manos de profesionales competentes. Entonces hay tres tipos de tratamiento, a veces combinados:
- A base de fármacos, muy especialmente si se presentan crisis agudas de pánico.
- Mediante tratamientos conductuales, que consisten en una desensibilización sistemática por la cual el individuo, utilizando métodos de relajación (la sofrología funciona bien), se va exponiendo progresivamente a la situación que le produce la fobia hasta que consigue superarla totalmente. Es el método que utilizan las compañías aéreas que ayudan a sus clientes a combatir la fobia a volar.
- Por medio de la psicoterapia, que profundiza en los mecanismos que generan la angustia fóbica y de esa manera, intenta erradicarla.