Las estafas vienen ocupando, cada cierto tiempo, un espacio en los medios de comunicación, lo que alerta a la ciudadanía de que todavía hoy, en pleno año 2000, algunos incautos siguen cayendo en el engaño urdido por desaprensivos que explotan la ingenuidad o la ambición de aquellos.
El tonto que al final se vuelve listo
La estafa no es un robo que lleve aparejada la violencia física, ni es una extorsión realizada mediante amenaza física; ni un hurto, ni siquiera es una quiebra, con el consiguiente impago a los acreedores. El timo y la estafa son otra cosa. El estafador, para apropiarse de lo ajeno, utiliza como arma estratégica su inteligencia, ingenio, intuición y capacidad de espera y, fundamentalmente, el conocimiento de la víctima y la confianza que en ella inspira.
Sin embargo, para que funcionen estos delitos, es imprescindibles la actitud ingenua, negligente o imprudente de la víctima . Las que más interesan a los estafadores responden a un perfil que, de alguna forma, viene marcado por la codicia. No hay que olvidar que la víctima se desprende voluntariamente de su dinero para entregárselo al estafador o a los cómplices de éste, normalmente creyendo que va obtener un beneficio rápido. En definitiva, así como en otras ocasiones en CONSUMER aconsejamos que se lean bien los contratos y se analicen todas las variables a la hora de adquirir un bien o un servicio, en este caso de la estafa y los timos lo prudente es reflexionar, ser cauteloso e incluso un poco desconfiado y mantener la convicción de que nadie da duros a cuatro pesetas.
Los trileros
La estafa consiste en incitar al público a participar, mediante apuestas de dinero, en juegos de habilidad que, sólo aparentemente, ofrecen grandes posibilidades de ganar al que participa; se ofrecen en plena vía pública y sobre una pequeña mesa. El juego más común consiste en descubrir en qué lugar se esconde una bolita que es tapada por una chapa o vaso. Para que parezca más fácil, en torno a la persona que mueve las chapas o los vasos (el que dirige el juego), hay uno o varios jugadores falsos (ganchos) que ganan dinero fácilmente.
Al principio, se deja ganar a la persona que inicia el juego, la víctima, para que, animada por el éxito juegue una cantidad más importante. La mano es más rápida que la vista, por lo que cuando la cantidad es elevada, la víctima pierde casi irremisiblemente (tiene matemáticamente sólo un 33% de posibilidades de acertar, una de tres) su dinero. Este timo es frecuente en ferias y mercadillos.
La estampita
La víctima es abordada por una persona que aparenta ser disminuido psíquico (en realidad, el estafador que hace el papel de tonto). Este le muestra una bolsa que parece estar llena de billetes, incluso pueden verse algunos. El tonto no concede ninguna importancia a lo que lleva, diciéndole a la víctima que en la bolsa porta “estampitas” o “cromos” y que en casa tiene muchos más. En ese momento, aparece “por casualidad” otra persona(el estafador que hace de gancho), que ofrece a la víctima la posibilidad de engañar al tonto comprándole la bolsa por una cantidad de dinero. Sin embargo, el gancho dice no tener dinero para participar en la compra de la bolsa, y anima a la víctima a realizar la adquisición dados los grandes beneficios que le va a reportar el engaño. El gancho incluso se ofrece a acompañar a la víctima a buscar el dinero, al objeto de que no sufra ningún contratiempo (en realidad, para no cambie de opinión y desista de la idea de la compra). Una vez que la víctima entrega al tonto una gran cantidad de dinero por la bolsa, desaparecen los dos estafadores. Cuando el ciudadano engañado abre la bolsa en su totalidad, comprueba que no contiene sino pocos billetes y muchos tacos de recortes de papel.
El tocomocho
Se da en lugares de tránsito (estaciones, cajeros automáticos, …) mediante una persona que, abordando a la víctima, manifiesta tener un billete de lotería premiado que por las prisas no puede cobrar. Pide a la víctima desesperadamente que le abone la cantidad del premio o, incluso una cantidad algo menor, ya que debido al viaje que imperiosamente tiene que hacer no puede cobrarlo normalmente. Para dar mayor credibilidad al asunto, irrumpe en la escena otro aparente transeúnte (en realidad, el gancho) que afirma la autenticidad del premio exhibiendo un listado de un periódico de boletos premiados. La víctima accede entonces a aportar la cantidad del dinero premiado, y cuando va a recuperarlo a la ventanilla de una administración de lotería, comprueba que el billete es falso.
El nazareno
Las víctimas son empresas que suministran mercancías. Los estafadores se instalan en un determinado lugar, alquilando un almacén a nombre de una empresa. Empiezan a realizar pequeños pedidos, que se guardan en el almacén y que son abonados en el acto a las empresas suministradoras. De esta manera, los estafadores se ganan la confianza de las víctimas. Posteriormente, realizan grandes pedidos de mercancías, diciéndole a los suministradores que los pagos los van a realizar en varios plazos; incluso, pueden llegar a cumplir el primero de dichos pagos. De forma repentina, la empresa desaparece, llevándose la mercancía y dejando pendiente de abonar las deudas contraídas. Cuando las empresas estafadas quieren hacer gestiones para ejecutar el cobro, comprueban que la compañía que efectuó los pedidos no existe.
El falso instalador de gas
Los estafadores se personan en el domicilio de la víctima vestidos con un mono de trabajo y diciendo que son trabajadores de la empresa instaladora del gas y que van a realizar una revisión rutinaria, y muy necesaria, de la instalación. Aparentan realizar diversos trabajos técnicos; normalmente, se limitan a cambiar un trozo de manguera del gas que a veces ni siquiera requiere revisión. Finalizado el trabajo, extienden una factura. Cuando la víctima comenta el caso con otras personas, comprueba que ha sido estafada por falsos instaladores.
El desahuciado
Se comete mediante la visita al domicilio de la víctima. El estafador se hace pasar por una persona que se encuentra en graves apuros económicos y con problemas familiares (si es una mujer, dirá que ha sido abandonada, que tiene muchos hijos…); se trata de sensibilizar a la víctima. Al final, el delincuente explica que para subsistir está procediendo a liquidar sus objetos más preciados, y, en ese momento, exhibe un objeto personal (reloj de pulsera de una marca muy cara, collar, sortija…). Ofrece el objeto por un precio muy bajo en comparación con lo que dice que vale. La víctima que acceda a su compra se percatará demasiado tarde de que se trata de una vulgar baratija.
Los pequeros
Son jugadores de cartas sumamente inteligentes y hábiles, con buena presencia física y armoniosos modales y formas con los que consiguen seducir a sus víctimas. Utilizan cartas marcadas, juegos de espejos, cómplices que pueden ver las cartas… El pequero entra en el juego de la confianza y el tiempo. Casi siempre se hace pasar por un hombre adinerado, para lo cual alquila una lujosa casa o se aloja en hoteles muy costosos. Generalmente, tiene un cómplice que le prepara el candidato. La víctima gana y se entusiasma hasta el límite. Al día siguiente, lleva a la partida mucho más dinero en su afán de redoblar las apuestas… en las que perderá hasta la última peseta. No es su día. “Mañana habrá desquite”, piensa confiada. Pero, éste no llegará jamás porque el pequero habrá huido con el botín.