Hace menos de una década, los ciudadanos mayores de 65 años representaban un 16% de la población española y dentro de 20 años alcanzarán el 20%, con lo que serán ya unos 9 millones de personas.
Algunas deben mejorar, pero la mayoría están bien
No sorprende, por tanto, que el número de residencias de ancianos crezca cada año en nuestro país, por mucho que otros formatos de atención a los mayores (centros de día, tele-asistencia, asistencia domiciliaria) también reivindiquen su protagonismo. Tampoco hay que reflexionar mucho para constatar que los hogares en los que conviven tres generaciones, tan comunes antaño, son cada vez menos frecuentes.
Según el IMSERSO, hace cuatro años, el 16% de los mayores de 65 años vivían solos. En España, están registradas legalmente (en realidad, operan más) unas 3.700 residencias que disponen de un total de 190.000 plazas. De estas residencias, sólo una cuarta parte son de titularidad pública.
El despliegue resulta insuficiente: en nuestro país hay sólo 2,5 camas de residencias por cada cien personas mayores de 65 años, mientras que en la UE la proporción es del doble.
¿La última opción?
Ahora bien, cuando hablamos de residencias, no podemos obviar que sus posibles inquilinos ven estos centros como la última opción y, casi siempre, con temor e incertidumbre. Lo que desean la mayoría de ellos es vivir su vejez rodeados de sus hijos y nietos. Según confirmaron a CONSUMER los geriatras y diversos especialistas consultados, el objetivo de las residencias debería ser reproducir en lo posible el ambiente y las condiciones de vida que el anciano encuentra en su casa. El informe realizado por esta revista estudió un total de 100 residencias de ancianos, todas con un mínimo de 15 huéspedes y ubicadas en CAV, Navarra, Cantabria La Rioja, Cataluña, Madrid, Comunidad Valenciana, Andalucía y Murcia. De ellas, 27 eran públicas, 49 privadas y el resto estaban concertadas con la Administración. Las públicas son las más concurridas (127 ancianos de media), seguidas por las concertadas (79) y las privadas (68). Cada residencia acoge de media a 86 ancianos, si bien las diferencias son enormes: las hay, en este informe, que atienden a más de 500 huéspedes y otras que no llegan a la veintena.
CONSUMER solicitó una prolija serie de datos a los directores de cada residencia. Además, técnicos de esta revista (en calidad de clientes ficticios: alegaban que querían ingresar a un familiar) visitaron, en diciembre del año pasado, las residencias con la finalidad de comprobar “in situ” el estado de las instalaciones y su conservación, la luminosidad, el espacio hábil para los ancianos y la higiene y limpieza del establecimiento.
En total, el informe ha cotejado 89 características y prestaciones en cada residencia.
Esta revista ha establecido un sistema propio de puntuación y ponderación para cada una de las características de las residencias. Y, como complemento, se entrevistó a 200 familiares de ancianos alojados en estos establecimientos tan peculiares.
Conclusiones del informe
La primera constatación es que las residencias públicas, aparte de más baratas, son normalmente mejores (8,1 puntos de media) que las privadas (6,1 puntos) y que las concertadas (7 puntos). En general, las residencias están bien (6,9 puntos de media) aunque se registraron grandes diferencias entre unas y otras, de lo que da fe el hecho de que el 16% de las estudiadas suspenden el examen de CONSUMER, que ha medido y comparado aspectos esenciales, como el número de ancianos que corresponde a cada cuidador, el grado de intimidad de los residentes, el despliegue de la atención médica, el precio, los diversos servicios (podología, fisioterapia, peluquería…) que se prestan, o la seguridad y limpieza de las instalaciones. Los suspensos son mucho más frecuentes en las privadas (lo merecen el 22% de las comparadas) y en las concertadas (suspende el 18%) que en las públicas (sólo el 4%). De todos modos, una de cada cuatro privadas están realmente bien.
A pesar de estos resultados más que aceptables, el sector todavía padece carencias importantes: la principal es el déficit de plazas, representado en las listas de espera vigentes en la gran mayoría de los centros. Otro aspecto negativo es la escasa intimidad que se permite a muchos ancianos, plasmada en que todavía hay pocas habitaciones individuales y quedan demasiadas (incluso compartidas) sin cuarto de baño completo. Continuando con lo mejorable, aún son minoría las residencias que ofrecen servicio de día para los ancianos y sólo en una de cada tres hay médico permanente. Por último, en el 11% de los centros analizados son insuficientes las medidas de seguridad. Y el 6% contaban con menos empleados de los necesarios. En cuanto a la opinión que en los familiares suscita la atención que prestan las residencias a los ancianos, prima la satisfacción aunque algunos parientes se quejan de la escasez de personal en las residencias y otros (el 24% de los encuestados) calificaban la higiene de “regular”.
Seguridad, regular; limpieza, bien. Una de las pocas conclusiones preocupantes del estudio es que el 11% de las residencias no aprueba en seguridad. Se preguntó por la existencia de planes de emergencia documentados (no lo tienen el 22% de las residencias), por la instrucción específica de los empleados para atender un incendio (en el 11%, no están aleccionados), si se han realizado simulacros de incendio (no en el 47% de las residencias) y si hay sistema de detección y alarma de incendios, (en el 14% de los centros no existen).
Por otro lado, sólo una de cada diez residencias (ninguna pública) adolecen de defectos de importancia en el estado de las instalaciones, que incluye la limpieza, conservación, luminosidad y amplitud de las diversas estancias del centro. Por tanto, en este aspecto los resultados han sido buenos. En lo fundamental, la higiene del centro, el 17% de las privadas y el 21% de las concertadas presentaron algunos problemas de limpieza, mientras que en el momento de la visita todas las públicas se encontraban en perfecto estado de revista.
Dotación de personal: suficiente, con algunas excepciones
Otro parámetro que habla de la calidad de una residencia es su dotación en personal de asistencia directa (médicos, psicólogos, enfermeras, auxiliares, gerocultores…). El despliegue es satisfactorio, ya que de media corresponden 3,6 ancianos a cada cuidador, una cobertura correcta, si bien el 6% de las residencias funcionan con poco personal (en una de ellas, para ancianos válidos, pública y ubicada en La Rioja, a cada cuidador se le asignaban nada menos que 18 personas). En las de asistidos y mixtos, como es lógico, la cobertura es mayor (un cuidador por cada dos ancianos) que en las de válidos (5,7 ancianos). La dotación más generosa se ha registrado en las concertadas (un cuidador por cada 3 ancianos), mientras que en las privadas y en las públicas, los datos han sido más pobres.
Continuando con la calidad de la atención personal (la medible, porque la afabilidad, el respeto y el cariño en el trato son difícilmente objetivables), sólo el 36% de las residencias ofrecen cobertura médica permanente, muchas más en las públicas y concertadas que en las privadas.
En cuanto a la especialidad del médico, la idónea (geriatra o internista) es más habitual (en torno al 55%) en las públicas y concertadas que en las privadas.
Pero no todo es la salud
Los ancianos necesitan distraerse, mantener alto el ánimo, hacer ejercicio y entablar relaciones con sus compañeros. Al respecto, aunque todas las residencias organizan actividades para ocupar el tiempo libre de los ancianos, en dos de cada diez (en las privadas, peor) las actividades no están diseñadas conforme a un programa con objetivos y calendario, lo deseable.
La podología, por su parte, es un servicio generalizado. Son muchos los ancianos que conceden gran importancia a esta prestación, debido a los frecuentes problemas relacionados con los pies que sufren las personas mayores. Este servicio es más común en las públicas que en las privadas y concertadas. Por otro lado, fisioterapia y rehabilitación también son habituales: los hay en tres de cada cuatro residencias, más en las concertadas y públicas y, lógicamente, más en los centros para asistidos y mixtos que en los de válidos.
El grado de intimidad que ofrecen estas residencias a los ancianos no es satisfactorio: son muy pocas aquellas en las que las que habitaciones individuales son mayoritarias. Sólo aprueban de media las públicas, mientras que las privadas y concertadas no alcanzan la proporción de habitaciones individuales estipulada como aceptable, el 40% del total.
En contra de lo que podría pensarse, el cuarto de baño completo en todas las habitaciones (ya sean individuales o compartidas) es mucho más frecuente en las públicas que en las privadas. Otras prestaciones relacionadas con la intimidad, como la posibilidad con que cuentan los ancianos de recibir visitas en su habitación, de ofrecerles alguna bebida o aperitivo, o la posesión de llaves personales para guardar sus pertenencias, son frecuentes (que no comunes), y más en las públicas que en las privadas. Sí está del todo extendida la posibilidad de que los residentes continúen con sus prácticas religiosas en el propio centro.
¿Cuánto cuestan las residencias?
Los precios dependen de muchos factores: la titularidad de la residencia (privada, concertada o pública), las características del anciano y la atención que requiera (válido o asistido), la calidad de la habitación y (sólo en las públicas y concertadas) también de la capacidad económica del residente. En los centros privados la media a pagar al mes fue, en este informe, de casi 150.000 pesetas, aunque hay que distinguir las que funcionan con ánimo de lucro (unas 175.000 pesetas mensuales de media por anciano) y las otras (normalmente, de titularidad religiosa), que cobran en torno a la mitad que las anteriores. En las públicas, lo habitual es que se establezca un precio de referencia, que en este estudio ha supuesto 116.750 pesetas al mes de media, si bien a los ancianos que no pueden sufragar este coste se les aplican otras tarifas, en concreto un porcentaje (del orden del 75%) sobre sus ingresos, normalmente la pensión.
En los centros concertados (en las plazas concertadas, que no en todas) los precios son similares a los de las residencias públicas, pero conseguir una plaza en una pública o concertada es difícil: hay que cumplir unos requisitos económico-sociales de admisión. Ahora bien, la escasez de la oferta afecta a todo el sector: en el 71% de las residencias había lista de espera para los solicitantes, y sólo son un poco más frecuentes en las públicas que en las privadas.
Destaca el hecho de que todas las guipuzcoanas y navarras estudiadas tenían lista de espera. Ya en otro tema, una opción interesante para muchas familias es que las residencias acojan a los ancianos sólo durante el día y que puedan dormir en su propio hogar. Así, reciben atención durante la mayor parte del día hábil, y disfrutan del ambiente familiar durante el resto de la jornada. Pero sólo el 29% de las residencias ofrecen servicio de día. Esta prestación es mucho más habitual en las públicas que en las privadas y concertadas.
CONSUMER y las residencias
Con el informe que publica este mes, CONSUMER no pretende sentar cátedra sobre lo que deben ser las residencias ni cómo deben gestionarse. Sin embargo, y tras las consultas pertinentes con expertos en geriatría y en este tipo de centros, parece evidente que hay aspectos básicos deseables en todos estos centros, independientemente de su financiación, de su órgano gestor o de la tipología de sus residentes. Por ejemplo, una residencia no puede estar sucia ni emanar olores indeseables, y los ancianos no deben estar apiñados. Y se presume inicialmente mejor que la residencia cuente con un médico permanente o disponga de baño en las habitaciones. Aspectos como éstos, o el precio que cobran las residencias, son susceptibles de medirse y compararse, pero otros como la experiencia y pericia de sus profesionales o el trato humano que se dispensa a los ancianos resultan casi imposibles de calcular objetivamente y de modo que resulten comparables.
Por ello, los aspectos valorados son únicamente los objetivos y tangibles. De haberse podido comparar otros, como el cariño que reciben los ancianos o la calidad de la comida, tal vez los resultados hubiesen sido distintos. Cada residencia es un mundo y cada alojado tiene sus propias preferencias y necesidades: por tanto, los resultados han de entenderse como relativos, en la medida que sólo abordan determinadas prestaciones y características de estos centros .
Encuesta: opinan los familiares de los ancianos
De la encuesta realizada en diciembre del año pasado a 200 familiares de ancianos alojados en las residencias, la primera constatación es que resultó muy difícil hacerla porque los ancianos apenas reciben visitas. Otras conclusiones: se informa bien sobre las incidencias de los residentes, la limpieza de los centros genera satisfacción y sobre el trato humano dispensado a los ancianos tampoco hay muchas críticas. Sí se registran algunas quejas (pocas) en lo que se refiere a infraestructuras, algunas más en cuanto a la dotación de personal y ya bastantes respecto de la amplitud de las estancias de las residencias concertadas. Por último, muy pocos familiares se quejan (y quien lo hace, casi siempre en las privadas y concertadas) de que las residencias cobren demasiado para el servicio que ofrecen. Pero veámoslo con un poco más de detalle:
- Las residencias informan bien sobre la evolución del anciano. El 90% de los familiares afirma sentirse bien informado, mejor aún en las concertadas (el 95% se muestra satisfecho).
- En materia de higiene, más satisfechos los de las privadas. El 45% de los entrevistados en residencias privadas aseguran que estas se encuentran perfectamente en cuestión de higiene.
- En el resto, los resultados son también satisfactorios, aunque cabe señalar que el 24% de los familiares de las residencias concertadas califican la higiene sólo de regular.
- Satisfacción con la limpieza de las residencias. Sólo el 7% de los encuestados calificaron la limpieza de “regular”. El resto, bien o muy bien. Y ninguna mal.
- Algunas quejas por las infraestructuras. El 94% afirman que la infraestructura de las residencias es buena o muy buena. Un 6% emitió quejas: ancianos mezclados y amontonados, falta de un buen jardín, ausencia de servicio de rehabilitación, falta de asistencia médica y escasa amplitud de las estancias.
- La amplitud de las residencias concertadas, criticada. El 30% de los entrevistados en centros concertados afirman que no son suficientemente amplias. En públicas y privadas apenas se registraron quejas en esta cuestión.
- En bastantes, el personal es escaso. Uno de cada cuatro encuestados considera que falta personal para atender a los ancianos. En las residencias públicas lo han considerado así el 13% mientras que en las privadas y concertadas los insatisfechos alcanzan el 33%.
- El trato humano al anciano, más que correcto, y un poco mejor en las privadas y concertadas.
- Más del 43% de los encuestados valoran el trato a los residentes como muy bueno.
- Valen lo que cuestan: la percepción de la relación calidad-precio en las residencias es positiva en casi todos los casos. Se muestran más satisfechos los familiares de usuarios de las públicas. En las concertadas y privadas, casi uno de cada cuatro opina que esta relación es regular.
La residencia ideal existe
Una residencia, pública, ha obtenido 9,9 puntos sobre 10 posibles, lo que sugiere que tanto las características y prestaciones tenidas en cuenta en este informe como el sistema de ponderación aplicado son realistas y se ajustan a las posibilidades del sector. En otras palabras, que una residencia, a nada que haga bien las cosas, puede aprobar el examen de CONSUMER e incluso conseguir nota: el 40% de las analizadas ha obtenido más de 8 puntos.
Veamos cómo es el centro que ha cumplido prácticamente todas las expectativas de esta revista. Destaca, de entrada, el folleto informativo, que contiene una detallada descripción de sus servicios e instalaciones, además de los principios que definen la filosofía de la residencia y su forma de actuar: “La residencia es un establecimiento público destinado a servir de vivienda alternativa para todas las personas mayores cuyo particular estado personal requiere apoyo específico y profesionalizado. No es un hospital, tampoco un hotel; es un lugar para vivir”.
Está emplazada en un lugar céntrico de la ciudad y sus comunicaciones son buenas; cuenta con parking propio para las visitas y dispone de un jardín muy bien cuidado para uso y disfrute de los ancianos. Se trata de un edificio de nueva construcción, inaugurado en 1.993. Su estado es impecable, tanto en limpieza y conservación como en lo relativo a la luminosidad de las salas y en la amplitud de las estancias. No existen barreras arquitectónicas, lo que permite una gran movilidad a sus usuarios. Todas las habitaciones disponen de baño con WC, lavabo y ducha, y tienen un dispositivo de llamada para cualquier emergencia, que funciona día y noche y está conectado a un puesto de control. Hay servicio de biblioteca y prensa diaria a disposición del usuario. También cuenta con una sala de rehabilitación y con servicio de peluquería, podología y atención psicológica. Existe un boletín mensual de actividades recreativas, que se expone en tablones anunciadores. Se celebran todos los cumpleaños de los residentes con una pequeña fiesta. Cuenta con capilla y hay misa diaria. Respetan la libertad de cultos y opiniones y ponen a disposición del residente el servicio de un capellán. Dispone de cafetería y se pueden recibir visitas en la habitación. Hay órganos de participación para los ancianos y sus familias, a los que se invita a intervenir en la vida de la residencia. Y cualquier queja o reclamación puede exponerse en el buzón de sugerencias.
El médico que atiende a los ancianos es especialista en geriatría, y la dotación de personal es casi inmejorable: corresponden sólo dos ancianos a cada cuidador de atención directa y, además, se cuenta con una plantilla independiente para el centro de día del que también dispone esta residencia. El 84% de las habitaciones son individuales y el resto, dobles.
Además, pueden ser decoradas por los propios residentes con enseres y muebles personales, como aparato de TV, video, sillón, etc, siempre que se adecuen al espacio disponible. Todas sus camas son articuladas y los residentes disponen de llaves para guardar sus pertenencias en su habitación. Existe cocina en el propio centro y se ofrece la dieta adecuada para cada residente, sugerida por un médico internista; y se puede elegir menú. En cuanto a la seguridad, el centro parece intachable: hay plan de emergencia, el personal está instruido para casos de incendio, se han realizado ya cuatro simulacros de incendio, y las instalaciones cuentan con sistema de detección de incendios y luces de emergencia.
El precio es de 120.982 pesetas mensuales por residente. Si no puede pagarlo, debe satisfacer cada mes el 75% de la duodécima parte de sus ingresos anuales, sin perjuicio de reconocer la deuda correspondiente (aceptación de deuda). Se debe asegurar que al anciano le queden al menos 180.000 pesetas anuales para sus gastos personales.