Javier Echevarría, filósofo e investigador

"La revolución doméstica mete el mundo en casa a través de las nuevas tecnologías"

1 enero de 2000

Asegura usted que los avances científicos y tecnológicos en esta nuestra sociedad de consumo están produciendo durante el último tercio del siglo XX una auténtica revolución doméstica. ¿En qué consiste este cambio tan drástico?

Las casas se están dotando de otro tipo de infraestructura tecnológica, fundamentalmente electrónica y digital, que permite conectar cada domicilio con lugares muy dispares del planeta. Los hogares se convierten, con la televisión, en ámbitos de representatividad pública; y con el teléfono y la telemática, en núcleos de interacción social. Las nuevas tecnologías alumbran un nuevo espacio social, el tercer entorno, que se diferencia claramente de los entornos natural y urbano. Los artefactos electrónicos son las puertas y ventanas del hogar hacia el tercer entorno. Yo llamo telecasa a ese conjunto de recursos tecnológicos, como el teléfono, la televisión, el teledinero, el ordenador personal, Internet… Esta irrupción de la telecasa en los hogares implica una profunda transformación de la vida cotidiana, una auténtica revolución doméstica que rompe la barrera entre lo privado y lo público, que introduce el mundo en casa a través del complejo sistema de representaciones digitales y artefactos tecnológicos.

Es de suponer que la revolución tecnológica se ha producido paso a paso. ¿qué significó, en opinión de un filósofo, la aparición del teléfono?

Gracias a este aparato, fue posible por primera vez tener vida pública sin salir de casa. Se podían mantener conversaciones entre enamorados, felicitar a los familiares, concertar citas profesionales, o incluso secretas, … El teléfono abrió en las casas numerosos ámbitos de libertad.

Y, ¿qué nos dice de la radio y la televisión?

Mediante ellas se genera opinión pública en los hogares -antes se creaba en ateneos, cafés, asambleas de fábrica, iglesias,…-, ya que la información radiada y televisada está producida para su consumo en el ámbito doméstico. En casa actúan los políticos, juegan los deportistas, cantan y bailan los artistas, debaten los intelectuales y combaten los militares. Además, gran parte de la actividad comercial pasa por las casas, en donde se publicitan los productos y se toman las decisiones de compra. En definitiva, la vida pública adquiere un formato doméstico: ya no hace falta salir a la calle para informarse de qué sucede.

El consumidor cuenta cada vez con más posibilidades de comprar con dinero de plástico. ¿Este también forma parte de lo que entiendes por “telecasa”?

Claro que sí. El teledinero o dinero electrónico ha reemplazado al antiguo ladrillo, hucha, colchón o caja fuerte. Con las tarjetas bancarias, se accede a los tesoros propios desde cualquier lugar del mundo, y, desde la pantalla de un ordenador, se puede gestionar la economía doméstica: comprar, vender, transferir… La aparición del dinero electrónico, que se reduce a puro número y circula instantáneamente a la velocidad de la luz hasta cualquier punto del planeta, ha traído consigo una auténtica revolución monetaria que también se manifiesta en las casas.

¿Qué cambios están suscitando las redes telemáticas y, fundamentalmente, Internet?

Las redes telemáticas están propiciando el cambio más profundo y el más esperanzador, desde el punto de vista de las libertades individuales. Este nuevo sistema de interrelación planetaria, del que la red Internet es hoy por hoy su punta de lanza, ha calado, además de en las oficinas, en las casas. Tratándose de una estructura horizontal e interactiva, que también conserva memoria de todo lo transferido, representa la cota más alta a la que está llegando la mencionada revolución doméstica.

¿Es cierto que la tecnología multimedia, aparte de transformar la información, modifica también la memoria de cada uno de nosotros?

En cierta medida sí, porque la revolución doméstica no sólo atañe a las comunicaciones. Las videotecas, los disquetes informáticos y los CD multimedias son otras tantas formas de rememoración de los gustos, de las aficiones y de las escenas domésticas, de las que, antiguamente, sólo quedaba memoria oral o, a lo sumo, escrita. La fotografía fue un paso intermedio. En la actualidad, esa memoria se ha ampliado enormemente, permitiendo archivar muchos más datos, por una parte, y muchos más aspectos de la vida individual y familiar, por otra. El antiguo baúl de los recuerdos está pasando a ser representado audiovisualmente y a estar conservado en formato de discos compactos, que incluyen objetos, personas, vivencias, viajes, fiestas familiares y correspondencias privadas. Por lo tanto, la memoria familiar se está modificando radicalmente.

En lo que denomina tercer entorno, ¿la transformación más radical en el ámbito doméstico tiene que ver con la actividad comercial?

El mercado ha invadido los hogares. Este hecho no tiene precedentes en la historia, ni siquiera cuando las casas eran las unidades económicas fundamentales de producción y consumo. En la actualidad, una parte cada vez mayor de la actividad productiva está destinada a ser consumida en los hogares. Los auténticos escaparates de los comerciantes han comenzado a diseñarse para los ámbitos domésticos, y en cuanto al consumo, viene predeterminado por un consumo previo de imágenes y de marcas realizado, a través de la telepublicidad, en las casas.

¿Qué opina del comercio electrónico?

En las últimas décadas, hemos pasado de las tiendas y mercados clásicos a los hiper. Estas formas de comercio se caracterizan por el gran tamaño del local y la diversidad de mercancías ofertadas. Pero también ha surgido un nuevo espacio comercial, Internet, que aporta un tamaño todavía mayor (red mundial y transfronteriza), y concentra una amplísima oferta en un entorno mínimo (la pantalla del ordenador doméstico). Internet implica un nuevo modo de comercio, el telemercado o comercio a distancia. La empresa vendedora puede estar ubicada en un continente, los dependientes en otro, el mostrador en un tercero, la mercancía en un cuarto y el comprador en un quinto continente, sin que sea precisa una coincidencia simultánea de todos ellos. Por lo tanto, la página Web es la fachada del comercio telemático, diseñada conforme a los objetivos del comerciante y los gustos de la clientela.