El microclima de los edificios puede enfermar a sus ocupantes
Muchos de esos recintos disponen de sistemas de ventilación/climatización forzada del aire, que comenzaron a proliferar en la década de los 70. Se trata, por lo general, de edificios herméticos que cuentan con ventanas, aunque no son utilizables para la ventilación natural sino para iluminación. La toma de aire se realiza desde el exterior y se distribuye hacia el interior. Son edificios funcionales que se destinan habitualmente a oficinas, comercios, grandes superficies, empresas, escuelas, guarderías, residencias, hoteles, y que también cumplen otras características: inmuebles ligeros y poco costosos, superficies interiores recubiertas de material textil o sintético. También algunas residencias privadas y viviendas se construyeron con instalaciones de aire acondicionado, por considerarse que era un magnífico exponente de confort.
Sin embargo, años después se empezaron a describir cuadros clínicos, manifestaciones que parecían guardar relación con el microclima generado en este tipo de inmuebles. Así, ante las evidencias, se terminó por reconocer el Síndrome del Edificio Enfermo (SEE), que designa al conjunto de síntomas que presentan los individuos ocupantes de estos bloques. Para poder hablar de edificios enfermos es necesario que más del 20% de sus ocupantes habituales presente alguna de las manifestaciones del SEE (escozor de ojos, sequedad de la piel, congestión nasal, roquera¿). Salvo en algunos casos, no es una patología severa, aunque todavía no se conoce bien. Además, el aire acondicionado no es el único responsable del SEE; otros factores y circunstancias pueden originar los síntomas y las quejas: materiales de construcción, tipo de actividad, hábitos de los ocupantes, entorno donde se hace la toma exterior de aire…
Factores de riesgo
Contaminantes ambientales como compuestos químicos y biológicos pueden estar presentes en el aire y causar alguno de los síntomas. Los contaminantes más significativos son dióxido de carbono, monóxido de carbono, vapores orgánicos, fibras, polvillo en suspensión.
Los propios ocupantes se convierten en fuentes de contaminación: el fumar origina humo que es reciclado por el sistema y distribuido por todo el edificio y lo mismo ocurre con los materiales usados para la limpieza y desinfección, con el ozono desprendido por las fotocopiadoras, y con otros productos que se lanzan al ambiente. No hay que olvidar los contaminantes que pueden proceder del exterior en función de cómo se realiza la toma de aire exterior.
Los olores, los problemas de iluminación, el ruido también pueden también contribuir al disconfort y a la aparición de algunos síntomas. Pero son fundamentalmente la temperatura y el grado de humedad los que más problemas generan debido a las desigualdades existentes entre unas zonas y otras del mismo edificio, ya que es difícil que su distribución sea homogénea.
También la ionización de la atmósfera de estos edificios se ha mencionado como causa del SEE. Los iones son moléculas del aire que contienen pequeñas cargas eléctricas. Hay iones positivos y negativos, y están en una proporción de cinco a cuatro en una atmósfera equilibrada. En las ciudades hay un exceso de iones positivos, mientras que en el campo y en las sierras abundan los negativos. La ausencia de iones negativos en un ambiente cerrado podría ser la causa de muchos síntomas según algunos expertos, pero no hay evidencia científica de ello y tampoco la utilización de generadores de iones ha evidenciado beneficios.
La ventilación insuficiente es una de las causas que con más frecuencia se aduce. La medición de CO2 es un buen parámetro para medir la calidad del aire: cuando las renovaciones son insuficientes, la concentración de CO2 supera las 1000 ppm (partes por millón) e indica un mal funcionamiento del sistema de ventilación. El aire “preparado” es una mezcla de diferentes proporciones de aire exterior e interior que ha sido filtrado, calentado o enfriado, humidificado o deshumidificado en función de las necesidades. Un funcionamiento deficiente provoca cambios que son percibidos por los ocupantes y que además pueden ser objetivados con las mediciones oportunas: concentración de CO2, temperatura, humedad relativa y absoluta y otros parámetros que exigen técnicas más sofisticadas.
Parámetros de calidad del aire
Organizaciones nacionales e internacionales han desarrollado guías y estándares de exposición. En ellas se definen criterios para valorar la calidad del aire en función de los contaminantes químicos, biológicos, temperatura, humedad…
Algunos de los indicadores:
- Temperatura operativa del aire: 22ºC ±2ºC para invierno y 24,5ºC±1,5ºC para verano.
- Temperatura de superficie de suelo entre: 19 y 26ºC
- Velocidad media del aire: inferior a 0,15 m/seg en invierno y 0,25 m/seg en verano
- Concentración de CO2: inferior a 1000 ppm
- Humedad relativa: entre 40% y 60%
- Suministro de aire: superior a 30 m3/hora/persona que debe triplicarse en caso de que haya fumadores.
Los contaminantes biológicos como hongos o bacterias se reproducen fácilmente en filtros, unidades de refrigeración o paneles aislantes de las conducciones porque en ellos encuentran condiciones de humedad, temperatura y nutrientes que favorecen su crecimiento. Para eliminarlos hay también establecidos límites tolerables y estrategias de muestreo, procedimientos analíticos y recomendaciones.
Problemas más frecuentes de los edificios con aire acondicionado
- Contaminantes procedentes del exterior
- Contaminación generada por sus propios ocupantes: tabaco, fotocopiadoras, operaciones de pintura, limpieza, reparación…
- Contaminantes que provienen de zonas especiales: cocina, imprenta, laboratorio…
- Escasa renovación del aire
- Diferencias de calidad del aire entre zonas
- Presencia elevada de contaminantes biológicos
- Limpieza insuficiente del edificio
- Contaminación de origen accidental: vertidos, roturas de recipientes con productos químicos, escape de gases…
Salvo en algunos casos excepcionales, las patologías que aparecen no son severas. Los síntomas más frecuentemente descritos se pueden agrupar en cinco categorías:
- Oculares: escozor, enrojecimiento y lagrimeo.
- Cutáneos: sequedad de la piel, prurito (picor) generalizado o localizado, enrojecimiento.
- Vías respiratorias: rinorrea (moquillo), congestión nasal, estornudos, picor nasal, hemorragias nasales, sequedad de garganta, carraspera, ronquera.
- Vías respiratorias bajas (bronquios y pulmones): sensación de opresión torácica, sensación de ahogo, pitidos en el pecho, tos seca.
- Generales: dolor de cabeza, dificultad para concentrarse, irritabilidad, somnolencia, mareos.
También se han descrito enfermedades más severas: neumonitis por hipersensibilidad, fiebre de los humidificadores, asma, rinitis crónica, dermatitis¿ Y, excepcionalmente, pero con carácter muy grave puede aparecer la temida Legionelosis, de la que hemos tenido noticias recientemente. La solución a estos problemas no es fácil y muchas veces resulta costosa, pero los trastornos que afectan a los ocupantes de estos edificios justifican la adopción de medidas, como estudios de la calidad del aire, análisis de las fuentes de los problemas y prácticas correctoras para su solución.