Una manera de dar vigor a las plantas
La mayoría de las plantas hibernan desde noviembre hasta primavera, y este periodo es precisamente el mejor para la poda, operación que vigoriza el tronco y las ramas, regula el crecimiento y elimina las partes dañadas o enfermas. También hay argumentos estéticos para usar las tijeras de poda en esta época. Con el fin de no cometer errores y respetar el ser vivo que es la planta, árbol o arbusto, la poda debe emprenderse con conocimientos de técnicas de corte, que se adaptarán a cada caso. Aunque no es difícil, podar significa intervenir en la naturaleza de la planta por lo que conviene evitar cualquier traumatismo que la perjudique. La poda comienza observando el ejemplar detenidamente y descubriendo las ramas dañadas, enfermas o muertas al ras del tronco. Cortar éstas no supone peligro alguno, pero para determinar qué ramas adicionales sacar sí habrá que ser cauteloso. El centro del árbol o planta debe quedar despejado para que llegue luz al resto, y si se pretende rebajar la ramificación porque la planta, árbol o arbusto da mucha sombra u ocupa demasiado espacio, será fundamental hacerlo poco a poco, para no lograr el efecto contrario: que crezca sin parar.
¿Cuándo podar?
Hay dos tipos de árboles ornamentales: los que pierden las hojas en otoño -los de hoja caduca- y los que mantienen sus hojas verdes durante todo el año. El matiz del color de las hojas es fundamental, ya que los árboles de hoja verde perenne han de tratarse como si fueran caducos: puede que las hojas no caigan, pero acabarán marchitándose. A la hora de la poda apenas hay diferencia entre árboles de hoja caduca o perenne, y en ambos casos se esperará al invierno para intervenir. No obstante, es preferible aguardar a las heladas para actuar con los árboles perennes, mientras que conviene adelantarse al frío intenso para podar árboles caducos.
El proceso de la poda
La poda es una operación traumática que altera el desarrollo y morfología natural de las plantas. En una selva, la propia naturaleza se encarga de practicar la poda, con lo que allí sólo saldrán adelante las plantas más fuertes, las más altas… Pero como jardines y terrazas no están llamados a convertirse en selvas sino en un conjunto armonioso, ha de admitirse la necesidad de la poda. No obstante, decidir qué ramas podar, cómo hacerlo y por dónde suscita muchas dudas. Se corre el riesgo de devastar las plantas, de tratar a todas por igual y hasta de mutilarlas, lo que se conoce como “carnicería del jardín”. Para evitar daños hay que recordar que la poda debe obedecer a las características morfológicas y fisiológicas de la especie. Para ello hay que conocer la técnica y adaptarla a las etapas de desarrollo de la planta.
Herramientas, según el tamaño de la rama
Las herramientas para podar se eligen en función del tamaño de la rama, no según el de la planta. Para ramas pequeñas basta con podaderas manuales, aunque antes hay que asegurarse de que la herramienta esté bien afilada para que el corte sea limpio y no cause desgarros. Las ramas grandes que requieren el uso de sierra deben sostenerse con una mano mientras se hace el corte. Si la rama es demasiado grande y no se puede sujetar, habrá de hacerse el corte en tres pasos para no desgarrar la corteza.
La poda de ramas muertas es sencilla. El corte se realiza fuera del anillo de tejido cicatricial que se haya formado entre el tronco o tallo sano y la rama muerta, procurando no causar daño innecesario.
Cortar las ramas vivas es más delicado. Para dar con el lugar por donde podar, hay que buscar el cuello de la rama que sale del tronco debajo de la base de la rama. En la superficie de encima suele haber un reborde de corteza de la rama (más o menos) paralelo al ángulo de la rama, a lo largo del tronco del árbol. Un corte correcto empieza fuera del reborde de corteza de la rama y baja en ángulo, apartándose del tronco del árbol. Sin lesionar el cuello de la rama, el corte perfecto se logra acercándose lo más posible al tronco, en la axila de la rama, pero fuera del reborde de corteza de ésta, para que el tejido del tronco no sufra lesiones y la herida sane lo antes posible. Si el corte se hace demasiado lejos del tronco, dejando un tocón de rama, el tejido de ésta muere y la herida se cierra con tejido cicatricial procedente del tronco. La herida tarda en cerrar porque ese mismo tejido del tronco tiene que sellar también el tocón.
Los restos de la poda (ramas y hojas) los podemos destinar a convertirlo en compost o llevarlos a los contenedores especializados que recogen este tipo de desechos.
- Poda de formación: contribuye a lograr la estructura deseada en la planta, para que alcance rápidamente la forma natural por la cual ha sido elegida y plantada. Por ejemplo, un ciprés macrocarpa puede ser plantado para formar un seto o para que crezca en forma espontánea en todo su esplendor.
- Poda de producción: su objetivo es estimular la producción de órganos naturales, como flores, hojas, y frutos. La Lavandula spicolta (Lavanda), por ejemplo, puede plantarse para lograr follaje y flores vistosas y aromáticas, para destacar de forma inliidual o como macizo, o para formar una bordura compacta y delimitar espacios en el jardín. En el primer caso la poda es parcial, se limpia la planta de flores maduras y se controla su crecimiento. En el segundo, es intensa y frecuente con el fin de mantener la planta compacta y baja; no interesan las flores, sólo el follaje. La poda de producción se utiliza con las especies frutales.
- Poda de renovación: se aplica a las plantas que han envejecido o que se han agotado prematuramente debido al intenso crecimiento y a su productividad. Se debe practicar solamente en plantas vigorosas, de raíces y tallos gruesos, que han almacenado gran cantidad de sustancias de reserva que utilizarán los nuevos brotes. Esta poda se realiza normalmente durante el invierno, sobre las ramas estructurales o basales, a partir de las cuales se renovará la planta.
- Poda de limpieza: esta es la poda más cotidiana y se realiza como primer paso en la poda invernal para suprimir flores maduras y elementos dañado o secos. Como la expresión revela, se practica para mantener las plantas limpias.
- Poda de despunte: consiste en cortar el ápice (punta) del tallo para suprimir su crecimiento o estiramiento, induciendo a la planta o tallo a ramificarse. Así se logran plantas de más volumen, frondosas y compactas.
- Poda de raleo: tiene como objetivo disminuir la densidad de follaje (ramas) en las plantas, para facilitar la ventilación y evitar la competencia entre los elementos de la planta. Se inicia con la eliminación de las ramas débiles mal orientadas y ubicadas, cortándolas en su base.