Estamos en época de rebajas, ¿cómo sugiere que las afrontemos?
En rebajas, como en cualquier compra de ropa, conviene mirar en la etiqueta la composición, la marca y el precio. Con estos tres datos hay que hacer la cuenta, ahora en euros, para calcular qué vamos a comprar y a qué precio. Encontraremos buenas oportunidades, pero no olvidemos que la calidad se paga. En cualquier caso, deberíamos comprar de manera racional, sin hacernos falsas expectativas y buscando lo que necesitamos.
Vestir es una necesidad, pero ¿hasta qué punto la moda se ha convertido en un mero consumismo y en un símbolo cultural?
La moda se funde con la cultura y la propia historia explica este vínculo. Se parte de la necesidad de cubrir el cuerpo, aunque en seguida aparece el concepto estético: huir del desnudo con buen gusto y con el objetivo de agradar a los demás. En la era de los descubrimientos los tejidos pasan a ser esenciales: la ruta de la seda y la del lino son dos ejemplos. Y las fábricas textiles se convirtieron en símbolos de la revolución industrial y de la liberación de la mujer. Pero la revolución definitiva en el mundo de la moda se vivió a principios del siglo pasado, cuando aparece la figura del diseñador, un profesional abstraído del mundo del corte y la confección y que procede de cualquier ámbito. Se empieza a distinguir la parte creativa de la industrial, ya no son los modistas y sastres quienes deciden qué elaboran, porque antes está la labor del diseñador que crea la moda. Pero no confundamos moda con diseño. Si bien la moda es efecto del diseño y provoca nuevos consumos, el diseño no se limita a generar nuevas ideas para ser consumidas; su función es menos efímera y más profunda, ya que nace de una actitud creadora.
Entonces, ¿qué es lo que se ve en las pasarelas y para qué sirve a un consumidor contemplar esas glamourosas puestas en escena?
Las pasarelas son escaparates, es la manera de comunicar lo que se está haciendo en el campo de la moda, hay que verlos como un acto cultural, como una expresión creativa. Cuando subimos a una pasarela no estamos pensando en vender, para presentar comercialmente las colecciones organizamos otros encuentros. En la pasarela se exponen criterios, gustos, personalidad y conceptos.
En los años 80, incluso los primeros 90, las pasarelas escandalizaban, los desfiles rompían y las propuestas eran transgresoras. Ahora, parece que la creatividad es más conservadora.
Los años 80 fueron muy atrevidos y creativos. Ahora, la sociedad es más conservadora, no quiere cambios, busca la tranquilidad. De todas formas, romper es la labor de los jóvenes diseñadores, han de ser ellos los que sorprendan.
Precisamente, esa juventud demanda, y no encuentra centros de formación, como los que existen en Italia, para ser un profesional de la moda. Usted planteó que se llevara a la Universidad esta formación específica. ¿Qué hay de aquello?
Se trata no tanto de otorgarle cariz universitario como de formar a los profesionales a nivel superior. Además, y esto se desconoce, la industria de la moda tiene una gran capacidad de crecimiento y de generar puestos de trabajo, sólo hay que ver el caso de Italia y Estados Unidos. Nuestro país no tiene un engranaje industrial básico serio, hablo de directivos, gestores, estilistas, sastres, comunicadores… Nuestra Asociación promueve cursos dirigidos a estos jóvenes que quieren hacer de la moda su profesión.
En la última década, los nuevos diseñadores defendieron la estética minimalista: el negro, el blanco y, ante todo, la contención y la sencillez. ¿Este minimalismo es un periodo efímero o, al contrario, un movimiento artístico ya consolidado?
El Minimalismo evolucionará como lo hizo el Barroco o el Romanticismo, porque es un movimiento artístico y como tal terminará muriendo, pero no sin antes haber impregnado su filosofía en ámbitos más allá de la moda: el hogar, la música… y, si me apuras, hasta la gastronomía. Pero pasará aunque no ha surgido ninguna corriente con la fuerza suficiente para desplazarlo.
Otra rasgo del final de siglo es el abaratamiento del diseño, la ropa barata pero con el valor añadido de la moda más emergente.
El consumidor sabe cuándo está pagando barato y no se engaña con el falso lujo. El mercado ha simulado que se puede encontrar tejidos de calidad a bajo precio, pero no es tan cierto. Cuando te compras una prenda barata has de ser consciente de que su vida útil va a ser corta. Sucede que hoy se le ha añadido imagen y diseño, y ahí queda de manifiesto un problema: el diseño no es un copyright que se pueda registrar.
¿Cómo sienta a los creadores la popularización del diseño de élite?
Pues nos preocupa poco, porque sigue existiendo el consumidor que no quiere comprar falsificaciones ni imitaciones. Pero me preocupa que se pierda la zona intermedia mientras que sobrevive lo barato que es copia y lo caro que es original. Al final es consumo o alto consumo, la posibilidad de comprar una litografía de Picasso o un Picasso, ambos tiene valor, pero la diferencia es abismal. La pregunta que se tiene que hacer el consumidor es si le gustaría tener una prenda de una marca de prestigio, y saber si se lo puede permitir.
La calidad ¿va unida a los tejidos naturales?
Nosotros hemos investigado con nuevos tejidos, pero nuestra base sigue siendo lo clásico: la buenas lanas, sedas o linos.
¿Y dónde cabe la obsesión de Balenciaga: el patronaje?
Es la estructura, la raíz de todo el trabajo. El diseño de los patrones es un trabajo arquitectónico que responde a una investigación: dónde está la pinza y dónde el corte, que se une a la maestría de manejar los tejidos clásicos y otorgarles nuevos volúmenes, que surjan prendas diferentes… Aunque trabajes con nuevas tecnologías, la sastrería sigue siendo saber cortar. Se necesitaría un máster para formar a la juventud en el conocimiento de lo qué es un buen patrón. No han vivido la época en la que lo importante era un buen tejido adecuadamente cortado. Cuando una novia viene a nuestro estudio, si está acompañada por la abuela sabemos que la comunicación va a ser más fácil y que el trabajo se va a entender.
Y qué nos dice de la relación entre moda y anorexia.
En un tema que empieza a estar superado. Asociar la moda con esta enfermedad generó un interés morboso de los medios de comunicación, pero los hechos demostraron, y lo certificaron los médicos, que la anorexia es una enfermedad demasiado compleja y seria como para atribuir su incidencia o aparición al hecho de que los diseñadores de moda ofrecieran determinadas imágenes. No tenemos tanto poder. El problema de la anorexia es grave, y decir a una madre que la enfermedad de su hija la provoca que las modelos sean delgadas es hacerle un flaco favor, y no reduce su sufrimiento.
La moda ya no es sólo ropa, está en todos lados: complementos, decoración, perfumes, útiles domésticos…
Es que el diseñador ha dejado de ser un artesano, y su trabajo es más genérico. Hay diseñadores de moda que proceden de la arquitectura, la ingeniería o la filosofía. Es un analista del gusto que termina haciendo de todo, porque el diseño llega a todo. La marca de un diseñador puede generar muchos productos. Yo animo a los empresarios a que se lancen en este terreno, tenemos muy pocos copyright. El diseño italiano, es eso, diseño en todos los ámbitos. Debemos hacer nuestras propias licencias.