Peligros y ventajas del bisturí
El culto al cuerpo se ha convertido en uno de los negocios más rentables de los últimos tiempos. Sólo en España factura 100.000 millones de pesetas, más de 600 millones de euros. Del mismo modo que se acude a un dentista para un arreglo de boca, hoy cualquier persona puede aumentarse el pecho, quitarse arrugas, cambiar de nariz, eliminar la flacidez y la grasa, tensar el abdomen, pegarse unas orejas de soplillo o conferir volumen a sus pómulos o boca. Los precios de la mayoría de estas intervenciones oscilan entre 150.000 (901 E) y un millón de pesetas (6.010 E). Las formas de pago dejaron de ser un problema hace tiempo, ya que se pueden abonar en plazos.
En un inicio, la medicina plástica desempeñaba una función reparadora frente a las fatalidades de la vida. En los años sesenta, Estados Unidos abanderó la revolución de la medicina plástica atendiendo a imperativos estéticos. Y, a pesar de que el culto a la juventud eterna a golpe de talonario y operación quirúrgica no arribó a España hasta la década de los ochenta, hoy ya nos igualamos a Italia en número de intervenciones y sólo Estados Unidos y Brasil nos superan.
Las nuevas técnicas de la cirugía estética, más seguras y menos agresivas que antaño, y sus secuelas cada vez menos visibles, han contribuido a que se fuera desterrando el miedo que suscitaban las intervenciones de este tipo. Pero, de todos modos, someterse a una operación de cirugía estética es un asunto muy serio. A los riesgos inherentes a cualquier operación, hay que sumar el proceso de preparación y, en ocasiones, un postoperatorio plagado de problemas. Aún así, el número de estas intervenciones no para de crecer. Según la Sociedad Española de Medicina y Cirugía Estética, desde 1992 hasta hoy, el número de esta operaciones ha crecido en un 150%. Y en ese aumento, los varones han tenido mucho que ver: se operan el doble que hace dos años, mientras que entre las mujeres ese crecimiento ha sido menos espectacular, tan sólo un 14% más que hace dos años han pasado por el quirófano para mejorar su físico.
No es oro todo lo que reluce
Como cirugía que es, la estética también comporta los riesgos inherentes a cualquier operación (problemas de anestesia, mala cicatrización, etc…). En 2000, la Asociación Defensor del Paciente recibió un 30% más de denuncias por negligencia que el año anterior. Según la Unión Profesional de Médicos y Cirujanos Estéticos, de 250.000 operaciones realizadas el año pasado, se presentaron menos de un 2% de denuncias contra el sector.
Se estima que en nuestro país hay cerca de 5.000 médicos que ejercen la cirugía plástica sin titulación apropiada. O lo que es lo mismo, que no ha realizado prácticas hospitalarias y sólo posee una formación básica al respecto. Por ello, cuando a uno de estos doctores le surge una complicación es más probable que no sepa solucionarla, porque no es su especialidad; naturalmente, aumenta así la posibilidad de que el paciente sufra daños evitables.
La consecuencia más leve de una mala praxis en este campo es un mal resultado: asimetrías, lifting face (como llaman los estadounidenses a los rasgos tensos de un estiramiento poco cuidado) o un incremento exagerado del pecho (una de cada cuatro mamoplastias sale mal), antiestético y lesivo para la espalda. Dentro de las más graves se encuentran los daños en el nervio facial, la pérdida de expresividad o graves complicaciones después de una liposucción, que provoca una disminución de la tensión arterial que debe encararse en un hospital, y que tiene el dudoso honor de contar con un mayor índice de mortalidad, debido a que se extraen volúmenes grandes de grasa sin hospitalización y con cantidades enormes -y por tanto tóxicas- de anestesia local.
La hipoteca de la belleza
La cirugía estética se está convirtiendo en un servicio de consumo masivo, incluso entre los hombres. Sólo en España, y en el último año, se han realizado unas 250.000 operaciones de estética, con un coste medio por intervención de 400.000 pesetas (2.404 E). Esta industria del milagro ya factura en este país 100.000 millones de pesetas (600 millones de euros).
Privilegio de ricos y famosos hasta hace pocos años, gracias a la gran demanda y al avance de las técnicas (más sencillas y con menos gasto hospitalario), los precios de las intervenciones han descendido entre un 7% y un 9%, de manera que han dejado de ser tan prohibitivas. Ahora, personas casi de toda clase y condición económica recurren a la cirugía para mejorar su aspecto físico.
Para facilitar aún más el acceso a la belleza, la mayoría de las clínicas españolas (hay un 15% más de establecimientos de este tipo que en 1996) ofrece sistemas propios de financiación. Se trata de préstamos personales concertados entre la clínica y el banco que, permiten al usuario abonar las intervenciones a plazos, hasta en más de cuatro años.
Los hombres también se animan
Y no dudan en pasar por el quirófano para verse más atractivos. En 2000, más de 40.000 hombres se sometieron a operaciones de párpados, orejas, liposucción, depilación por láser o implante de cabello, mientras que el 1995 sólo 15.000 confiaron en el bisturí para retocar esa parte de su cuerpo con la que no se sentían conformes. Los retoques más demandados por los españoles son el transplante de cabello (300.000 ptas , 1.803 euros),la rinoplastia (250.000 ptas -1.502 E) y la plastia de párpados para quitarse las bolsas de los ojos, que cuesta entre 150.000 y 300.000 pesetas (entre 901 y 1.803 E).
Si piensa someterse a una operación de cirugía estética…
- La cirugía estética es un contrato de resultados, por lo que siempre se debe quedar mejor que antes. Solicite por escrito los resultados que se obtendrán con la operación. Y pida fotografías del antes y del después.
- Conozca de antemano de las graves consecuencias que puede acarrear un fracaso en una operación de estética.
- Emplee el tiempo necesario en elegir quien le operará. Infórmese de la experiencia del cirujano y de si está colegiado. Pida referencias a las asociaciones profesionales, a su médico de cabecera y otros doctores.
- Compruebe que la clínica a la que acude está legalizada y acuda con un testigo que declare en caso de que la operación constituya un fracaso.
- Pida segundas, terceras y hasta cuartas opiniones. El médico debe asesorarle, no “venderle” una operación. Desconfíe de quien le prometa imposibles.”
- Exija el presupuesto por escrito, desglosado y especificando los materiales que se van a utilizar. Pida factura y copias de los documentos que firme, incluido el consentimiento de la operación. El pago final no debe superar lo presupuestado. No pague nunca con cheque al portador. No debe abonar el IVA si la intervención tiene por objeto tratar una enfermedad o sus secuelas. Si se somete a una técnica netamente estética, deberá pagar un IVA reducido del 7%.
- No se opere para gustar a alguien. Es posible que las personas de su entorno respondan positivamente a la intervención, pero la cirugía plástica está pensada para producir cambios en usted, no en los demás.
Derechos de los pacientes
Las personas que por motivos de salud psicológica o física sean protagonistas de una operación de cirugía plástica tienen, como cualquier otro paciente, una serie de derechos que se recogen en el artículo 10 de la Ley General de Sanidad.
- Derecho al respeto de su persona, a su dignidad humana y a su intimidad.
- Derecho a obtener información sobre los servicios sanitarios.
- Derecho a la confidencialidad de toda la información relacionada con su proceso.
- Derecho a ser advertido de si los procedimientos de diagnóstico y terapéuticos son utilizados en proyectos docentes y de investigación.
- Derecho a que se le dé en términos comprensibles a él y a sus familiares o allegados información completa y continua.
- Derecho a la libre elección entre las opciones que le presente el responsable médico de su caso.
- Derecho preciso al consentimiento informado.
Según el Colegio Oficial de Psicólogos de Valencia, los motivos que inducen a una persona a operarse son muchos y variados, y tienen su origen “en una insatisfacción de muchos tipos. En ocasiones está relacionada con el ideal que nos hemos planteado, como el de una actriz admirada, o con querer dar cierta imagen o, simplemente, con tratar de evitar el efecto del paso del tiempo”.
No hay un perfil determinado de personas que quieren modificar su imagen externa. En la mayoría de los casos, no sufren trastornos especiales ni traumas de autoestima. Lo que sí se da es una importante influencia de los estímulos externos a la hora de crear un ideal de belleza y de tratar de conseguirlo.
La preferencia por el bisturí frente a otros sistemas para obtener el físico deseado se debe en gran medida a la comodidad que impera en nuestra sociedad, ya que “modelar un cuerpo y mantenerlo flexible se puede conseguir con deporte, pero es mucho más lento y requiere más fuerza de voluntad que el bisturí”. Desde el Colegio Oficial de Psicólogos de Valencia se recuerda que “los cuerpos ideales no existen. Es importante que una persona lo asuma y se acostumbre a negociar con la realidad”.
Esto es así, porque se pueden dar casos “en los que después de una operación que un paciente consideraba imprescindible para sí mismo, vuelva una insatisfacción por otro motivo y no se haya solucionado el sufrimiento interior de la persona”. De ahí que los profesionales de la psicología recomienden que “antes de que una persona recurra a la cirugía, hable y trabaje con un profesional para conocer realmente su deseo.”
Más graves son los casos protagonizados por adolescentes cuyo cuerpo no les satisface. Según el Colegio Oficial de Psicólogos de Valencia, “los padres deberían razonar con sus hijas y no dar una negativa directa, sino proponer una espera. Después, en función de la situación de angustia que sufra la adolescente, se puede volver a valorar la posibilidad de una operación estética. Pero también se puede aplacar esa angustia o esa obsesión con una psicoterapia”.