Cuando habla en público o escribe sus artículos para la prensa hace gala de su condición de científico y de su escepticismo, no en vano es presidente de la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico.
¿Cómo se cuenta y se explica la astronomía a los no iniciados?
Es un tema muy amplio, aunque partimos de una ventaja: a la gente le llama la atención el cielo. El público no conoce mucho del firmamento, porque no lo ve. En las ciudades iluminamos el cielo en vez de iluminar las calles, con lo que nos perdemos un espectáculo maravilloso que sólo descubrimos en vacaciones, cuando estamos en el campo o en la playa. Sentimos curiosidad por el cielo y a la vez pensamos que es complicado, pero no lo es tanto. Hay que tener paciencia, como cuando visitamos por primera vez una gran ciudad. Para entender el cielo nos podemos guiar por mapas, planisferios o enciclopedias temáticas que nos explicarán que es lo que vemos en cada momento. Es más fácil de entender en los planetarios, donde la astronomía se plantea como un juego o como un gran espectáculo audiovisual: cuando se hace de noche podemos ver el cielo y sus elementos moviéndose. Los planetarios están más pensados para quien no conoce la astronomía que para los aficionados a ella, que ya disponen de sus propias herramientas, como los grandes telescopios.
¿Corremos un peligro real con tanto satélite artificial rondando por encima de nuestras cabezas?
No hay problema, puesto que estos satélites normalmente se fundirían al atravesar la atmósfera por la velocidad en que viajan, de unos 30.000 kilómetros por hora. Eso sí, a veces cae algún trozo. La nave Skylab dejó caer uno sobre Australia, y de la Soyuz 7 se desprendió otro fragmento que cayó en los Andes. En febrero van a bajar la estación Mir, si no se cae antes, y aunque la van a dirigir al Pacífico, como en los dos casos anteriores, siempre cabe la posibilidad de que algún trozo caiga en un sitio no previsto. De todos modos, creo que podemos estar tranquilos al respecto.
¿Por qué conceden los especialistas tanta importancia a los eclipses y a los cometas?
Estos fenómenos nos permiten a los divulgadores científicos acercar a la gente a nuestros saberes y quehaceres. Es como cuando los medios de comunicación celebran el centenario de un músico y eso les permite hablar de la ópera, por ejemplo. Las efemérides son excusas para abordar ciertos temas. Qué mejor que el enganche de un eclipse de sol para hablar y explicar cuestiones del firmamento, o para animar a que echemos una mirada al cielo. Esos fenómenos, como las conjunciones de planetas, cometas, eclipses¿ eran vistos en la antigüedad como presagios de desastres y ahora los contemplamos tranquilos , sabemos que no se acaba el mundo y que los desastres siguen ocurriendo igual eclipses o hechos similares.
¿Habrá que convertir en parques temáticos los museos de la ciencia y los planetarios para que acuda más público a ellos?
Este tipo de sitios no son exclusivos para el público infantil, y cada vez más ofrecen contenidos científicos atractivos, nada complicados o aburridos. Uno de los grandes errores de la gente es creer que esto de la ciencia es un rollo. Todo lo contrario, es muy divertida y nosotros tratamos de mostrar ese componente de sorpresa que tiene la ciencia. Intentamos que el público se enfrente al mundo de forma curiosa y se interrogue por todo aquello que ve. En definitiva, nos gustaría que los adultos se divirtieran con un ocio más interactivo, que les habilite para preguntar y criticar lo que perciben. Estos centros disponen de una tecnología que permite aderezar el mensaje de forma espectacular: grandes audiovisuales, aparatos que se mueven, rayos láser¿ pero todo esto no funcionaría sin lo más importante, una historia apasionante que contar.
¿Por qué los divulgadores científicos como usted atacan a las ciencias ocultas, pseudociencias y disciplinas similares?
Las pseudociencias podríamos definirlas como algo que se nos está vendiendo en los medios de comunicación, sobre todo en la televisión, y que intentan explicar cosas para que las la ciencia no tiene respuesta. Son fenómenos paracientíficos, entendidos como aquello que está fuera de la ciencia, aunque no les importe vestirse con las galas de ésta. Por ejemplo, siempre hay una universidad desconocida que dicen que avala sus tesis. Son falsas ciencias (la astrología, los platillos volantes, los poderes ocultos de la mente¿), que pretenden pasar por ciencias cuando no lo son. La labor de los científicos es someter a crítica las investigaciones, cosa que estas falsas ciencias no hacen.
¿Tiene algún fundamento científico la astrología? ¿A qué atribuye el enorme auge que disfrutan los horóscopos, el tarot o los videntes?
Definitivamente, ninguno. La astrología hay que entenderla dentro de esa necesidad de predecir lo que nos sucederá, que ni siquiera es una característica exclusiva del ser humano. Si hay animales supersticiosos, como las palomas, que repiten actos por muy poco lógicos que sean si los asocian con beneficios concretos, cómo no lo vamos a ser nosotros. Queremos interpretar signos que nos ayuden a deambular por un mundo cada vez más cambiante, y a entenderlo. En este sentido, la astrología nace de la creencia de que el cielo es perfecto, armónico¿ una especie de pizarra donde nos avisarán de cómo va a ser nuestro futuro. Es una visión mítica que no tiene sentido hoy, pero que se sustenta por el negocio que se ha montado a su alrededor. Lo mismo que el tarot, la lectura de manos o la bola de cristal, grandes negocios en los que el cliente no puede reclamar, porque no hay constancia de ello al no existir contratos ni facturas. Cómo reclamo si no aparece en un mes el millonario que me iba a echar de novio. O si no apruebo el carné de conducir que un mago había vaticinado iba a conseguir a la primera.
¿Qué papel corresponde a los consumidores ante este el éxito de lo esotérico y de los productos milagro?
El papel de las asociaciones de consumidores y los poderes públicos es fundamental. Estamos hablando de un mercado, con gente que vende y gente que compra, y como ciudadanos tenemos el derecho a estar protegidos de las cosas que no funcionan. Durante años, nos vendieron almohadas cervicales que no aliviaban ningún dolor y nos vimos invadidos por pulseras magnéticas y por imanes para el agua del todo inútiles que se vendían con altos precios, incluso en farmacias. Las asociaciones de consumidores deberían defender a la gente que se siente estafada con los adivinos, con los que te limpian el aura y con individuos similares, así como a los clientes que compran productos milagro que no sirven para nada. Para empezar, se puede hacer algo tan sencillo como exigir factura por estos servicios, para que por lo menos coticen a Hacienda.
¿Por qué nos creemos con tanta facilidad fenómenos extraños como el que ocurrió el año pasado con los trozos de hielo supuestamente procedentes de la atmósfera?
Me sigue sorprendiendo de estos acontecimientos increíbles como, sin más, entran en nuestra vida como una oleada, normalmente por la televisión. Yo creo que son las ganas de creernos que el mundo es más sorprendente de lo que es, en vez de esas cosas más o menos aburridas que nos pasan todos los días. Cuando ocurre un fenómeno como el de los frigolitos caídos del cielo se crea tal expectación que todo el mundo acaba involucrado. Además, tiene un efecto mimético y mucha gente empieza a ver también el fenómeno. Ocurre igual que con los OVNIS, una persona ve un platillo volante y en una semana son cientos los que los han avistado. En el caso de los hielos, hubo un equipo de investigación que dijo que sólo unos pocos provenían de la atmósfera. Pero esa noticia no tuvo el impacto conseguido por los primeros frigolitos caídos y no se ha podido borrar esa imagen de paranormal que tuvo esa lluvia helada. Este tipo de noticias vende y el público las consume ávidamente. A la gente le atrae mucho, y le entretiene, la experiencia de una mujer con un extraterrestre o de alguien que ha visto a la Virgen y encima le cura una parálisis, por muy poco creíble que resulten estos hechos. Por el contrario, las explicaciones científicas requieren más tiempo en un medio televisivo que no está disponible para esta divulgación racional y precisa. Para conseguir audiencia, es mucho más eficaz el entretenimiento, la troupe Tamara, que explicar científicamente en qué consiste el mal de las vacas locas y sus consecuencias médicas, un tema que necesita divulgación.
¿Por qué la divulgación científica es una apuesta por la democracia real y por el futuro de la humanidad?
Estamos encaminados hacia una sociedad de la información en la que hay importantes decisiones pendientes que tienen que ver con la ciencia. Por ejemplo, con las cuestiones medioambientales, como la capa de ozono o el calentamiento global, hay que adoptar decisiones, moratorias, realizar cumbres como la de Río o Kyoto, y todo esto tiene que ver con la ciencia. Hay un bagaje científico que alguien debe contárselo adecuadamente a los ciudadanos. Otro gran abanico de temas es el relacionado con la genética, la biomedicina, la clonación… Hemos de preguntarnos si las decisiones políticas se están tomando con una base moral o religiosa o con fundamentos científicos. La gente tiene que saber qué es todo eso y ahí es donde entra la divulgación científica, en la labor de conseguir que los ciudadanos tengan una opinión fundada de las cosas que le afectan.