Aprender a comer

En la mesa también se educa

Comer en casa y en el comedor escolar, una oportunidad de educación alimentaria compartida
1 octubre de 2006
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En la mesa también se educa

/imgs/20061001/img.alimentacion.01.jpgMás de un millón de niños y niñas de Educación Infantil, Primaria, Secundaria y Educación Especial utilizan en nuestro país el comedor escolar. Cada vez son más las familias que recurren al servicio de comedor en los centros educativos, y la calidad dietética y nutritiva de los menús es un aspecto esencial que han de “vigilar” padres y madres, ya que constituye una parte destacada de la alimentación diaria de sus hijos pues que se repite 4 ó 5 días a la semana durante muchas semanas al año.

¿Comen bien en el comedor?

La realidad con la que nos encontramos si analizamos la alimentación de los niños es que comen demasiados alimentos dulces y grasos, y no toman suficientes alimentos naturales como frutas, verduras y pescados. Estos errores dietéticos se permiten en casa y se repiten en muchos menús escolares, tal y como se desprende de los resultados del estudio de CONSUMER EROSKI de septiembre de 2005. Según este informe, que analizó los menús de dos semanas de 201 comedores escolares a los que acudían 32.330 alumnos y alumnas, los menús escolares son mejorables: el 24% de los estudiados suspendieron y el 36% obtuvo un mediocre “aceptable”, atendiendo a las recomendaciones de médicos, dietistas y pediatras. Las carencias detectadas fueron las ya citadas: ausencia de verduras, pescado y fruta fresca, abuso de postres dulces, de precocinados y frituras -croquetas, empanadillas, san jacobos y similares-.

Las consecuencias de la dieta desequilibrada de los niños -y no sólo lo que comen en la escuela-, se reflejan en su estado de salud; el 26% de la población infantil y juvenil española padece sobrepeso, y el 14% es obesa, lo que sitúa a España como segundo país de la UE -por detrás de Reino Unido- con un mayor índice de obesidad infantil. Lo más preocupante es que este indicador se ha triplicado en los últimos 15 años.

A comer se enseña

/imgs/20061001/img.alimentacion.02.jpg Para los niños, el acto de comer debe ser un marco de referencia con el que no sólo se alimentan bien, sino que adquieren una serie de normas sociales y aprenden a comportarse de manera correcta delante de la comida. Se les debe dejar claro desde muy pequeños que la comida tiene un momento y un lugar, y que los juegos y otras actividades llegarán después de comer.

Los nuevos estilos de vida, con una menor presencia de los padres en el hogar y con menos tiempo libre para dedicar a los hijos, pueden complicar esta tarea y convertir el recurso a la comida rápida, precocinados y productos similares, tan atractivos para el niño como poco saludables, en una solución demasiado habitual. Sin embargo, conviene no olvidar que la inversión de tiempo y dedicación, y sobre todo de paciencia, es garantía para prevenir futuros problemas de alimentación de los niños.

Niños y comida: dificultades y soluciones dentro y fuera del hogar

Lo que ocurre en casa Lo que ocurre en el comedor ¿Qué hacer?
Padres y madres se encuentran con numerosas dificultades para enseñar a comer y dar de comer a sus hijos e hijas Los cuidadores/as sufren las mismas dificultades que los progenitores (algo que a veces los padres olvidan), con el agravante de que en el comedor son decenas de niños los que han de ser atendidos a la vez La disciplina es la mejor herramienta para inculcar el hábito del buen comer: horarios fijos, lugar tranquilo, paciencia y perseverancia hasta que el niño aprenda el hábito…
Si el niño rechaza un plato, ¿cuál debe ser la actitud de los padres? ¿Saben los padres y madres qué medidas se toman en el comedor si los niños no quieren comer? La pasividad o firmeza con que padres y cuidadores establezcan las reglas influirán en la actitud de los niños, que pronto sabrán cuándo sus gritos y pataletas son útiles. Además de la firmeza, es esencial la coherencia para enseñar hábitos alimentarios tanto en casa como fuera de ella.
Los días que el niño come poco o que padres y madres saben que comerá poco porque la comida no les agrada, ¿qué actitud se debe tomar? ¿Es sólo un niño quien rechaza el plato repetidamente o el rechazo es generalizado? ¿Saben los padres si su hijo tiene los mismos gustos en casa y en el comedor? Algunos niños comen ciertos alimentos en el comedor -aunque no les gusten- pero los rechazan en casa… Conviene conocer los motivos por los que el niño no come ciertos platos. Hay que preguntarle qué platos (de casa y del comedor) le gustan más y menos, y la razón (si es por los ingredientes, la forma de elaboración, su textura?).
Los padres conocen exactamente qué alimentos comen, qué ingredientes llevan los platos, qué aceite se ha empleado para condimentar, etc. En los colegios se programan los menús en función de las necesidades energéticas y nutritivas de los niños. Esto se traduce en una plantilla de menús semanales, quincenales o mensuales que se remite a los padres. Pero, ¿es el menú equilibrado? ¿Se acompaña de suficiente información? ¿Se especifican la variedad de alimentos (verduras, pescados, frutas…), si son frescos o precocinados y su forma de elaboración (en salsa, frito?)? Es fundamental saber qué come realmente el niño. Se puede averiguar mediante visitas esporádicas al comedor para comprobar los ingredientes de los platos, la cantidad de alimento que se reparte a los niños, etc. También se puede preguntar al niño cada día qué ha comido (por ejemplo, ¿judías verdes con patata o patata con judías verdes?), y contrastarlo con la plantilla.
Los padres conocen realmente la cantidad de alimento que ha comido el niño en cada toma. ¿Cuentan con la figura de un monitor/a en el comedor escolar para vigilar la alimentación de los niños? ¿Reciben los padres algún informe sobre el hábito de comer de sus hijos? Se puede analizar el comportamiento de los niños al llegar a casa después del colegio (¿llegan con demasiada hambre?). El mal reparto de las comidas -desayuno frugal, almuerzo contundente, comida escasa, merienda consistente…- repercute negativamente en la salud del niño y en su rendimiento en clase.