Glaucoma

Un diagnóstico precoz, fundamental

Si no se trata adecuadamente y a tiempo, se produce la pérdida parcial o total de la visión
1 marzo de 2004
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Un diagnóstico precoz, fundamental

Se trata de una enfermedad del globo ocular caracterizada por una elevación de la presión intraocular hasta un nivel que produce un daño irreversible en las fibras del nervio óptico. Esto produce una pérdida gradual de la visión, que puede llegar a la ceguera. Al comienzo no hay síntomas, pero con el paso del tiempo y si no se trata adecuadamente la pérdida parcial o total de la visión se produce irremediablemente. El término glaucoma deriva del griego y se utilizaba para designar las cataratas: ojos glaucos, ojos caracterizados por una opacidad verdosa que las cataratas confieren al cristalino. No tiene nada que ver con el aumento de la presión intraocular, pero a pesar de lo inadecuado se sigue usando este vocablo.

¿Por qué se produce el glaucoma?

Por el interior del ojo circula un liquido que nutre las estructuras del globo ocular. Es el denominado humor acuoso, totalmente transparente, que es atravesado por la luz y las imágenes. Éstas impactan en la retina sin interferencias, no hay que olvidar que el ojo funciona como una cámara fotográfica y que debe ser absolutamente transparente. El humor acuoso se forma en el cuerpo ciliar y fluye a través de la pupila para llegar a la cámara anterior del ojo, donde nutre el cristalino y la superficie anterior de la córnea. Es una circulación sencillísima, con un sistema de producción, una irrigación por el interior del ojo y un mecanismo de evacuación. Cuando se altera, surgen graves problemas. Si entra a la cámara anterior del ojo más líquido del que puede salir, la presión se eleva y las fibras del nervio óptico comienzan a sufrir. La presión del humor acuoso dentro del ojo es variable de unas personas a otras: suele estar comprendida entre 12 y 21 mmHg. Con la edad se produce cierto deterioro de las vías de evacuación y la presión sube, pero esto no siempre conlleva la aparición de glaucoma, por ello es muy importante la revisión oftalmológica completa.

Tipos de glaucoma

Aunque los oftalmólogos diferencian varias decenas de tipos, los fundamentales se reducen a tres:

  • Glaucoma congénito: es un defecto hereditario en las vías de evacuación. Ya en las primeras semanas o meses de vida el niño presenta lagrimeo y fotofobia, así como aumento del tamaño del globo ocular (ojos grandes).
  • Glaucoma crónico de ángulo abierto: el más frecuente de todos, supone prácticamente el 75% de todos los glaucomas. Se produce por un defecto del sistema de evacuación del líquido. Se presenta de forma muy lenta y sin producir síntomas, lo que dificulta su detección precoz. Sólo se diagnostica cuando se mide de la presión intraocular.
  • Glaucoma agudo o de ángulo cerrado: se presenta bruscamente, con mucho dolor, como si un clavo se hubiese introducido en el ojo. Brusca es también es la disminución que se produce en la visión, que se hace borrosa, con halos coloreados alrededor de las imágenes. Se produce por un cierre repentino del ángulo por donde se elimina el líquido.

Síntomas

Los síntomas del glaucoma congénito y del glaucoma agudo son bastante claros desde el inicio de la enfermedad. No así en el caso del glaucoma crónico, en el que los síntomas son inicialmente inexistentes y sólo aparecen cuando el nervio óptico está dañado, produciéndose una disminución de la visión: se ven bien los objetos que se tienen delante, pero no los que se encuentran a los lados o se miran por el rabillo del ojo. Esta pérdida de visión se va acentuando si no se pone remedio.

Hay personas que son más propensas a padecer glaucoma crónico:

  • Quienes tienen antecedentes familiares de la enfermedad
  • Quienes padecen miopías severas
  • Las personas mayores: a partir de los 60 años el glaucoma es mucho más frecuente
  • Quienes sufren diabetes
  • Quienes reciben tratamiento prolongado con corticoides

Diagnóstico

La única forma de diagnosticarlo precozmente es la revisión oftalmológica que incluya las siguientes exploraciones:

  • Tonometría o medición de la presión intraocular.
  • Oftalmoscopia: estudio del fondo de ojo, en el que se visualiza el nervio óptico en su origen.
  • Prueba de la agudeza visual
  • Campimetría: examen del campo visual, que mide la visión lateral, periférica, cuya pérdida es una señal de glaucoma.

Teniendo en cuenta que la detección precoz deviene fundamental para conservar la visión, es obvio decir que las personas de más riesgo, las más propensas a padecer glaucoma, deben someterse a examen periódico de la visión. Pero, además, las personas sin riesgos específicos, al llegar a cierta edad – entre los 50 y 60- también deben revisar su vista regularmente. Ese chequeo debe incluir la medición de la presión intraocular y, si es preciso, también una campimetría. No hay que olvidar que la edad es un factor de riesgo.

Tratamiento

Las posibilidades de tratamiento eficaz son mayores cuanto antes se diagnostique el glaucoma, y en una enfermedad como ésta, que inicialmente es asintomática, la única forma de hacerlo es mediante la revisión por el oftalmólogo.

El glaucoma agudo es una urgencia médica y necesita tratamiento inmediato, pues si no se recibe puede producirse ceguera en el ojo afectado en el plazo de 24-48 horas. El tratamiento es quirúrgico en estos casos y consiste en practicar una perforación en el iris para que el líquido pueda circular. Esta operación, muy efectiva, se denomina iridotomía y se realiza con láser.

En el caso del glaucoma congénito la cirugía es segura y eficaz, y cuanto antes sean intervenidos los niños más probabilidades tienen de que su visión sea buena en el futuro.

Respecto al glaucoma crónico, si se detecta precozmente su tratamiento es inicialmente farmacológico. Se utilizan medicamentos en forma de colirios o píldoras, más frecuentemente los primeros, por lo general administrados varias veces al día. Su objetivo es que se produzca menos humor acuoso. La mayoría de las personas los tolera sin problemas, pero algunas presentan dolores de cabeza o síntomas locales como picazón, quemazón o enrojecimiento del ojo. Las gotas o píldoras deben utilizarse de forma continua, sin interrumpir el tratamiento, y hay que informar al oculista si se están tomando otros medicamentos. Si con el tratamiento farmacológico no controla la presión intraocular hay que recurrir a la cirugía, que en la actualidad se realiza mediante rayos láser. La intervención se denomina trabeculoplastia con láser y sus resultados son buenos, pero a veces los efectos van disminuyendo con el paso del tiempo y casi en la mitad de los operados la presión vuelve a elevarse al cabo de dos o tres años. Es poco eficaz en jóvenes y en casos graves.

La cirugía convencional es el método de elección en los casos graves o cuando han fallado otros tratamientos (fármacos, cirugía láser…). Se denomina trabeculectomía y consiste en la creación de una nueva vía de salida para el humor acuoso. Esta operación no permite recuperar la visión pérdida, pero salva la visión que queda. Es eficaz en un 80-90% de los casos, pero en ocasiones el nuevo orificio se cierra con el tiempo y hay que volver a operar. El hecho de que se haya efectuado la intervención no supone que haya que dejar el tratamiento farmacológico, algunos pacientes precisan seguir con él.