Las inodoras, incoloras e insípidas ondas de radio protagonizan una revolución silenciosa que promete interconectar todos los artefactos tecnológicos que pueblan nuestra vida cotidiana. Ordenadores de sobremesa y portátiles, teléfonos móviles, agendas electrónicas, cámaras de fotos digitales, escáneres, impresoras, e, incluso, lavadoras y frigoríficos están a un paso de conversar, sincronizarse y, lo que es más importante, interactuar, sin cables de ningún tipo, liberando al usuario de la engorrosa tarea de cablear la casa.
Sin ataduras
Las conexiones inalámbricas no son ninguna novedad. Hace años que algunos ratones, impresoras o agendas electrónicas comparten información sin necesidad de cables. Entonces, ¿por qué tanto revuelo? La tecnología que emerge tiene dos cambios fundamentales. Primeramente, se destierran los infrarrojos a favor de las ondas de radio que operan en frecuencias que permiten un intercambio de datos más veloz. Además, los infrarrojos necesitan una línea visual entre el emisor y el receptor, por lo que resultan inútiles cuando hay una pared, una estantería o simplemente los aparatos no están orientados uno frente al otro.
El segundo cambio que está alterando el mundo inalámbrico es la estandarización. Las tecnologías que pugnan por la supremacía en el mundo sin cables concitan el apoyo del suficiente número de fabricantes para que cada dispositivo no se quede aislado en una única función como ocurre hoy en día. Y es que, el que posea un teclado inalámbrico actual sabe que sirve para manejar el ordenador de sobremesa, pero no para introducir datos en una agenda electrónica o para programar el vídeo, como sería deseable. Falta la lingua franca que permita conversar a unos con otros.
Lenguaje común
Bluetooth es esa norma abierta que permite a los dispositivos entenderse en las distancias cortas. Cuenta con el beneplácito de la mayor parte de la industria y su mayor mérito consiste en simplificar el uso conjunto de varios aparatos que, hasta ahora, trabajaban cada uno por su cuenta: cámaras de fotos que envían imágenes directamente a la impresora sin pasar por el ordenador, auriculares para hablar a través del móvil guardado en el bolso o en la guantera, agendas electrónicas PDA que permanecen sincronizadas sin enchufes con el equipo doméstico o garajes que se abren al teclear una contraseña en el móvil. Es difícil imaginar un aparato electrónico que quede fuera de esta carrera por la interconexión.
La mayoría de estos productos, sobre todo teléfonos móviles, se encuentran ya a la venta desde hace más de un año, y sus precios se empiezan a reducir como ya lo hicieran antes otras tecnologías novedosas. Al igual que ocurre con el DVD, pocos expertos dudan ya de su adopción masiva, la duda reside en el cuándo y el cómo.
Pero la exigua capacidad de transmisión de Bluetooth tanto en distancia (no alcanza más allá de unos metros) como en capacidad (el triple que un ADSL corriente, o, lo que es lo mismo, cincuenta veces menos que un CD-ROM convencional, suficiente para dispositivos pequeños pero sin futuro en tecnologías como el vídeo que implican la transmisión de grandes volúmenes de datos) hace que sean necesarias otras vías para el intercambio masivo de información por vía inalámbrica.
Más velocidad y extensión
Todas las concesiones de cadenas de televisión, las de radio comercial digital y analógica, las tres licencias de telefonía móvil GSM (el estándar actual) y las cuatro de UMTS (la que está por venir), así como los canales para emisoras de policía, ambulancias, aviación o militares han copado la inmensa mayoría del espectro radioeléctrico, pero no todo. Como si fuera la aldea gala de Asterix, queda un pequeño reducto de libertad en las ondas que los usuarios pueden utilizar: 802.11b, o, lo que es lo mismo, wi-fi.
Con un máximo teórico de envío de información cercano a los 11 megabits por segundo (casi seis veces el ADSL más veloz que se ofrece en España) la tecnología wi-fi permite interconectar equipos como si estuvieran físicamente unidos a una red local convencional (LAN) como la de cualquier empresa. Algunos hoteles, aeropuertos o parques ofrecen ya acceso sin hilos a Internet a los usuarios que acudan con un portátil equipado con esta tecnología.
Cada nodo, o punto de acceso wi-fi (un ordenador equipado con una tarjeta wireless y una antena) ofrece conexión en un radio de 100 a 300 metros, una distancia más que suficiente para conectar sin hilos los ordenadores de un domicilio, una oficina o, incluso, de un bloque de viviendas. No obstante, con antenas especiales y condiciones meteorológicas óptimas se han conseguido enlaces de decenas de kilómetros. Usuarios con afición por el bricolaje tecnológico han descubierto, incluso, que se pueden fabricar antenas eficientes y baratas con tubos metálicos como los que se encuentran en algunos envases de patatas fritas.
Redes ciudadanas libres
Esta facilidad para construir un nodo de conexión inalámbrico ha motivado que algunos internautas pongan en marcha uno, y lo utilicen para compartir desinteresadamente por el aire con los viandantes su conexión a Internet. Y es que nadie utiliza permanentemente todo el ancho de banda contratado en un ADSL, siempre hay momentos de inactividad que otros pueden aprovechar. Se han creado así redes ciudadanas libres (Madridwireless, Pucelawireless…) en las que, en condiciones ideales, un peatón puede desde la antena de su ordenador portátil o desde la de su agenda de mano saltar de nodo a nodo permaneciendo conectado a Internet sin pagar un céntimo de euro.
El problema surgirá si este sistema se generaliza, ya que las operadoras ofrecen a sus clientes un ancho de banda a un precio determinado, con el convencimiento de que la inmensa mayoría de internautas no lo usaran todo el tiempo. Por lo que si se generalizan las redes ciudadanas libres, éstas tendrán para las compañías telefónicas el mismo efecto demoledor que para un restaurante de “coma todo lo que pueda” en el que los clientes comparten la comida con cualquier transeúnte.
En todo caso, conviene sopesar que en las redes inalámbricas no todo son ventajas. Generalmente devienen más onerosas e intrínsecamente más inseguras que las cableadas. Y es que, salvo en las novelas de ciencia ficción, si alguien no puede conectarse físicamente a la Red, difícilmente podrá atacarla. Por eso, una conexión inalámbrica que permita intentar la conexión a cualquiera que se encuentre a varios cientos de metros a la redonda es necesariamente más vulnerable que otra a la que para conectarse sea imprescindible estar enchufado.
En estos casos, conviene ser especialmente precavido y poner especial énfasis en actualizar convenientemente los programas. Si, además, uno es usuario de un sistema mayoritario como Windows, no estará de más tener siempre activa una aplicación antivirus.
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Zona Bluetooth
Amplia colección de textos, reportajes y análisis de la tecnología que está llamada a hacer de intérprete entre los distintos aparatos electrónicos. Una de sus secciones más vistosa es la que desgrana las características de los artefactos que ya incorporan esta tecnología y sus posibles usos. -
Sin Cables
Comunidad dedicada a las redes inalámbricas que incorpora textos de todo tipo y condición: desde explicaciones para novatos hasta el más refinado bricolaje electrónico. Conviene registrarse para acceder a recursos como el diccionario. -
Pucelawireless
En Valladolid está en marcha una de las redes ciudadanas libres. La web es lo que se conoce como un wiki, un medio de comunicación comunal en el que los propios usuarios pueden ir añadiendo ideas y propuestas de una forma organizada y escalable. Ofrece referencias interesantes para adentrarse en las redes inalámbricas y construirse uno mismo la antena.