Provechosa para el medio ambiente y para el bolsillo
La energía es algo que utilizamos a diario y constantemente desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, pero raramente pensamos en cómo administrarla no sólo para ahorrar dinero, sino también para ayudar al medio ambiente. Y es que debemos tener claro que es la propia naturaleza la que más caro pagará todos nuestros derroches energéticos, sobre todo si se considera que tan sólo el 6% de la energía utilizada en España proviene de fuentes renovables.
Resulta prioritario, pues, reducir esta dependencia económica del petróleo y de combustibles fósiles – se trata de fuentes que poco a poco se agotan- y para ello hay dos soluciones: potenciar el uso de fuentes alternativas y renovables y, aún más importante, aprender a usar eficientemente la energía, cuestión en la que todos tenemos igual responsabilidad. El ahorro de energía se puede conseguir en cualquiera de las actividades diarias y, además, hoy día hay muchos adelantos tecnológicos orientados a este fin, que han obtenido buenos resultados. Se calcula que desde 1970 hasta la actualidad se ha consumido un 20% menos de energía para generar los mismos bienes.
Cómo hacer más eficaz el consumo de energía
Las lámparas fluorescentes (llamadas de bajo consumo) difieren en muy poco de las convencionales y, además, están diseñadas para sustituir directamente a las lámparas incandescentes tradicionales. Las ventajas de su uso son numerosas: consumen un 20-25% menos, duran hasta 8.000 horas (8 veces más) y alcanzan la rentabilidad alrededor de las 3.000 horas de funcionamiento, por lo que se recomiendan especialmente en usos de conexión prolongada. No obstante, no se recomienda su uso en lugares donde tengan un apagado y encendido frecuente, ya que su consumo se hace rentable a partir de la media hora de funcionamiento.
Las técnicas de aislamiento térmico, que consisten en incorporar a los cerramientos de edificios (muros, suelos, cubiertas, etc.) materiales que oponen gran resistencia al paso del calor, reducen las pérdidas de calor que se producen en invierno y, adicionalmente, evitan que penetre en verano. En resumen, el aislamiento térmico sirve para ahorrar energía por reducción del consumo de calefacción o aire acondicionado, además de asegurar el confort interior tanto en invierno como en verano. La gama de materiales que se pueden encontrar en el mercado es cada vez más amplia, pero los más habituales son el corcho y aglomerados de madera, las fibras minerales, el poliestireno, el vidrio celular o el poliuretano. Su elección dependerá del lugar en el que se vaya a utilizar.
Respecto al ahorro de combustible en el transporte, los hábitos de conducción constituyen un factor clave para no gastar más de lo necesario cada vez que se utiliza el automóvil. Para comprender la relevancia del ahorro de energía en motores y la importancia de apostar por las energías renovables, baste con saber que en España el transporte emplea casi la mitad de todo el petróleo consumido en el país, y que en todo el mundo los automóviles son los principales responsables del consumo de petróleo. La aportación de los usuarios pasa por conducir a menor velocidad o sin aceleraciones bruscas para reducir el consumo.
Con nuestra actitud en el hogar también podemos ahorrar energía y no sólo recortar así nuestras facturas de luz y de gas, sino también ayudar al medio ambiente. Se trata de tener en cuenta pequeños hábitos a la hora de realizar las labores del hogar o, simplemente, estar en casa.
- Cargar la lavadora al máximo para hacer el menor número de lavados posible
- Planchar la mayor cantidad de ropa cada vez y no dejar este electrodoméstico encendido más de lo necesario
- Cerrar bien el refrigerador
- Apagar los aparatos de audio y video cuando nadie los utilice
- Encender las luces sólo cuando se necesiten, utilizar siempre que se pueda la luz natural
- No calentar excesivamente la casa para luego acabar abriendo las ventanas debido al calor (hay que recordar que la temperatura ideal en el hogar es de 22º)
- A la hora de cocinar, tapar siempre las cazuelas para no despilfarrar calor.
- En 1994 entró en vigor en España una directiva comunitaria que exige el etiquetado “energético” de frigoríficos, congeladores, lavadoras, secadoras, lavavajillas y lámparas de uso doméstico. Desde esa fecha, todos los fabricantes han de identificar cada electrodoméstico con un nivel de eficiencia que se indicará con una letra, de la A a la G, la A indica la máxima eficiencia y la G la mínima.
- Un año antes de que la directiva entrara en vigor en España, se realizó en Europa un cálculo para situar a cada electrodoméstico en uno de los siete niveles. Se procedió de la siguiente manera: se midió el consumo anual de frigoríficos, lavadoras, etc., y al consumo medio de los aparatos analizados se le asignó el punto intermedio entre las letras D y E (que son los niveles que quedan en la mitad entre la A y la G). A partir de ese punto o valor medio se calcularon los demás. Así, un frigorífico con el mismo volumen de clase A consume un 55% de la energía que utilizaría para la misma labor uno de tipo medio (el 100% de la energía). El de clase B consume entre un 55% y un 75%; una lavadora C gasta entre en 75% y un 90%, y así sucesivamente. O dicho de otra manera el electrodomésticos B consume sobre un 10% más que el A, el C un 20% más que el A…
- En estas etiquetas, además de aparecer la letra que les corresponde, se adjunta más información sobre cada electrodoméstico en la parte derecha de la pegatina. Por ejemplo, las lavadoras miden el consumo energético en Kw/h (kilowatios por hora) por ciclo de lavado y consignan también el consumo de agua en litros y el ruido de la máquina mientras está funcionando.
- Conviene tener en cuenta que no hay ningún organismo independiente que etiquete cada electrodoméstico. Las propias marcas contratan los servicios de laboratorios homologados para hacer pruebas de consumos de sus modelos y con los resultados de esas pruebas ponen las etiquetas.
- Un dato importante: diversos estudios han calculado que la diferencia de precio entre un aparato de la clase A y otro de la clase C se amortiza en 5 años gracias a su menor consumo.