Urgen alternativas más rentables y no contaminantes
El combustible que emplean coches, aviones o camiones para desplazarse; el gasóleo que alimenta la calefacción; el asfalto que cubre carreteras, autovías y autopistas; los plásticos empleados para la fabricación de ordenadores, juguetes, electrodomésticos, envases, etc. Estos son sólo algunos de los productos que se obtienen directa o indirectamente del petróleo, y tal variedad de usos hacen que, hoy por hoy, vivir sin el oro negro sea una quimera.
Del petróleo se dice que es el recurso energético más importante en la historia de la humanidad; un recurso natural no renovable que aporta la mayor parte, un 40%, del total de la energía que se consume en el mundo. Según datos de la Corporación de Reservas Estratégicas de productos petrolíferos (CORES), sólo en nuestro país el consumo de productos petrolíferos en 2001 fue de 68’9 millones de toneladas, con un incremento de 2’6 millones de toneladas, un 4%, respecto a 2000.
El petróleo se consume de forma mayoritaria en los países donde no se produce. Entre Estados Unidos y Europa occidental absorben casi la mitad del consumo petrolífero mundial. Sin embargo, los países del Golfo Pérsico, que sólo representan el 4’5% del consumo mundial, son los mayores emisores, con el 26% de la producción. Así las cosas, los países occidentales dependen de la importación, y se ven obligatoriamente sometidos a los precios que imponga un mercado oscilante e imprevisible, cuyas variaciones pueden tener graves y encadenadas consecuencias en la economía mundial: caída del consumo, aumento de la inflación, incremento de los tipos de interés…
Ante este panorama los países dependientes han comenzado a buscar alternativas al petróleo, centrando sus esfuerzos en la obtención de energías baratas y no contaminantes que puedan ser producidas por todos los países para así eliminar monopolios. Un posible sustituto del petróleo como combustible es el hidrógeno, pero su proceso de obtención resulta todavía demasiado caro, y se presume que han de pasar varias décadas para que destrone al rey negro de su trono.
Un mercado muy sensible e influyente
La demanda mundial de petróleo ascendió en 2001 a 76 millones de barriles por día, y se prevé que antes de 2030 su consumo aumente un 60%, lo que permite comprender la gran dependencia que la economía mundial tiene del oro negro. Cualquier variación en el precio del crudo – se trata de uno de los sectores más volátiles e imprevisibles de la economía mundial- ejerce un efecto dominó sobre el resto de la cadena económica, provocando una caída del consumo y un aumento de la inflación.
Aparte de los efectos que el aumento del precio del petróleo tiene sobre su demanda, lo más alarmante es el impacto del precio de los energéticos sobre el índice de precios al consumo (IPC), uno de los indicadores más vigilados por los bancos centrales de los países desarrollados. En la medida en que el alza de los precios del petróleo se refleje en un aumento generalizado de los precios, así será la reacción de los bancos centrales elevando las tasas de interés, lo cual terminará frenando la expansión económica.
Si el precio del barril de petróleo sube, aumenta el precio de los carburantes, de los gasóleos de calefacción e industriales (transporte, agricultura, aviones, etc.), se incrementa el precio del transporte público y privado, e incluso se disparan los costes de producción de las empresas.
La cesta de la compra también sufre, a su modo, las variaciones del precio del crudo. El sector agrícola español demandó en 1999 cerca de 190.000 toneladas de plásticos, con el consiguiente aumento del coste final de la producción. La industria textil y del calzado necesitó en dicho año más de 133.000 toneladas de derivados del petróleo para la fabricación de cazadoras, zapatos, y prendas de vestir. Los envases de alimentos y bebidas son anualmente el destino de casi millón y medio de toneladas del plástico obtenido del petróleo.
El precio del crudo está determinado en gran medida por los países que pertenecen a la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), y se establece en función de la cantidad de barriles que dicha organización pone en el mercado. A menos barriles (recorte de producción), mayor es el precio del petróleo y, consecuentemente, de todos sus derivados. Por el contrario, si la OPEP decide aumentar su cota de producción (porque los países productores necesitan divisas o porque el precio sube demasiado), el precio del barril desciende.
Pero el complicado comportamiento del mercado del petróleo no facilita el trabajo a la OPEP. Una subida fuerte de los precios es beneficiosa a corto plazo para los países productores, pero a la larga estimula la investigación de otros campos y el desarrollo de formas alternativas de energía, con lo que los precios vuelven a bajar.
A su vez, una tarifa demasiado baja para el barril de crudo implicaría reducciones en las inversiones de infraestructuras, necesarias para mantener el flujo de petróleo en el mercado mundial. Así, la demanda global seguiría aumentando pero no habría suficiente crudo para cubrirla, lo que provocaría un nuevo incremento en los precios.
Desde principios de año y hasta el mes de julio, el precio del barril de Brent (mezcla de los petróleos producidos en el Mar del Norte, que usa como referencia en el mercado europeo) se mantuvo en el intervalo de 24-25 dólares por barril. Sin embargo, en agosto éste superó los 26 dólares por barril y en el pasado mes de septiembre se situó en 28’3 dólares por barril de media. El mes de octubre comenzó con 28’65 dólares por barril y finalizó con 26,35 dólares por barril.
Las incertidumbres políticas internacionales influyen enormemente en el aumento del precio del crudo. Cualquier tensión existente en el mercado ante las consecuencias de una intervención militar presiona el precio del petróleo al alza, como el posible ataque a Irak de Estados Unidos. Esta prima de guerra no refleja temor por la pérdida de la producción iraquí (apenas unos 2 millones de barriles diarios), sino el miedo a la reacción del resto de países árabes productores de petróleo. Y, en concreto, de Arabia Saudí, que produce alrededor del 30% del suministro de la OPEP y es, a su vez, el que presenta mayor margen para aumentar su producción de petróleo y mantener el abastecimiento de crudo a los países importadores. La experiencia de la pasada Guerra del Golfo no sirve de símil ante la situación actual.
La relación entre la oferta y la demanda mundial de crudo también tiene mucho que ver con el precio del petróleo. Respecto a la demanda mundial, las previsiones siguen siendo de debilidad y los riesgos son a la baja, tras el deterioro de las perspectivas de crecimiento para el próximo año. Se espera un aumento de la demanda mundial del 1’1%.
El pasado año, la cotización media del crudo del Mar del Norte Brent fue de 24’4 dólares por barril. Cada barril contiene 159 litros de petróleo, por lo que cada litro costó 13’71 céntimos de euro. Pero el petróleo ha de ser refinado para convertirlo en combustible, y transportado hasta los países en que será consumido, lo que eleva su coste final. A ese precio hay añadirle los impuestos (IVA e Impuesto Especial de Hidrocarburos). Las notables diferencias de precio de los carburantes en los diversos países se explican por las cargas fiscales, ya que el coste de la materia prima y el refino son similares.
En 2001 los impuestos representaron casi un 60% del precio medio que se pagó en nuestro país por la gasolina sin plomo, mientras que en los comunitarios esos impuestos alcanzaron de media el 65,3% del precio.
En al gasóleo de automoción, los impuestos representan en España el 52’4% del precio, frente al 59,1% de media de la Unión Europea.
De los 80’61 céntimos de euro que costaba de media en nuestro país, 17’7 céntimos de euro menos que la media UE, el litro de gasolina sin plomo, 48’29 céntimos fueron impuestos y 32’32 céntimos el valor del litro. En el caso del gasóleo, el gravamen fue menor, 36’63 céntimos de euro por litro, con lo que el precio medio final también fue inferior, 69’87 céntimos de euro por litro, 10’3 céntimos de euro menos por litro que la media de la UE.
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Gasolina motor corriente y extra: de uso común en vehículos.
- Gasolina de aviación: para aviones con motores de combustión interna.
- ACPM o diesel: lo utilizan los camiones y buses.
- Queroseno: para estufas domésticas y equipos industriales.
- Gas natural: combustible para uso doméstico, industrial y para generar energía termoeléctrica. En el área industrial es la materia prima para el sector de la petroquímica. A partir del gas natural se obtiene, por ejemplo, el polietileno, que es la materia prima de los plásticos.
- Gas propano o GLP: combustible doméstico e industrial.
- Asfaltos: para producir de pavimentos y como material sellante en la industria de la construcción.
- Ceras parafínicas: materia prima para fabricar velas y similares, ceras para pisos, fósforos, papel parafinado, vaselinas, etc.
- Polietileno: materia prima para la industria del plástico en general.
- Ácido nafténico: Sirve para preparar sales metálicas tales como naftenatos de calcio, cobre, zinc, plomo, cobalto, etc., que se aplican en la industria de pinturas, resinas, poliéster, detergentes, tensoactivos y funguicidas.
- Xilenos mezclados: utilizados en la industria de pinturas y de insecticidas.
- Alquilbenceno: se usa en la industria de todo tipo de detergentes, para elaborar plaguicidas, ácidos sulfónicos y en la industria de curtientes.
- Azufre: se usa en la vulcanización del caucho, fabricación de algunos tipos de acero y preparación de ácido sulfúrico.