Revistas de consumo: una doble tarea
El dinero que pierde el dueño de cada turismo al repostar (lo habitual son unos 40 litros) oscila entre las 205 y las 338 pesetas.” Así comenzaba la información que el 12 de enero ponía en portada con grandes titulares El País, uno de los periódicos españoles de mayor tirada. Se trata de una información de interés general nacida de la investigación de una asociación de consumidores, que una vez más pone el dedo en la llaga al denunciar una situación injusta, de clara desventaja para el consumidor. No es la primera vez que algo así ocurre, ya que los más importantes medios de comunicación, tanto en prensa como en radio y TV, se hacen eco de los informes que publicamos las revistas de consumo, pero la gran repercusión social que ha tenido este en concreto, nos sirve para una sucinta reflexión.
Los ciudadanos necesitan, para poder elegir mejor, una información rigurosa y objetiva que les ayude a tomar mejor sus decisiones en materias tan diversas como alimentación, salud, medio ambiente, bienes duraderos y economía familiar y productos financieros. Y ese cometido sólo lo pueden desempeñar satisfactoriamente las asociaciones de consumidores, como ocurre en los países más evolucionados del mundo. Pero las revistas de consumo también pueden, mediante sus informes e investigaciones (que nadie más que ellas realiza), denunciar a las empresas o instituciones que no respetan los derechos reconocidos a los consumidores. Esto último lo hacemos en la convicción de que ayuda a que el mercado funcione y se regule conforme lo exigen las normas vigentes.
En otras palabras, nuestro trabajo no sólo cumple el papel de informar a los ciudadanos para que vivan algo mejor. Sino también el de velar porque el mercado nos respete como consumidores y el de contribuir a que se destierre el fraude en todas sus posibles manifestaciones. Todo ello sin olvidar el insustituible rol de estimular la libre competencia entre las empresas. Porque en la tarea de conseguir que los diversos agentes económicos respeten a los consumidores e incorporen a su rutina profesional nuestras exigencias y expectativas, todas las fuerzas que actúen serán pocas.