Preparar la boda

Por la iglesia o civil, pero con un gran banquete

Las parejas españolas todavía optan en su mayoría por casarse para formar un núcleo familiar, si bien el momento del matrimonio se retrasa notablemente. Y a pesar de que el número de enlaces civiles mantiene una tendencia ascendente -el 23% de los matrimonios de 1996 se celebraron en el juzgado, frente al 19% de 1990-, casi tres de cada cuatro uniones se realizan por la Iglesia.
1 noviembre de 2000
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Por la iglesia o civil, pero con un gran banquete

Según el Instituto Nacional de Estadística, 206.048 parejas se casaron en 1999, y de ellas cerca de 155.000 (el 75%) lo hicieron siguiendo el rito católico. La mayoría de los protagonistas de las nupcias son jóvenes; sin embargo, la edad media de los desposandos aumenta año tras año, y ahora los perfiles-tipo son un varón que supera los 30 años y una mujer que casi llega a los 28 años. Las separaciones, por su parte, aumentaron en un 50% entre 1990 y 1997, y los divorcios lo hicieron en un 48%: si en 1990 se produjeron 36.272 separaciones y 23.191 divorcios, en 1997 fueron 54.728 separaciones y 34.147 divorcios.

Cuánto cuesta casarse

Se calcula que en España las bodas mueven aproximadamente 550.000 millones de pesetas anuales. Aunque hay bodas con presupuestos astronómicos y otros con costes muy modestos, puede estimarse que, por término medio, esta celebración social en torno a la unión de una pareja, incluido el viaje de novios, supone un desembolso global de unos 2,6 millones de pesetas. El grueso del gasto se destina al banquete, cuyo coste medio no baja del millón de pesetas. Otra partida importante se la lleva el vestido de la novia y la luna de miel. El primero se acerca a las 200.000 pesetas, y el viaje de novios alcanza el medio millón de pesetas.

El traje del prometido, las fotografías o video de la ceremonia y la música para la sobremesa y el baile son otros gastos ineludibles que incrementan la cuenta en al menos otras 300.000 pesetas. Las invitaciones, la peluquería, el ramo, las flores de la novia y de decoración de la iglesia y del banquete, las alianzas, el alquiler de un gran coche (en su caso) y los puros o detalles para los invitados redondean la cifra hasta los dos millones y medio de pesetas.

Trámites para el enlace

Los pasos administrativos necesarios para abandonar la soltería resultan sencillos. En un enlace civil se ha de solicitar el expediente en el juzgado donde se celebrará la unión, documento que se devolverá completado junto a la partida de nacimiento, el certificado de empadronamiento y el DNI de los novios. En el juzgado se celebra la firma del contrato matrimonial en días laborables, pero está también la posibilidad de que el alcalde, concejales o jueces de paz hagan de oficiantes, por lo que se acuerda con ellos una fecha, que bien puede ser el sábado.

La fórmula eclesiástica se reduce a la entrega al párroco del templo al que pertenezca uno de los dos contrayentes (no ha de ser necesariamente el mismo donde se celebre el enlace) de las partidas bautismales, los libros de familia y el DNI de los contrayentes.

Por lo general, el sacerdote que casa a los novios se ocupa de remitir al juzgado el acta contractual. Pasado un tiempo, el juez de paz de la localidad donde se celebró la ceremonia tendrá preparado el Libro de Familia. Si el enlace se oficia en la parroquia de los novios será gratuito, pero si se elige un templo diferente, suele cobrarse (por el servicio, la luz…) una cantidad que oscila entre 15.000 y 25.000 pesetas.

El ágape nupcial

Entre los innumerables y prolijos preparativos que requiere una boda el que acarrea mayor gasto es, sin duda, el banquete nupcial. La elección del restaurante donde se realizará el convite para agasajar a familiares y amigos adquiere gran importancia por un doble motivo. Por un lado, será la imagen de los novios la que se transmitirá en forma gastronómica, así que no habrá que guardar reparos en exigir los mejores resultados del banquete. Además, la fecha del enlace se decide a menudo, sobre todo en el norte del país, según la disponibilidad del restaurante, ya que las bodas se celebran mayoritariamente en primavera y verano, estaciones en las que las probabilidades de un día soleado son mayores.

El menú, que se presenta en una cuartilla el día de la comida o cena, puede decidirse eligiendo directamente de la carta o ciñéndose a los ya diseñados para estos eventos. En cualquier caso, hay que tener presente que la calidad gastronómica del cubierto ha de ser si no igual (se admite que preparar doscientos solomillos o asados de pescado es bien distinto de cocinar cuatro), sí al menos muy semejante a la degustación previa que se ofrece a los novios para que comprueben las prestaciones del restaurante. Los vinos marcan la diferencia y pueden ocasionar problemas, ya de ellos depende parte de la impresión final que deja un banquete en la mente de los comensales. Los novios pueden decantarse por un determinado caldo (es mejor optar por vinos de calidad que agraden a la mayoría de los invitados que elegir vinos excelentes pero con características muy concretas que puedan resultar extraños o defraudar las expectativas de algunos paladares) y pagar la diferencia respecto del estándar, si la hubiera.

Se ha extendido la costumbre de abrir una barra libre (bebidas gratuitas) durante el baile que prolonga el festejo. Si la pareja se inclina por ello, conviene concretar expresamente con el restaurante o discoteca contratados qué bebidas y qué marcas se servirán, el número de camareros que atenderán a los invitados, cuántas horas abrirá la barra y cómo hará el pago: registrando las consumiciones y pagando en función del consumo efectuado o desembolsando una cantidad fija, previamente pactada, por cada asistente a la boda. Son relativamente frecuentes las quejas por mala atención en la barra libre.

La falta de algunos tipos de bebida (las caras, especialmente), la escasez de empleados que atienden a los invitados, la demora excesiva entre la tarta nupcial y el café y la consiguiente reducción del tiempo para el baile y la barra libre, son las reclamaciones más habituales. Y si el pinchadiscos o la orquesta añaden en la factura el copyright o los derechos de autor de las interpretaciones que animan el baile, habrán de abonarse, ya que en teoría están obligados a incluirlos.

La importancia de los detalles

Las fotografías y el vídeo que recogen los principales momentos de ese día inolvidable constituyen recuerdos únicos y muy valiosos. La contratación de profesionales para plasmar el enlace y el banquete es sencilla, ya que hay muchos que se dedican cubrir estos eventos. Pero se deben acordar con antelación cuestiones como el número de fotos y la duración de la cinta de vídeo, y señalar quién será el propietario de los negativos, que por lo general se quedará la agencia porque así podrá gestionar la venta de las copias. Invitar o no a los fotógrafos y, en su caso, a los cámaras de video, a compartir el banquete es cosa de los novios, que no están obligados.

La elección y compra de las flores, más habituales en la iglesia, pero también presentes en despachos, carpas u otros lugares donde se celebran ceremonias civiles, puede ser acordada con una pareja que se case en el mismo día y sitio, para repartir gastos.

Y por último, las listas de boda. Hace años la costumbre de informar a los invitados sobre dónde comprar el regalo se interpretaba como una imposición de mal gusto o, cuando menos, como una falta de delicadeza. Hoy, no. Esta opción resulta la más cómoda tanto para los invitados como para los novios. Además, siempre queda la posibilidad de no seguir la indicación y hacer el regalo que se prefiera. Hay dos maneras de gestionar una lista de bodas: la primera consiste en que los novios determinen una gama de regalos posibles y los invitados los elijan según su criterio y los paguen en la tienda o tiendas seleccionadas por los novios.

El inconveniente estriba en que los regalos habrán de ser retirados dentro de un plazo, tras el cual el establecimiento les podrá cobrar el almacenaje de los obsequios. En la segunda alternativa, los invitados depositan una cantidad de dinero en el establecimiento donde los novios abren una lista de boda y posteriormente la pareja gasta la suma de todas las aportaciones en aquello que más les interesa.

El problema de este modo de gestionar la lista es que el plazo para elegir los regalos puede caducar (en algunos establecimientos es de sólo tres meses), por lo que los novios pueden verse en la situación de adquirir, sin haberlo meditado apenas, productos que no necesitan. Por ello, conviene aclarar las condiciones de la lista de bodas e incluso firmar un contrato que recoja cómo se actuará ante circunstancias como las mencionadas.

Un contrato verbal también será válido. Y parece inicialmente más aconsejable abrir listas de boda en diversos establecimientos o en los que ofrezcan más clases de productos.