Liberalizado el precio de los libros de texto

Vemos repetidamente estos últimos meses dos hechos que, en cierto modo, definen el mundo en que vivimos: uno es que algunos sectores económicos y agentes sociales dicen adoptar sus decisiones porque, ya sea de paso o como objetivo esencial, benefician al consumidor.
1 noviembre de 2000
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Y otro, que algunos profesionales intentan repercutir en el ciudadano (mediante la imposición de elevados márgenes de beneficio en los productos que venden) su insuficiente adaptación a las nuevas reglas que rigen en un mercado cada día más competitivo, más cambiante y más decididamente orientado a satisfacer y fidelizar al cliente

Liberalizado el precio de los libros de texto

Vemos repetidamente estos últimos meses dos hechos que, en cierto modo, definen el mundo en que vivimos: uno es que algunos sectores económicos y agentes sociales dicen adoptar sus decisiones porque, ya sea de paso o como objetivo esencial, benefician al consumidor. Y otro, que algunos profesionales intentan repercutir en el ciudadano (mediante la imposición de elevados márgenes de beneficio en los productos que venden) su insuficiente adaptación a las nuevas reglas que rigen en un mercado cada día más competitivo, más cambiante y más decididamente orientado a satisfacer y fidelizar al cliente.

Un ejemplo paradigmático de todo lo expuesto lo tenemos en la reciente liberalización de los precios de los libros de texto de enseñanza primaria y secundaria que, desde la perspectiva del consumidor, supone una decisión gubernamental muy positiva porque le va a permitir comprarlos bastante más baratos, con el ahorro familiar que supone, más importante aún al tratarse de un producto de compra inevitable en millones de hogares.

Ya en diciembre del 97 (hasta entonces, los precios eran fijos), la legislación proponía “la liberalización con carácter progresivo de los libros de texto y material didáctico complementario”. Posteriormente, se permitió reducir hasta en un 12% los precios de estos libros. Por tanto, esta disposición cuya entrada en vigor disfrutaremos este mismo mes de setiembre, no es sino la continuación de una política anunciada: sólo se elimina el tope máximo de reducción del precio. Ya lo pondrá el mercado; por cierto, como hace en la mayoría de los productos.

Esta liberalización de los precios de los libros de texto beneficiará a unos establecimientos comerciales más que a otros, pero a los consumidores les permitirá comprar lo mismo bastante más barato. Y eso es lo realmente bueno para las familias y para la economía de todo el país en su conjunto.