La Viagra es un medicamento, no un milagro
Esta disfunción, que tan notablemente repercute en la calidad de vida de muchas personas, afecta (con severidad variable) al 15% de la población masculina de 40 a 70 años y al 52% de los mayores de 70 años.
La erección es un complejo fenómeno, determinado por la acumulación de sangre en el pene. Este órgano dispone de unos cuerpos cavernosos que, a modo de esponjas, están rellenos de celdillas. A través de las arterias les llega sangre que, en condiciones normales, es evacuada por el sistema venoso. Cuando el flujo de entrada de sangre y salida son similares y equilibrados, el pene se encuentra en situación de flacidez. Con los estímulos que activan el deseo sexual, las arterias y cuerpos cavernosos se relajan, entra más sangre y las venas son comprimidas contra las cubiertas del pene. Esto impide el retorno venoso; así, entra mucha más sangre de la que sale y el pene adquiere volumen y consistencia hasta llegar a la fase de rigidez que hace posible una relación sexual completa y satisfactoria. Una vez que se produce la eyaculación, o a veces sin llegar a ella, el músculo liso de los cuerpos cavernosos y de las arterias se contrae permitiendo el vaciamiento de los mismos y alcanzando el pene nuevamente su tamaño habitual.
Este proceso es, en realidad, más complejo de lo que la somera descripción anterior podría dar a entender. Intervienen en él muchos factores: estímulos visuales, táctiles, psicógenos, cardiovasculares, hormonales,… La erección es, pues, un proceso delicado que puede verse inhibido por muchas circunstancias. En ocasiones, incluso mantener la erección inicial puede resultar difícil. Estas cosas pasan, y no revisten mayor trascendencia si se producen con carácter esporádico, o por temporadas, para volver después a la normalidad. Todos sabemos que hay épocas en que leves estímulos pueden desencadenar una gran reacción en el pene y otras en las que se reacciona poco o nada ante estímulos de similar o mayor intensidad erótica. Esta variabilidad es biológica, tiene una gran componente física y emocional, y hemos de entenderla como normal.
La erección, un fenómeno muy complejo.
El hombre y su pareja, por tanto, deben asumir que la erección no se reduce a la pura relación causal “estímulo-reacción”. No estamos siempre en la misma disposición para el lance erótico, sepámoslo. Partamos de que la erección puede fallar debido a muchas causas. Vamos a referirnos sólo a la impotencia de personas que previamente mantenían relaciones sexuales sin problemas y que un buen día empiezan a notar una pérdida permanente de su capacidad eréctil. Y, por tanto, una ausencia de relaciones sexuales con penetración y eyaculación. Es la llamada impotencia secundaria, que puede ser orgánica y funcional.
En la orgánica hay una lesión o enfermedad a nivel nervioso por lesión de médula o de nervios periféricos, una arteriosclerosis de las arterias que dificulta el flujo de la sangre, una insuficiencia de las venas que permiten el escape de la sangre; también puede deberse a la ingesta de algunos medicamentos: los bloqueadores y diuréticos utilizados para tratar la hipertensión arterial, algunos antidepresivos, ansiolíticos y neurolépticos. La cimetidina y la ranitidina para tratamientos gástricos, así como la insulina y otros antidiabéticos orales, pueden también generar impotencia. Asimismo, pueden provocarla problemas tiroideos, hepatopatías crónicas y otras enfermedades del metabolismo.
Son muchas las causas que pueden generar impotencia, por ello hay que consultar al médico para averiguar la causa y poner el tratamiento más adecuado.
Impotencia funcional, no orgánica.
Cuando no hay enfermedad que explique la impotencia se habla de impotencia funcional, que representa el 60% de los casos. La función sexual está muy relacionada con el psiquismo, de forma que cualquier alteración de éste puede repercutir en aquél; así, el estrés, el cansancio, los estados depresivos, los conflictos de pareja, o cualquier otro problema que agobie al hombre puede provocarle impotencia.
“Fallar” en el sexo se convierte para algunos en un trauma obsesivo que termina por agravar la situación y puede convertir en real una impotencia inicialmente inexistente. Las erecciones nocturnas durante el sueño son indicativas de que no hay lesiones neurológicas ni cardiovasculares, y que la ausencia de erección se debe a causas psicógenas. El tratamiento de la impotencia es muy complejo.
Por supuesto, cuando hay una causa hay que tratarla y en ocasiones el tratamiento será psicológico, hormonal, e incluso quirúrgico ya que hay algunas afecciones, generalmente de origen vascular o por fibrosis de los cuerpos cavernosos, que sólo pueden arreglarse mediante una prótesis peneana, que debe considerarse como la última opción y tras haber fallado las demás.
Se han utilizado también las autoinyecciones en los propios cuerpos cavernosos con sustancias vasoactivas y que provocan la erección, que no están exentas de riesgo ya que presentan complicaciones como el priapismo (erección prolongada durante horas) y la fibrosis de los cuerpos cavernosos.
Por ello, el Sildenafilo (la Viagra) es una medicación que ha creado grandes expectativas al evitar estos tratamientos. La vida sexual es clave para una buena calidad de vida en personas que por su edad, problemas vasculares u otras enfermedades, no disfrutan de relaciones sexuales frecuentes y satisfactorias.
No por ello debe administrarse la Viagra alegremente, como si uno fuese a tomar un afrodisíaco. Es un medicamento, una sustancia activa que incrementa la liberación de sustancias relajantes y vasodilatadores a nivel no sólo del pene, sino también de otros órganos y vísceras por lo que puede presentar complicaciones y efectos secundarios en algunas personas. De hecho, y como se sabe, se han registrado muertes asociadas a la toma de este producto.
La Viagra hay que tomarla, siempre, bajo indicación del médico y después de estudiar el problema concreto de impotencia del paciente, tras realizar el diagnóstico correcto de su causa. Inicialmente, y según reza el folleto informativo de la Viagra, es adecuada para casi todos los tipos de impotencia, pero las respuestas pueden ser distintas y hay un porcentaje de fallos y de respuestas nulas al medicamento.
- Es un medicamento que ha generado muchas expectativas pero que tiene efectos secundarios y algunas contraindicaciones. No puede administrarse alegremente. Si la necesita, acuda a su médico, y expóngale el problema. Y si es necesario, hágase una revisión, hable con su pareja. Pero no la tome a hurtadillas, sin control.
- No se debe tomar cuando se ingieren nitratos para tratar afecciones cardiacas.
- La cimetidina y la eritromicina hacen que la concentración de sildenafilo (principio activo de la Viagra) en sangre aumente, por lo que si toma alguno de estos medicamentos hay que comunicárselo al médico. La dosis de Viagra debe ser menor a la normalmente prescrita.
- Las reacciones adversas más frecuentes después de su ingestión so: dolor de cabeza (16% de los usuarios), bajada de tensión (10%), molestias gástricas (7%), congestión nasal (4%), disturbios visuales, se ve azul nublado (3%). Con menor frecuencia, se han registrado también diarrea, sarpullidos y mareos.
- No han sido estudiadas las repercusiones de las combinaciones de la Viagra con otros tratamientos para la impotencia. Por tanto, no deben realizarse combinaciones.
- Si tiene problemas hepáticos o renales, consulte con su médico.
- Hay un incremento del riesgo cardiaco asociado a la Viagra, por lo que hay que hacer siempre una valoración cardiovascular antes de su toma.
- No deben utilizar Viagra quienes sufren patologías del pene, como deformaciones, fibrosis u otras afecciones.
- Quienes padecen algunas formas de leucemia o mieloma múltiple, que predisponen al priapismo (erección mantenida durante horas), deben abstenerse de tomar Viagra, al igual que quienes sufren de retinosis pigmentaria, ya que estas pastillas generan disturbios visuales.