El futuro de los bosques madereros

No sólo de madera vive el bosque

Las explotaciones de bosques locales se enfrentan al reto de competir con maderas extranjeras más baratas mientras surgen otros modelos de negocio relacionados con el ocio, la retención de dióxico de carbono o la conservación de la biodiversidad que plantean nuevos retos de gestión forestal
1 mayo de 2009
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No sólo de madera vive el bosque

En los últimos veinte años la madera apenas ha subido de precio y los bosques madereros europeos, incluídos los españoles, son cada vez menos competitivos. Una de las razones que explica esta situación es que los costes de extracción son cada vez más elevados, sobre todo en bosques de zonas montañosas en los que difícilmente se pueden automatizar el proceso de obtención de la madera y su transporte. En bosques como los del Pirineo, la extracción de madera es una actividad en declive. Por paradójico que resulte, resulta más sencillo y económico importar madera de otros países que obtenerla de los montes más cercanos. Según informaciones del Centro Tecnológico Forestal de Cataluña, en esta comunidad autónoma se producen anualmente 500.000 metros cúbicos de madera y, sin embargo, se consumen hasta dos millones de metros cúbicos.

La producción local ya no es rentable. Los países ubicados en el cinturón tropical, en los que se están implantando grandes plantaciones de árboles, ofrecen madera a un precio irrisorio respecto a los costes europeos. Algo parecido ocurre en la región de Las Landas, en el suroeste de Francia, donde el terreno plano ha permitido desarrollar grandes bosques madereros de pino y mecanizar la extracción de la madera a precios más competitivos.

Árboles, maderas y ciclos

Los bosques españoles, como la mayoría de los europeos, se han adecuado a las necesidades de una sociedad cada vez más evolucionada. El crecimiento de la red telefónica, por ejemplo, precisó grandes cantidades de madera de pino para hacer los postes telefónicos, lo que propició el crecimiento de los pinares. En el País Vasco, por su parte, numerosos pinares de Pinus radiata han ocupado antiguas zonas deforestadas que ahora ya no son útiles ni para la agricultura ni para el ganado. Los pinos son apropiados para la reforestación porque pueden crecer en condiciones adversas y suelos pobres, al contrario que otros árboles como las encinas o los robles, que necesitan suelos ricos en nutrientes. Después de incendiarse una de estas zonas, el pino se regenerará con mayor facilidad. Además, puede crecer aislado y a pleno sol mientras que otras especies necesitan mantenerse al abrigo de otros árboles. Y como su ciclo de crecimiento es más rápido que el roble o el nogal, muchos propietarios forestales han optado por dedicarle parte de sus explotaciones.

El pinar es el bosque maderable por
excelencia en la Península Ibérica,
le siguen el chopo y el eucalipto que
se utiliza, sobre todo, para hacer papel

Éstas son algunas de las razones por las que el pino se ha convertido en el bosque maderable por excelencia en la península. Según el Observatorio de la Certificación Forestal (PEFC), en España hay 451.331 hectáreas de pinos, frente a las 6.726 hectáreas existentes de chopo, 73.278 de eucaliptos, 85.311 de haya, 97.092 de robles y 12.965 de otras especies frondosas.

Además de la madera de pino, la producción nacional se centra en la elaboración de papel a partir del eucalipto, árbol de crecimiento rápido originario de Australia que se cultiva sobre todo en el norte y en el suroeste de España, así como en la producción de madera de haya, destinada principalmente a mobiliario y carpintería. También hay plantaciones de chopo (otro árbol de crecimiento rápido) para la elaboración de contrachapados y pasta de papel, aunque en menor cantidad. Otras maderas son minoritarias: En Asturias hay una pequeña producción local de castaño y en el norte de España algunas plantaciones de nogal además de varios robledos de lento crecimiento que, sin embargo, sirven de refugio para especies amenazadas como el urogallo o el oso pardo.

Invertir en madera de producción local puede ser una buena idea. Hay empresas que ofrecen al consumidor la posibilidad de realizar pequeñas inversiones en árboles autóctonos maderables. Así, Maderas Nobles del Segura ofrece una decena de nogales jóvenes por algo más de 3.000 euros. Al cabo de 20 años, si la madera resultante es de primera calidad, el inversor puede recuperar 40.000 euros y, si es de menor calidad, 13.000 euros. Un lote de cinco castaños con otros dos árboles de otras especies se venden por 1.700 euros. Tras 25 años de su ciclo productivo, el inversor puede recuperar 14.794 ó 5.794 euros, en función de si la madera es de primera o de segunda calidad.

Gestionar los bosques

Según el último informe de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimetnación) sobre la situación de los bosques del mundo en 2009, la industria forestal de Europa occidental seguirá perdiendo competitividad pero se desarrollarán otros servicios forestales, sobre todo ambientales. El aumento de la competencia mundial, que ocasiona la reducción de los precios de los productos y la disminución de la capacidad de la industria de costear la madera y la fibra, y la reducción de los precios de la madera en rollo procedente de la industria forestal de Europa del Este son los factores que determinarán que los bosques de la vieja Europa inicien un nuevo rumbo.

Entre las posibles salidas se encuentra el uso de la biomasa con fines energéticos. Según un trabajo presentado en el ultimo Congreso Nacional de Medio Ambiente (CONAMA), la biomasa podría dar respuesta al aumento de la demanda energética y, al mismo tiempo, ayudaría a que los bosques madereros fueran más rentables para los propietarios.

El sello FSC garantiza a los consumidores
que el producto que quieren adquirir
no procede de bosques vírgenes ni de
las plantaciones que los han sustituido

Son numerosos los bosques madereros que se dejan de gestionar porque el negocio de la madera en gran parte de España no es rentable. Y un bosque sin gestión, donde no se efectúa ninguna corta (clareos y claras), lleva al desarrollo de un bosque más espeso, con árboles que se deblitan por la falta de espacio y de luz y que se vuelven más proclives a sufrir enfermedades. Por otro lado, el riesgo de incendio es mayor, mientras que la resistencia frente a viento y nieve disminuye. La biomasa, obtenida a partir de los residuos de la industria maderera que no se venden como madera, permitiría al maderero obtener un beneficio añadido.

Otra de las funciones de los bosques es la conservación del paisaje, su uso como sumidero de dióxido de carbono, como zona de esparcimiento y la conservación de la biodiversidad. Utilidades por las que se exige a las administraciones correspondientes la búsqueda de un mayor número de herramientas de compensación con el fin de que los propietarios apuesten por esas vías que, a la larga, benefician a toda la sociedad.

Madera y bosques certificados

Muchas de las maderas tropicales que se comercializan en Europa, como la caoba, el ipé, el sapelli o la teca, proceden de bosques vírgenes o de plantaciones que han sustituido los bosques vírgenes que han sido talados por completo (tala rasa). Para minimizar estas situaciones se creó un mecanismo de control y certificación mundial, el FSC (siglas de Forest Stewardship Council), que garantiza la obtención de la madera a partir de una gestión forestal responsable. Mediante la colocación de un sello certificado se informa al consumidor de que los productos que adquiere proceden de explotaciones forestales sostenibles.

A nivel europeo se ha creado el sistema PEFC de gestión forestal. España, que implantó el sistema PEFC en 2007, tiene certificadas cerca de un millón de hectáreas de los casi 18 millones de hectáreas de superficie forestal arbolada total. El PEFC se adecua mejor a la realidad forestal europea, donde casi todos los bosques se encuentran en manos privadas y donde rigen desde hace tiempo leyes para desarrollar la gestión forestal de una forma responsable. Sin ser perfecta, es una situación diferente a la de países tropicales donde la corrupción, la compra de tierras por parte de grandes empresas y los intereses económicos inmediatos provoca la puesta en práctica de una gestión que amenaza la supervivencia de los bosques vírgenes y la biodiversidad que albergan.