Más raro que un perro (o un gato) verde

Son como de la familia. Les hablamos. Les pedimos cita en el médico. Los llevamos con nosotros de vacaciones. Ya es hora de sensibilizarlos con las buenas costumbres. Un reciente estudio afirma que nuestros animales generan el 25% de las emisiones de co2 derivadas del consumo de carne. No resulta tan difícil tener una mascota ecologista: todo empieza con un juego.
1 junio de 2018
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Más raro que un perro (o un gato) verde

Al igual que los humanos, los cerca de diez millones de perros y gatos que viven en España también tienen su impacto sobre el planeta. Según un estudio realizado en Estados Unidos y publicado en la revista científica Plos One , nuestros amigos más peludos -cuyas dietas están basadas principalmente en la carne- son responsables de una cuarta parte del impacto ambiental (entre otros, contaminación del agua y emisiones de dióxido de carbono) del consumo cárnico total de un país.

Ojo: cambiar la dieta de Toby o Micifú (este -el gato- carnívoro obligado) por una alimentación vegetariana no es la solución, sino algo muy peligroso que puede poner en peligro su vida. Pero si te aburre ver cómo la basura daña el entorno, debes saber que tu perro o tu gato también puede ayudar a salvar el planeta. Un ejemplo cotidiano: una botella de plástico puede (y debe) salvarse de la basura y transformarse en un juguete para ellos de forma muy sencilla. Y una caja de cartón vacía es el mejor regalo para el felino.

UN JUGUETE CANINO ‘ECO’.

Cada año, los habitantes del planeta (bípedos y cuadrúpedos, se supone) tiran ocho millones de toneladas de plástico al mar, según un estudio publicado en la prestigiosa revista Science. Pues bien: resulta complicado encontrar un modo más divertido de reducir el plástico de tu basura -buena parte del cual acabará en el mar, como insisten los estudios- que con este juguete canino tan ecológico: un mordedor para perros hecho con una botella de plástico. “Esas botellas son estupendas para fabricar juguetes para perros, porque pueden mordisquearlas, perseguirlas y lanzarlas sin peligro”, afirma la veterinaria Gabriela Galán. ¿Cómo elaborar este juguete verde? Lo primero es forrar la botella con un calcetín o una camiseta vieja lavada. Recuerda cerrar bien el tapón para evitar que se suelte y resulte peligroso. El perro disfrutará mordisqueando su juguete. Y aún hay modo de hacerlo más interesante: mete unas legumbres secas antes de cerrar la tapa. Así se convertirá en un mordedor canino tan ecológico como sonoro.

UN REGALO 100% FELINO.

Una caja de cartón es un regalazo para el gato. Y, si no, haz la prueba: olvídate de abandonarla en la basura. Colócala en mitad del salón y observa a tu medio sylvestris catus ir hacia ella como un imán. Es un secreto peludo a voces: los gatos aman las cajas de cartón.

La ciencia ha encontrado la respuesta a este misterio felino: una caja proporciona un escondite genial al gato durante el juego, y además le sirve de refugio para reducir el estrés, le ayuda a mantenerse caliente y mejora las relaciones con otros gatos de casa, en caso de vivir con más animales. De hecho, si unimos todas las evidencias, los gatos no solo adoran las cajas: resulta, además, que las necesitan. Para darle una segunda vida gatuna a sus cajas de cartón basta con quitarles las tapas o solapas y colocarlas de lado, con una mantita dentro, para fabricar una cama de lo más apetecible. Y si abres un agujero más en uno de los laterales y metes dentro ratones para gatos y hojas secas, también servirá para hacer más divertidos sus juegos.

Recreo 'eco' sin riesgos.

Los envases reutilizados y la ropa vieja sirven como base de juguetes para gatos y perros. Pero hay que asegurarse de que el juego de tu amigo de cuatro patas es seguro:

  1. Escoge juguetes que no quepan por completo en la boca del perro y que, por tanto, no puedan acabar en el fondo de su garganta.
  2. Asegúrate de que el juguete no tiene piezas sueltas o que el animal pueda arrancar (botones, hilos, etc.) y atragantarse.
  3. No uses las bolas con un único agujero: pueden hacer efecto vacío en el interior de la boca del perro o gato y suponer un peligro.
  4. Las piedras y los palos no son seguros.
  5. Supervisa siempre su juego.
  6. Varía los juguetes: rótalos para exprimir el juego y que su atractivo se multiplique.

Opciones ecológicas

CUIDAR EL PLANETA CON ROPA VIEJA.

Cada año, los europeos tiramos a la basura casi dos millones de toneladas de ropa usada, según el estudio Recursos Renovables, la biotecnología de las plantas, del Instituto Europeo de Fibras Naturales. Este modelo de ropa de usar y tirar también tiene un impacto sobre el planeta: la ropa es la responsable del 2% de las emisiones de CO2. Pues bien, la ropa ecológica para perros también quiere darle un respiro al medio ambiente, y recuperar parte de esas prendas que acaban en la basura. Para empezar, ¿por qué no aprovechar esa vieja camiseta y crear una bandana canina para el cuello de tu mejor amigo? Recorta un cuadrado y dóblalo por la mitad para hacer un triángulo, de forma que puedas anudarlo con holgura al cuello del can.

Las bandanas caninas, pañuelos colgantes para cubrir la correa, no solo son divertidas y estilosas: además resultan un aliado para los perros con calor. Y cuando el termómetro suba, mójala con agua fresca antes de salir de casa para refrescar el paseo canino y ayudarle a ahuyentar el calor.

¿Y para las ocasiones especiales? Aprovecha el cuello de una camisa vieja para transformar el collar del perro en un bonito complemento. Basta con recortar el cuello de la prenda y superponerlo a su gargantilla.

Pero volvamos a la vieja botella de plástico. Cuando pensabas que no daba más de sí, aquí llega otra propuesta para transformarla en un juguete ecológico para gatos y perros. ¡Y además muy sabroso! Utiliza un cúter, cuchillo o tijera con punta para hacer agujeros en la botella, del tamaño de las bolitas de comida o premios preferidos de su amigo peludo. Una vez agujereada la botella, colócala bajo el grifo de agua fría para retirar posibles restos de plástico que puedan ser peligrosos. Sécala y rellénala con un puñado de croquetas o galletas para perros o gatos -según el amigo-, y cierra el tapón. Acabas de fabricar un puzle de comida dinámico para gatos y perros con ayuda de la basura.

Deja el puzle en mitad del salón: la comida saldrá a medida que el peludo jugador la golpee o empuje. Si al gato o al perro le cuesta entender el juego, coloca algunas croquetas sueltas alrededor del juguete casero y agita la botella para enseñarle cómo funciona. ¿Existe goce peludo mayor que jugar y comer al mismo tiempo?

LA ECOLOGÍA TAMBIÉN RIGE EN EL PARQUE

No solo la fabricación de los alimentos para mascotas implica un impacto para el medio ambiente. Abandonar los excrementos de los perros en el parque -además de suponer un peligro para la salud y acarrear multas- también contamina el entorno; en concreto, los acuíferos de aguas subterráneas. Así lo asegura un estudio publicado en la revista Ciencia Ambiental y Tecnología.

Según su autora, Karen White, de la Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA), los excrementos caninos no son inertes, sino que reaccionan (y se descomponen) a agentes meteorológicos como el agua. ¿Qué ocurre entonces cuando llueve? “Las gotas arrastran los restos de heces abandonadas hacia el subsuelo”, afirma. Y una vez que estos desperdicios entran en la red de acuíferos bajo tierra, pueden viajar a través de ellos durante decenas, incluso centenares, de kilómetros de distancia.

Las heces caninas contienen distintas bacterias peligrosas, entre ellas un grupo de microorganismos resistentes a los antibióticos humanos que puede hacer que las personas enfermen. “La contaminación del agua subterránea por materias fecales conlleva un peligro serio por propagación de patógenos y bacterias, que puede implicar un problema ambiental y de salud pública”, advierte la investigadora.

El perjuicio de las deposiciones abandonadas va más allá del agua. Las sustancias nocivas liberadas también contaminan la atmósfera, según un estudio de la Cooperativa de Institutos para la Investigación en Ciencias Ambientales (Cires, por sus siglas en inglés): entre el 10% y el 50% de las bacterias en las muestras de aire analizadas por estos científicos procedían de heces caninas abandonadas en el espacio público.