El ocio como materia universitaria. ¿No resulta un tanto extraño convertir en disciplina lo antítesis de lo académico?
El ocio es uno de los pilares del siglo XXI. Como valor comenzó a implantarse el siglo pasado, y hoy podemos hablar de él como un elemento de identificación de las personas. La vida no se entiende sin ocio. Es decir, sin televisión, sin música, sin salir de paseo o hacer un viaje; o sin deportes que practicar o que ver. Y es así por que en el actual mundo de valores se ha producido un cambio, y el ocio se ha situado en los primeros puestos.
¿Como un principio al que seguir y cumplir?
Efectivamente, como valor vital. Es una cualidad que mueve a las personas y las capacita para vivir experiencias satisfactorias, más enriquecedoras o menos, pero sin duda trascendentales en cuanto que ofrecen un sentido a su existencia. Al preguntar a la gente qué es importante o muy importante en su vida, el ocio ocupa el cuarto puesto. Es más, la juventud, en la búsqueda de sí misma y del sentido de su vida, ha desplazado al trabajo como prioridad y lo ha puesto en su lugar.
¿Eso es positivo?
Cuanto menos, no hay que juzgarlo de forma negativa. El joven encuentra en el ocio el espacio donde está conforme. En él hace las cosas que le gusta, y el trabajo, por lo general, no le posibilita desarrollarse con satisfacción como persona y ha dejado de ser el núcleo de su vida. Antes, el ocio era tiempo de descanso para seguir trabajando; ahora, el trabajo es sólo un medio para proporcionar ocio.
¿Cómo se ha llegado ahí?
Es una de las consecuencias del cambio de la sociedad industrial a la tecnológica. En este momento, el trabajo ocupa sólo el 7% del tiempo total de vida, con lo que tiene un significado menor en el conjunto de la vida. Basta con ver cuándo se incorporan los jóvenes al mundo laboral y cuándo lo abandona el adulto. Se empieza más tarde, y la esperanza de vida es mucho mayor. Si a esto se le suman los fines de semana, las minivacaciones, los puentes… algo que ahora contemplamos con total normalidad pero que no siempre fue así, estaremos hablando de una conquista que lleva implícito algo que los jóvenes han visto con total claridad: el trabajo no es lo más importante. Cierto que sus trabajos no son los que soñaban, que el mundo laboral es precario, pero además, no les interesa como lugar para realizarse. Los viajes, los conciertos, el surf y el compartir el tiempo con la familia y los amigos es mucho más satisfactorio, por lo tanto, se esfuerzan es procurárselo.
¿Y el actual sistema podrá soportarlo?
Precisamente el mundo del ocio es potentísimo. Es la gran industria del siglo XXI. Fijémonos en el turismo, sin duda una fuente de ingresos y un sector socioeconómico clave. La liga de campeones mueve el 1% del PIB. El cine, los parques de atracciones, los centros comerciales, los festivales de música, las tiendas especializadas en deporte… Todo esto es origen y consecuencia de la implantación del ocio, y de la nueva manera de concebir la vida. Además, es una gran fuente de trabajo.
Retomando lo anterior. ¿Cómo van a convivir las generaciones con valores tan distantes?
Un estudio realizado en el norte de Italia, que buscaba precisamente esa respuesta, concluyó que no se va a producir ningún choque. Se analizaron tres generaciones: abuelos, padres e hijos. El trabajo como primer valor, sólo se encontró en los abuelos; en los padres se produce un equilibrio, entre el trabajo y el ocio; y en la generación de los nietos, el ocio prima. Esto nos lleva a ratificar que el cambio de valores es profundo, consecuencia de la sociedad de bienestar en la que se han criado las nuevas generaciones gracias al esfuerzo de las anteriores, que perseguía precisamente ofrecerles un mundo mejor. Además, los abuelos mantienen con mucho orgullo su valor en el trabajo; los nietos no lo sienten así, pero tampoco se produce un desencuentro.
Así que los abuelos trabajaron duramente para que sus nietos vivieran mejor. ¿Y ellos? Ahora que dispone de su tiempo, ¿cómo aprenden a disfrutar del ocio?
De nuevo nos encontramos con un fenómeno que de asumido, no reparamos en que es muy nuevo. Antes no había jubilados. La esperanza de vida era menor, y además, el trabajador seguía trabajando para seguir viviendo. En los años 70 comienza a aparecer una nueva clase social. Personas que no tienen que trabajar, que tienen dinero, que tienen salud y que tienen ganas de seguir descubriendo cosas. Pero, ¿qué sucede? Que no saben qué hacer fuera del trabajo. Su identificación había sido a través de él, su presencia social era por el trabajo. Cuando dejan de desempeñar su puesto, si no han sido preparados, si no son creativos o personas dinámicas, tardan 3 años en enfermar. Por eso, ahora, la sociedad se ha dado cuenta de que es importante preparar a las personas para que disfruten y vivan su jubilación. Es una cuestión económica: las personas que tienen una autonomía cuando dejan de trabajar, enferman menos y generan menos gasto social. Y es una cuestión social: a su alrededor crearán un ambiente positivo para toda la familia, y eso, sin duda, es beneficioso.
Decía que en una mala jubilación se tarda 3 años en enfermar. Suena muy duro.
Eso dicen los estudios. Las personas pierden el sentido de su vida y eso destruye el espíritu de la gente. Antes de jubilarse podían ser jefes, responsables, expertos. Pero, ¿qué son en su retiro? La sociedad industrial les metió en la cabeza la educación en lo útil. Se necesitaba ser ilustrado en aquello que tuviera una aplicación práctica ligada al trabajo. Ahora, lo que se intenta es ser educado en aquello que te ayuda a vivir mejor. Por supuesto que habrás de formarte para trabajar, pero no de manera unívoca ni total. Esta idea de la educación para la vida no es nueva, de hecho, surgió en el siglo XIX, y en España se encontró en la Institución Libre de Enseñanza, pero llegó a sectores muy minoritarios. Ahora existe la oportunidad de que se extienda a la mayoría de la sociedad.
¿Cómo se educa, pues, en el ocio?
Como en muchas otras cosas, para poder enseñar tiene que haber educadores de ocio. Especialistas que hayan sido formados para ello, y formen a formadores. Pero en este caso no es un tema sólo de la escuela, implica a toda la sociedad. De hecho, la sociedad está asumiendo el papel y desarrolla clubes deportivos, centros culturales, asociaciones. E igual que en el trabajo te especializas, también sucede en el ocio. Buscas y encuentras aquello que más te satisface. Si aumentas el número de gustos, se amplían las posibilidades de disfrutar. Por lo tanto, cuanto antes se forme a las personas, mejor. Se trata de prepararlas para que disfruten del ocio desde la libertad y desde el conocimiento. Esto les aleja de la manipulación y del consumismo.
Pero, ¿hasta qué punto el ocio no es sinónimo de consumo?
La clave de disfrutar del ocio no es el dinero, si no una serie de valores basados en el respeto de la persona humana y sus potencialidades, por eso, la educación del ocio trata de que la persona descubra cuanto antes esas cualidades. Cierto que en la sociedad actual se ha hecho del ocio un sinónimo de consumo, pues lo intangible lo ha convertido en producto. Sentir la libertad se puede, o eso dicen, comprar. Pero al final, el ocio es hacer aquello con lo que te sientes bien, es una experiencia gratificante que haces porque quieres, y nadie, ni nada te obliga. No es necesario gastar dinero en ello. Sin embargo, y esto es una ventaja, detrás del ocio hay una industria que cada vez va a ser más potente, y esto se puede traducir en términos positivos. Para alguien que le gusta la música clásica, por un módico precio tiene a su disposición un buen equipo y a los mejores directores del mundo. Y eso, hace 50 años era impensable. Se han democratizado las posibilidades de disfrutar. Antes, las familias compartían el trabajo, ahora se encuentran en los momentos de ocio, con la ventaja de que lo positivo une mucho más que las tragedias o la obligación. Por lo tanto, compartir el ocio en familia es transmitir un mundo de sensaciones y sentimientos que no están ligadas a la razón. Lo mismo pasa con los sistemas de gestión en las empresas. Cada vez tienden a tener más en cuenta el ocio, pues si no es así, todo el elemento emocional falla, y éste es fundamental para la motivación.
¿No existe el peligro de que triunfe sin competencia el hedonismo?
El ocio por esencia es egoísta, pero haciendo lo que me gusta no hace falta olvidar a los demás. De hecho, el voluntariado es tiempo de ocio. En esta sociedad que existen muchas personas desorientadas, es una fórmula que da sentido a lo que se hace, lejos del trabajo, que ya hemos dejado claro que no es primordial.
¿Podemos decir que estamos siendo testigos de un punto de inflexión de la Historia?
Efectivamente, y mucho más acelerado que otros anteriores. La incorporación de las nuevas tecnologías a la vida cotidiana ha cambiado la sociedad y ha transformado la vida. Este proceso lo estamos viviendo nosotros en la Universidad, y de una forma rapidísima. Nada tiene que ver la forma de impartir clase hace tres años, con la actual. Aunque mantengo horas de tutoría, de encuentro con el alumno, ahora cualquiera que tenga una duda y me busque para solucionarla, puede hacerlo remitiendo un correo electrónico que sabe que será contestado, y además, esa duda servirá a otros compañeros que podrán leerla en el foro de la clase. A la inmediatez se ha sumado la universalidad. Sucede también en las ciudades. Bilbao es un ejemplo. El cambio que se ha producido, en épocas anteriores se hubieran necesitado muchos años en que se produjera la metamorfosis. Pero es que la clave está en el cambio de mentalidad de las personas. Y son ellas las que han provocado y aprovechado ese cambio.