Almacenes de biodiversidad agrícola
Cuando se habla de pérdida de biodiversidad se suele pensar en animales salvajes en entornos más o menos exóticos. Pero también amenaza a los campos agrícolas y a los alimentos que llegan a la mesa. Los bancos y las redes de recuperación de semillas intentan salvar esa riqueza genética. Se estima que en Europa se ha perdido hasta el 70% de las variedades de fruta y verdura que se cultivaban a principios del siglo XX y que el sudeste asiático ha perdido el 90% de las variedades de arroz. En los Estados Unidos se ha calculado que de las 7.100 variedades de manzana que se cultivaban en el siglo XIX, 6.800 ya han desaparecido. Todas ellas han ido sucumbiendo frente a las variedades comerciales que se han impuesto.
Los consumidores pueden palpar esa disminución en los mercados. No hace ni 20 años que aún se podía encontrar un tipo de melocotón de agua temprano, tan tierno que cuando se tocaban quedaban las marcas de los dedos en la superficie. O algunas variedades de patata que se podían almacenar bien durante largo tiempo en lugares frescos y oscuros. La pregunta es: “¿supone eso un problema?” Sí, según todos los expertos. “Esa involución”, dice un informe de la organización de las Naciones Unidas para la agricultura (FAO), “ha incrementado la vulnerabilidad de la agricultura y ha empobrecido la alimentación humana”. También supone una pérdida de diversidad genética, concepto que, tal y como señala esta institución, “incluye las variedades tradicionales y las modernas, y otras especies silvestres que pueden utilizarse hoy o en el futuro para la alimentación y la agricultura”. Todas ellas son la despensa que aporta alimentos, medicamentos, forraje para los animales, fibra, vestido, vivienda o energía.
Esa biodiversidad es la que puede garantizar que, en caso de plagas o de alteraciones climáticas, las posibilidades de que una variante u otra sobrevivan y resistan sea mayor. La hambruna que azotó Europa a principios del siglo XIX por una plaga que asoló las cosechas de patata durante años consecutivos sólo pudo superarse con variedades de patata resistentes a la enfermedad procedentes de Suramérica. La biodiversidad es también el banco de genes en el que los investigadores buscan nuevas características para mejorar las plantas.
Bancos para conservar la biodiversidad
Una de las iniciativas para conservar esa biodiversidad genética agrícola son los bancos de semillas. En el mundo se contabilizan unos 1.400, desde los más sencillos hasta los que tienen centenares de miles de semillas conservadas en frío o congeladas. Su función es proveer de semillas a los reproductores de plantas y a los investigadores. Los mayores bancos de semillas son los que están en China, Rusia, Japón, India, Corea del Sur, Alemania, Canadá y los gestionados por el Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional (CGIAR), una alianza estratégica de diferentes países y centros agrícolas.
Pero las semillas no pueden almacenarse indefinidamente. Algunas semillas de girasoles o de cereales pueden conservarse congeladas durante décadas o cientos de años, pero una semilla de guisante sólo puede conservarse y germinarse con éxito al cabo de un máximo de 30 años. Por eso, una actividad esencial de los bancos es ir distribuyendo cada año una cierta cantidad de semillas para que sean plantadas y, a su vez, recolectar nuevas semillas procedentes del campo. Además, dicen los expertos, el mantenimiento de semillas es un proceso dinámico. Cuando el agricultor selecciona cada año las mejores semillas y las cultiva año tras año, al lado de otras plantas y con una presión ambiental determinada, la variedad va evolucionando y adaptándose al medio. Por eso, afirman, la biodiversidad debe estar en el campo.
En España, una iniciativa que sigue esa senda es la red de semillas “Intercambiando y resembrando”, que se dedica a localizar y recuperar semillas de variedades locales de toda España. Una vez localizadas las semillas, se plantan y se obtienen nuevas semillas para conservar y distribuir entre agricultores de toda España, de forma que esas variedades se recuperen y mantengan vivas.
El consumidor y el mercado local
El papel del consumidor es muy importante en la recuperación de la biodiversidad agrícola. Muchas de las variedades se han perdido por su poco interés comercial, ya que no son ni tan productivas ni tan resistentes como las comerciales, y no se pueden transportar a grandes distancias. Sin embargo, tienen interés para el autoconsumo o para un mercado local. Que el consumidor compre, aunque sea esporádicamente, estas variedades es una gran ayuda para incentivar su cultivo y mantenimiento por parte de los agricultores.
En España, la red de semillas “Intercambiando y resembrando” ha permitido recuperar algunas variedades que el consumidor, si busca un poco, ya puede encontrar en algunos lugares. Algunos ejemplos son, en Cataluña y Aragón, la manzana “ciri”, que se recolecta en octubre y se puede almacenar en lugares oscuros y frescos durante todo el invierno sin necesidad de frigorífico -tan sólo se le va arrugando la piel- o, en Andalucía, la zanahoria morada, caracterizada por su punta de color morado, carne blanca y sabor suave parecido a la remolacha.
El proyecto más espectacular para mantener la biodiversidad agrícola se está excavando en una montaña del Ártico, a pocos kilómetros del Polo Norte. Se le conoce como Cámara Internacional de Semillas Svalbard, nombre de la isla en la que se ubica. Impulsado por el gobierno de Noruega y con financiación de diferentes organizaciones, pretende convertirse en el banco de semillas más seguro del planeta, capaz de resistir desastres naturales, guerras o accidentes de cualquier tipo. La cámara se aislará incluso para soportar el cambio climático. La prensa la ha bautizado como “la cámara del día del juicio final”.
Se espera que la construcción de la cámara acabe este año y que las semillas empiecen a almacenarse en marzo de 2008. Este túnel de 120 metros excavado en la roca helada, albergará semillas de un millón y medio de variedades. Como otros bancos, una parte de las semillas serán plantadas cada año y serán repuestas con otras frescas procedentes de los cultivos de todo el mundo. En el futuro, las pérdidas de bancos semillas como las que se dieron en Indonesia, a causa del tifón Durian, o en Irak y Afganistán, a causa de la guerra, podrán ser repuestas gracias a este Arca de Noé de semillas, el último reservorio para la diversidad agrícola.