Tras las joyas más valiosas del Real Jardín Botánico

1 junio de 2012
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Tras las joyas más valiosas del Real Jardín Botánico

Durante 1755, en plena Ilustración, nació el Real Jardín Botánico de Madrid. El interés desmedido de la época por la razón y el pensamiento propiciaron su creación, que tuvo como finalidad primera el estudio y la enseñanza de la Botánica. El Jardín abarca en sus ocho hectáreas una nutrida representación del reino vegetal y todavía se postula como una gran enciclopedia viva y accesible a todos los públicos. La investigación científica es su faceta menos conocida, no en vano el Jardín pertenece al CSIC, así como el herbario, dotado con más de un millón de ejemplares, la biblioteca y su valioso archivo histórico.

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Exposición, divulgación y docencia

La visita comienza en un lugar destacado, el estanque dedicado a Carlos Linneo, científico y botánico sueco que estableció el sistema de clasificación de los seres vivos. Las plantas del Jardín se ordenan en tres tupidas terrazas de acuerdo a este esquema, de géneros y especies, y más de quince árboles singulares, como el Cedro del Himalaya, la Palmera Canaria y el Haya Roja, salpican este pulmón de la capital. Una terraza adicional acoge la colección de bonsáis donada por el ex presidente del Gobierno español Felipe González y en un lateral se encuentran los invernaderos, donde es sencillo perderse por latitudes más exóticas. Sobre todo en el interior de la estufa de Las Palmas, un invernadero del siglo XIX colmado de humedad donde las especies tropicales crecen a sus anchas. Durante este año la exposición ornamental cuenta también con un jardín vertical en la fachada norte de la biblioteca y pronto el Botánico contará con un jardín de invierno que lucirá en todo su esplendor en los meses más fríos. De forma paralela a las exposiciones permanentes, las actividades y visitas dirigidas a escolares y la escuela de jardinería se organizan de acuerdo al carácter docente de la institución.

Labor investigadora desconocida por el gran público

En un extremo del Jardín, junto a la puerta de Claudio Moyano, se encuentra el edificio de investigación y los laboratorios. Un visitante nunca creería que en este lugar, tan instructivo como lúdico, hay un espacio donde un grupo de investigadores, ya sean de plantilla, becados, o con acuerdo de colaboración, va de un lado a otro, trabajando sin descanso, del invernadero de investigación al laboratorio de sistemática molecular, del microscopio electrónico de barrido al citómetro de flujo que analiza la biología vegetal. Descubren y publican nuevos enfoques sobre la diversidad de plantas y hongos, estudian intercambios entre especies, la base genética de los cambios evolutivos y desarrollan proyectos con las comunidades autónomas, etc.

Más de 7.000 dibujos online de los siglos XVIII y XIX

Si la actividad investigadora produce, cuando menos, asombro, la Biblioteca y el Archivo Histórico, que vieron la luz también junto al Jardín, tiene una de las colecciones de botánica y horticultura más importantes del continente. Además de las publicaciones periódicas especializadas, una parte de sus más de 32.000 volúmenes ya están digitalizados y son accesibles en la red para investigadores y usuarios de todo el mundo. El Archivo, además de incunables, guarda todas las cartas y documentos, así como los impactantes dibujos de plantas, que se realizaban sobre el terreno, de las expediciones científicas que tuvieron lugar entre los siglos XVIII y XIX. Todo el material de la Real Expedición Botánica al Nuevo Reino de Granada liderada por José Celestino Mutis, del Virreinato del Perú de Ruiz y Pavón que tuvo lugar entre 1780 y 1870, de la famosa Malaspina, etc. Las más de 7.000 láminas de la expedición de Mutis de 1783-1816, dibujadas durante esos años en un taller de Colombia por cerca de 40 artistas, se pueden visualizar con todo detalle desde la web del Jardín Botánico www.rjb.csic.es. Otro interesante recurso online, en convenio con la Fundación Biodiversidad, es el programa www.anthos.es, que permite visualizar contenido, fotografías e ilustraciones de la flora de la Península Ibérica, Islas Baleares y Canarias y ver su área de distribución mediante un sistema de información geográfica.

Un paisaje de otra época entre pliegos de hojas secas

Los pliegos de plantas secas recopilados en las expediciones científicas antes mencionadas constituyen la parte más valiosa del herbario del Jardín Botánico. Junto a las recolecciones propias, las donaciones y el intercambio con otros herbarios, cuenta con más de un millón de especies. Es todo un descubrimiento encontrar aquí trozos de corteza seca de una planta del género Cinchona, que se recogieron durante el XVIII en Chilé y Perú, y que molían para extraer la quinina, un alcaloide eficaz para combatir la malaria. Las plantas, ya inmortales, están clasificadas y documentadas con su nombre científico, el lugar y fecha de recogida. Un herbario como este, con ejemplares de hace cientos de años, permite conocer la evolución de la flora en una zona determinada y elaborar programas para prevenir futuros impactos ambientales. Día a día, como ante un paisaje pretérito, un equipo especializado restaura pliegos antiguos sobre papel libre de ácido y va construyendo nuevos.