Poca calidad técnica y escaso cuidado con los valores que se difunden
Son muy habituales las críticas que los adultos vertemos sobre los programas de televisión, cada día más orientados a la evasión y al espectáculo banal, como medio para conseguir grandes cuotas de audiencia que permitan atraer las inversiones de los anunciantes que financian, en parte o en todo, la maquinaria y el funcionamiento de las cadenas de TV, tanto privadas como públicas. Pero, ¿cómo son esos programas televisivos dirigidos específicamente a los más pequeños de la casa y a los que tan poca atención prestamos?
CONSUMER ha intentado responder a esta pregunta, analizando 103 horas de programación infantil (dirigidas al público de entre 4 y 12 años) de 11 canales de televisión (TVE1, La 2, Tele 5, Antena 3, Canal Plus, ETB1, Canal 9, Canal 33, Telemadrid, Canal Sur y TVG), tanto nacionales como autonómicos y privados como públicos, en las que se ha estudiado prácticamente todo lo emitido específicamente para los niños. La conclusión es decepcionante: estos contenidos televisivos son, salvo contadas excepciones, pobres técnica y artísticamente, y trasmiten en ocasiones unos valores (agresividad, sexismo, discriminación del diferente, consumismo irracional y compulsivo…) poco adecuados para los niños, que se encuentran en pleno proceso de formación de su personalidad. Además, contienen mucha publicidad, tanto en los minutos anteriores y posteriores a los programas, como en su propio interior o durante las interrupciones de la emisión.
De media, los spots (comerciales o de promoción de otros programas de las cadenas) representan el 9,5% del total de la programación infantil, si bien las diferencias son enormes: en Antena 3 y Tele 5 supera el 15%, mientras que en TVG, Canal 9, Telemadrid y Canal Plus no llega siquiera al 5%. También se analizó el contenido de esa publicidad: seis de las 11 cadenas difundían anuncios inadecuados para los niños (escenas violentas o muy eróticas de series o películas que promociona la cadena, spots de medicamentos y de productos milagro). Las cadenas que menos se esmeran en el cuidado de esta publicidad que precede, interrumpe y sigue a los programas infantiles son Tele 5, Antena 3 y Telemadrid. Y las que más controlaban esta publicidad en el periodo analizado fueron Canal 9, Canal Sur, Canal Plus, TVE1 y La 2.
El estudio ha analizado, en cada uno de los 11 canales, los programas infantiles que se emiten en sábado y domingo y en un día laboral, en concreto los difundidos en los primeros quince días de marzo de 2000. Se estudiaron 18 programas diferentes, 20 series de imagen real y 101 series de dibujos animados, con criterios y metodologías consensuados por CONSUMER con expertos en programación infantil y psicólogos. La franja más habitual es desde las 7 hasta las 10 horas, tanto los días laborables como los festivos, aunque en éstos últimos, tienden a comenzar a las 8 horas. Se confirma, en opinión de los expertos, que la TV infantil, al igual que la de adultos, tiene bien merecidas las críticas que recibe: se dirige más a las emociones instintivas que a los sentimientos; modifica, banalizándola, la percepción de la realidad; empobrece el lenguaje hablado, e informa poco y desestructuradamente de lo que ocurre a nuestro alrededor.
No hay apenas programas de verdad
Lo más habitual no son programas televisivos propiamente dichos, sino contenedores (como El Club Disney de Tele 5, Megatrix de Antena 3, y TPH de TVE) que albergan en su interior gran cantidad de contenidos distintos (series de dibujos animados, de imagen real, concursos, emisiones musicales…) , de calidad bien diferente, pegados entre sí y que adolecen de una carencia de continuidad y de falta de características comunes. En los contenedores no hay una estructura común ni una intencionalidad en forma y contenidos que proporcione identidad y consistencia al espacio; por eso no son realmente programas. Un contenedor es un saco con una amalgama de productos diversos que parecen programados al azar, guiados más por criterios económicos y pragmáticos que enfocados hacia la elaboración de emisiones interesantes para los pequeños. En muchos contenedores, los presentadores ni siquiera anuncian lo que los niños van a ver a continuación. Y ello, porque, posiblemente, cuando se graban las presentaciones para toda la semana, en un plató único, a toda prisa y en una sola jornada, todavía no lo saben.
El escaso cuidado y previsión, y la ausencia de programas atractivos, bien realizados, y respetuosos con las especificidades del público menudo, parecen demostrar el desinterés de las cadenas de TV por la audiencia infantil, además de que constatan otra carencia: que las cadenas no cuentan con expertos en psicología y pedagogía infantil para la confección de estos programas.
En resumen, sobran series y programas de poca calidad, comprados en paquetes sin pensar en el público infantil y sus derechos y peculiaridades. Y escasean el buen gusto, la creatividad, el ingenio y la sensibilidad. Y faltan programas (especialmente, los de producción propia de la cadena, casi inexistentes), verdaderos programas infantiles.
Los resultados del estudio
El estudio se divide en dos apartados: por un lado, el interés de los programas y su calidad técnico-artística, y, por otro, el de los valores (solidaridad, libertad, igualdad, respeto al medio ambiente, tolerancia…) y contravalores (como la trivialización o abuso de la violencia, el sexismo, la discriminación al diferente, o la incitación al consumismo) que proyectan estas emisiones dirigidas al público infantil. Y, tras la ponderación adecuada, se ha llegado a una valoración global de la programación infantil de cada cadena. La media de los 11 canales no llega al aprobado, sólo cuatro (Canal 33, La 2, Canal 9 y TVE1) aprueban el examen y ninguno alcanza los 7 puntos. De las que suspenden, las cadenas con peor programación infantil son, en este orden, Tele 5, Antena 3 y Telemadrid. Les siguen Canal Sur y TVG. Un poco mejor, quedándose en sólo mediocres pero sin llegar al aprobado, figuran Canal Plus y ETB1.
Entrando ya en los pormenores, en el examen de los valores que trasmite la programación infantil, sólo Canal 33 (autonómica catalana), Canal 9 (valenciana), La 2 y TVE1 consiguen el aprobado. Las peores programaciones en este apartado son las de Tele 5, Antena 3 y TVG (gallega), con un rotundo suspenso. También quedan lejos del aprobado Telemadrid, Canal Plus y ETB1, mientras que la de Canal Sur puede calificarse de algo mejor, aunque tampoco apruebe el examen. Por programas, los mejores en cuanto a los valores sociales que trasmiten son El Conciertazo y Peque Prix (ambos, en TVE1), así como TPH Club (La 2) y Club Super 3, de Canal 33.
En cuanto al interés y calidad técnica y artística (guión, producción, realización, lenguaje utilizado…), los resultados son algo mejores, pero también decepcionantes: cinco de las 11 cadenas suspenden. Y la nota más elevada se queda en un escueto bien. TVE1 y el Canal 9 valenciano ocupan la cabeza del ranking, seguidas muy de cerca por Canal 33, Canal Plus y ETB1. En el otro extremo, los peores programas infantiles en lo que se refiere a su calidad e interés, se vieron en Canal Sur, Telemadrid y Tele 5. También suspenden, aunque con mejor valoración que las anteriores cadenas, Antena 3 y TVG. Este de la calidad es un componente clave en cualquier programación infantil porque sirve para crear buenos y exigentes hábitos en los niños como consumidores de productos audiovisuales y cultura en general. O, por el contrario, para desvirtuarlos.
Criterios exigentes de valoración
Para la elaboración de este estudio, cuyos criterios de valoración han sido exigentes, se ha tenido muy en cuenta la etapa tan crítica y fundamental para el desarrollo de su intelecto y de su socialización que vive el ser humano entre los 4 y los 12 años. Es así que no podemos obviar o trivializar la influencia que ejerce la TV en los primeros años de vida de las personas, por mucho que pueda, y deba, cuestionarse el efecto real de la TV en los niños. Por ello, la ineludible responsabilidad que corresponde a los directores de los programas infantiles y, por extensión, a las cadenas de TV, es compartida con padres y educadores, que han de ayudar a los niños a elegir las emisiones televisivas con el criterio más racional y autónomo posible.
Resulta evidente, por tanto, que si los responsables de los medios ven a los niños casi exclusivamente como mera audiencia a la que conquistar y como consumidores de productos comerciales, padres y educadores habrán de redoblar sus esfuerzos para orientar a sus hijos y alumnos en el consumo de TV y ayudarles a elegir los programas, a detectar su calidad y a interpretar libre y racionalmente los mensajes que trasmiten.
En los contenedores, destacan como más recomendables Club Super 3 (Canal 33) y TPH Club (TVE1 y TVE2).Club Super 3 (Canal 33) es el mejor contenedor de los analizados. Está realizado con mejor gusto, con mayor atención a la publicidad (bien diferenciada de las series y las presentaciones) que se limita a productos, filmes, etc., del ámbito de lo infantil. Las presentaciones son electrónicas, con bastantes efectos, están bien elaboradas y son modernas: pretenden producir al espectador la impresión de que entra en un campo virtual. Lo mejor de Club Super 3 es que el orden y la categoría de edades están clara y racionalmente establecidos. Y que es un contenedor con productos y series de calidad. Además, difunde muchos más valores que contravalores y se utiliza el lenguaje de signos (para sordos y sordomudos) con cierta frecuencia. Lo menos elogiable de Club Super 3 es la escasa interactividad con el espectador y un lenguaje algo pobre.
TPH alberga en su interior abundante, variado (e irregular) material que justifica una buena nota. Algunas series de calidad, sobre todo las clásicas, son muy recomendables. Y Barrio Sésamo es elogiable en general. Las presentaciones de Super Ñ, el muñeco, son buenas, e incorporan el aprecio al lenguaje. También, TPH presta especial atención al espectador de la primera etapa de la infancia. Y, en este contenedor, los valores abundan más que los contravalores. Como mejorable, en TPH (La 2), puede citarse la irregularidad de las series, algunas de poca calidad, la estructura del guión, y los diálogos y las presentaciones. Por su parte, lo mejor de TPH (TVE1) son los productos dedicados a la primera infancia, aunque haya menos que en La 2 y el espacio Cuentilares, además de alguna serie. Y lo peor, además de lo dicho para TPH en La 2, el exceso de programas japoneses violentos, y la confusión entre contenidos y publicidad. El Conciertazo (TVE1) podría haber sido un programa (este sí, un programa infantil de verdad) muy bueno si se hubiera cuidado más la figura del presentador, que desconoce el tratamiento que se debe dar a un niño. Habla como si lo hiciera para seres de escasa capacidad intelectual, dramatizando en exceso, exagerando y creando climas inverosímiles. Los niños ven a diario programas de adultos y se han acostumbrado a sus lenguajes, tanto orales como de imágenes.
El Conciertazo no aprovecha las ventajas que este hecho proporcionaría a un profesional competente. Obviando al presentador, el programa está muy bien planteado y abre el mundo de la música culta a los niños. Siguiendo con los contenedores, los menos recomendables son El Club Megatrix (Antena 3) El Club Disney (Tele 5) y La Banda del Sur (Canal Sur). El Club Disney es la base de la programación para niños y adolescentes de Tele 5. Cuenta con clásicos de la animación como Micky Mouse. Las series Disney ofrecen una reconocida calidad, en especial los clásicos como Donald o Micky. Pero las presentaciones las realizan locutores jóvenes poco competentes, rodeados de niños, con publicidad profusamente mezclada, donde predominan las promos de la cadena – programación nocturna, a veces inadecuada, por escenas violentas o muy eróticas-, y los productos Disney: juguetes, juegos, artículos diversos, videos. El lenguaje de los presentadores es muy pobre, convencional y lleno de tópicos y frases hechas sin significado. Pero lo peor son sus contenidos (entre ellos, Pokémon, una serie de dibujos animados que excita demasiado a los niños e incluso puede generar en ellos animosidad hacia sus padres), con una excesiva profusión de series de producción japonesa, de gran violencia, y muy poca calidad técnica.
Club Megatrix de Antena 3. Se pueden hacer idénticas afirmaciones que las vertidas respecto del contenedor de Tele 5, con la salvedad de que no cuenta con Disney. Tanto presentadores como presentaciones son aún peores que los de Disney. El caos es general. Las edades se encuentran tan mal diferenciadas que, un niño, para ver lo que le corresponde por edad está obligado a ver lo pensado para otras muy distintas. Dentro de este contenedor se halla una de las menos recomendables series de dibujos animados, Pesadillas, y una de las mejores de imagen real: Pippi Calzaslargas. Este contenedor incluye también El Megalote, concurso muy malo, sobre todo en el lenguaje. También destaca negativamente Power Ranger, de gran violencia y pésima calidad técnica.
La Banda del Sur, de Canal Sur. Como otros contenedores, adolece de guiones mal estructurados, pésimos diálogos, improvisaciones sin talento ni ingenio, actores-presentadores mal dirigidos… El vestuario y decorado son pobres, se nota mucho la falta de medios. Hay demasiadas series y mucha publicidad. Prima la sensación de confusión. Lo mejor son Los Teletubies, para preescolares. Y lo peor, el exceso de series japonesas de gran violencia y mala calidad.
Series de dibujos animados
Hay muchas buenas. Las elegidas por CONSUMER como mejores han sido Micky Mouse, Tom y Jerry y La pantera rosa. El ratón Micky además de su gran calidad, define un estilo y parece gozar de carácter imperecedero. Tom y Jerry: Extraordinaria calidad de diseño y animación. La serie se acoge a las reglas de la animación: hagan lo que se hagan el uno al otro, nunca pasa nada. La víctima resucita en el acto. No hay heridas, ni sangre, ni muerte. Sus actos carecen de repercusión y no hay culpables. La Pantera Rosa representa la sutileza del equívoco y el ingenio. Además, posibilita distintos niveles de lectura.
Entre las series de dibujos menos aconsejables, citemos a Pokemon, Pesadillas y Power Ranger. En el transcurrir de Pokémon, los niños tienen que elegir, inevitablemente, entre dos modelos de identificación, a cual peor: los propios Pokémon o sus dueños. Suelen identificarse con los bichitos, que han de obedecer las órdenes, cargadas de agresividad, de sus amos. Los niños terminan asociando a los amos con sus padres y profesores. Y pueden vivir con terror el paralelismo de las peleas entre los Pokémon y su violenta necesidad de competir para complacer a los mayores.
Series de imagen real
Las que CONSUMER ha estimado como mejores series, tras aplicar sus criterios de calidad técnica y de trasmisión de valores, son La familia Addams (optimista, desmitifica con gracia el miedo y sus símbolos y tiene mucho humor. Y reír es muy sano) y Pippi Calzaslargas, que basada en la mejor tradición literaria y de producción compleja, gusta mucho a los niños, que toman a Pippi como modelo y, cuando termina el espectáculo, vuelven a ser ellos mismos e incluso quizá un poco más libres, alegres y ocurrentes.
Exceptuando las dos anteriores, casi todas las series son mediocres, cuando no malas. Entre las menos interesantes, destacan Nada es para siempre, Al salir de clase y Nikita, todas juveniles. Las dos primeras mantienen un paralelismo: dramáticos de una hora de duración y soporte vídeo. Guiones en los que el talento brilla por su ausencia, con unos jóvenes que viven historias inverosímiles. Los diálogos son irreales, los protagonistas nada convincentes y, en general, las series resultan poco creíbles. Y los modelos que se proponen a los niños son frívolos y superficiales. Nikita es diferente. Filmada en soporte cine, tiene medios y recursos técnicos. Bien realizada, su acción es constante.
La ambigüedad ética -los buenos son tan malos como los malos- y el tratamiento a la figura de la mujer, la convierte en poco recomendable. Además, prevalece una nítida violencia física y psicológica entre los personajes que aparecen. En realidad, los guiones se ajustan a lo que se pretende: Nikita es la adaptación de un cómic de corte erótico.
Otros productos de interés:
Son animaciones corpóreas como Pingu o Tinc. También está Barrio Sésamo. Diferentes técnicas en todos ellos, difíciles de precisar en algún caso porque el cine nos ofrece 3D, y los ordenadores nos seducen con imágenes casi virtuales. Destacamos a Pingun, una familia de pingüinos a caballo entre la falta de intencionalidad -se podría decir pureza- de cualquier animalito y el ingenio y la creatividad -la búsqueda de recursos – de la inteligencia humana. Parecen hechos con plastilina y movidos fotograma a fotograma en un soporte cinematográfico. Los checos fueron maestros en este arte y quizás sea obra de un checo, pero el producto es suizo. Bonito, estimulante y entretenido para los pequeños.
También ofrece otros valores. Los pingüinos que protagonizan la serie no hablan. Se comunican por medio de ruidos y gestos muy expresivos. Internet proporciona productos complementarios para aprender a leer y escribir.
Consejos para los padres
- El tiempo que los niños dedican al televisor debe controlarse, pero no reloj en mano sino estudiando la programación. Seleccionar los programas por su calidad, por el interés de los contenidos o por la satisfacción del niño, dejándole elegir si tiene la edad o criterio suficientes.
- Los niños no deben ser espectadores solitarios, al menos no siempre.
- Los padres se deben informar sobre lo que ven sus hijos. Y argumentarles, con paciencia y razones convincentes, de por qué un programa es adecuado para ellos o no. Y si ven emisiones o escenas que consideramos inadecuadas (por la razón que sea), lo mejor es acompañarles: así podremos responder a sus dudas o hacerles comentarios sobre lo que están viendo.
- Proporcionemos a los niños lecturas, actividades, juegos, diálogo familiar, la posibilidad de estar con amigos… como alternativa al uso indiscriminado de TV.
- En el dormitorio de los niños no debe haber TV.
- Prediquemos con el ejemplo, y hagamos un uso sensato de la TV. Leamos, dediquemos tiempo a escuchar a los hijos, a hablar y jugar con ellos. Con la TV apagada, por supuesto.
- No mantengamos conectado el televisor cuando los niños comen, juegan o estudian. Ni para que concilien el sueño.
- La TV no debe entrar en el mecanismo de premios o castigos.
Para enjuiciar y seleccionar los programas:
- Si se trata de ficción- una película o una serie de dibujos animados o de imagen real-, habrá que analizar la historia que se cuenta, el tema que trata, su desarrollo y su acción dramática. También, la calidad desde el punto de vista de la imagen. Y, por último, la cantidad y calidad de la publicidad que acompaña a los programas infantiles. En cuanto a los contenidos, fijémonos cómo son los personajes. Analicemos su comportamiento: ¿Es violento o agresivo? ¿Amable y tolerante? ¿Sexista? ¿Evidencia actitudes discriminatorias? Y la reacción que nos produce y el modelo de identificación que se propone. Puede hacerse idéntico recorrido con respecto a la publicidad. Conviene comentar con los niños -sin excesos de rigor, y de una forma amable- las conclusiones que hemos sacado, invitándoles a que ellos también las hagan, porque la TV debe verse de forma racional y crítica y ello requiere un cierto aprendizaje.
La TV abre una gran ventana al mundo y es una inigualable (por cómoda y barata y por su universal implantación) herramienta socializadora, informativa y de entretenimiento para los niños, siempre que sea bien utilizada. Y siempre que existan programas infantiles interesantes, divertidos y no contradictorios (al menos, no con la frecuencia detectada en este informe) con el sistema de valores que intentan trasmitir padres y educadores. Y que no propicien el deterioro del lenguaje o reduzcan la expresividad de los pequeños ni inciten al consumismo más desaforado y frustrante. Hay, al respecto, responsabilidades que competen al emisor, a las cadenas de TV y sus profesionales. Veamos algunas cosas que podrían hacer mejor: Las cadenas de televisión deben poner más interés y cuidado en la calidad general de los contenedores, como Club Megatrix o Club Disney, más atención en los guiones de cosido entre programas, y utilizar un lenguaje menos precipitado, más elaborado y correcto. Y dirigir mejor a los presentadores.
Y diferenciar bloques independientes, de series y programas, dentro de los contenedores, uno para cada etapa: preescolar, infancia y adolescencia.
La publicidad (y los anuncios de promoción de programas para adultos) debe respetar la edad, mentalidad y necesidades de la audiencia infantil. Y diferenciarse de la programación con una cortinilla o rótulo que la identifique como lo que es, mera publicidad. No debería existir publicidad dentro de los programas.
La calidad técnica y estética de las series, sean de animación o de imagen real, debe mejorar y cuidarse más, al igual que el interés de los contenidos y su riqueza en valores. El mercado ofrece producción de calidad superior a lo que se programa en nuestras televisiones.
Las series de dibujos deberían alternarse con las de imagen real de forma equilibrada, teniendo en cuenta la intensidad y la velocidad de las imágenes, cuidando el ritmo para dar respiro al espectador.
Frenar y controlar la violencia gratuita o su trivialización, y la incitación (por muy indirecta que sea) al racismo, la xenofobia, la discriminación del diferente o el sexismo.
E impulsar valores como la amistad y las relaciones humanas, la solidaridad, la paz, el optimismo, la tolerancia, el humor, la generosidad, la creatividad, la cultura…
Lo que debería aportar una buena programación infantil
- Enseñar a fijar la atención en personajes y hechos concretos.
- Facilitar conocimientos.
- Desarrollar el sentido espacial de los niños.
- Proporcionar información sobre el mundo y la vida en otros lugares.
- Poner en contacto a los niños con grupos étnicos diferentes.
- Estimular su interés intelectual y su curiosidad científica.
- Despertar emociones en el ámbito de la estética.
- Remitir a otros medios como la lectura y la radio para lograr una educación multimedia.
- Dar una baraja de opciones respecto a los estereotipos sociales.
- Mejorar el concepto que puedan tener respecto a los diversos grupos que configuran una sociedad pluralista.
- Educar en la convivencia pacífica y democrática.
- Cambiar actitudes delictivas o comportamientos del mismo género como los violentos.
- Fomentar el respeto hacia sí mismo en grupos oprimidos o minoritarios.
- Dar una imagen positiva de la vida.
- Educar en valores estéticos y sociales, socializando con arreglo a dichos valores. Es posible que no todas las familias tengan idénticos criterios respecto a este tema, por lo que a través de la televisión se deberían dar diferentes posibilidades al respecto, así como en lo que atañe a los modelos sociales.
- Despertar la imaginación remitiéndoles a mitos y fantasías constructivas, a grandes ideales y a héroes benéficos y positivos.
- Aportar un lenguaje completo, no sólo diálogos banales, fórmulas y muletillas.
- Podría – si se emitieran programas educativos – mejorar la educación de aquellos niños que atraviesen por cualquier situación de desventaja.
- En conjunto, se podría lograr – si no hubiera tantos intereses económicos – que los pequeños telespectadores fueran críticos activos en vez de ser meros consumidores pasivos de imágenes, de consumo inmediato, de usar y tirar que, sin embargo, como está comprobado, se mantienen en los lugares más profundos de la memoria.
(Opinión) La TV se merece las críticas que recibe
Lolo Rico. Experta en programación televisiva infantil.
Valoro la imagen televisiva en lo que vale, pese a reconocer la ambigüedad de su sistema de signos y su inferior calidad respecto del cine, el séptimo arte. El drama de la TV es que no ha sabido crear su propio lenguaje, salvo en los aspectos vinculados al tiempo y al espacio, cuyo sentido ha transformado alterando el propio de nuestra naturaleza, para asimilarse a la visión espacial y temporal de nuestros sueños.Tanto el cine como la imagen electrónica de TV inciden en nosotros al estar, en cierto modo, nuestra mente configurada con arreglo a su existencia.
El poder ver lo que antes era impensable, salvando las barreras de la distancia geográfica y de la temporalidad, hace que nuestro pensamiento y percepción del mundo difiera sustancialmente del de los individuos de otros siglos.
La televisión y sus programas nos remiten constantemente a los sentimientos, pero no como “emociones del alma referidas particularmente a ella y causadas, mantenidas y fortalecidas por algún movimiento del espíritu” como dijo Descartes, sino como alteraciones del ánimo que atañen principalmente a lo instintivo.
Lejos de fomentarse, éstas deberían ser controladas por la razón para seleccionarlas, tanto desde el punto de vista estético como ético. Hoy, en lo audiovisual predomina el dominio de la técnica , pero ha disminuido la creatividad. En la televisión, quizá por nutrirse de tanto material industrial estadounidense (cine y series estrictamente comerciales, entre ellos filmes de pésima calidad dedicados a un público infantil y juvenil) esto está a la orden del día.
El televisor forma parte del mobiliario de cualquier hogar. En muchos de ellos está casi en continuo funcionamiento, emitiendo sin parar imágenes, palabras, música y efectos de sonido.
Ante él se desarrolla la vida cotidiana, y verla no requiere ningún desplazamiento, atención o esfuerzo; ver la tele se ha convertido en un gesto automático, y cuánto más la vemos me temo que más incapacitados nos encontramos para la reflexión y el juicio crítico. Muchos pequeños comen acompañando cada bocado a una ráfaga de metralleta, se duermen con las sirenas policiales y las peleas y estudian al ritmo de las voces agudas de los dibujos animados. También juegan entrando en ella, proyectándose en las acciones que se desarrollan en la pequeña pantalla e identificándose con sus personajes.
El televisor introduce el rito televisivo en la vida cotidiana. Rito que se refuerza por la magia que entraña lo que existe y está próximo, pero cuya técnica y funcionamiento no conocemos.
¿Quién se plantea como objetivo ver la televisión?.
Sin embargo, cualquier acto humano debe tener una finalidad consciente. El automatismo, o no la tendrá o será de un género diferente al acto racional. Nos vemos aquí ante una contradicción: por un lado, el televisor es un objeto que cumple su función: emitir imágenes y sonidos y el hábito lo ha convertido en un mueble más del ámbito de lo cotidiano. Tenerlo conectado es un acto banal.
Sin embargo, puesto que la transmisión de las ondas sigue siendo para los no iniciados un misterio, el sentimiento de lo mágico y maravilloso permanece en el inconsciente. “Puedo dominar las imágenes”, se dice un niño cuando maneja el zapping (de ahí que les guste tanto conservarlo en su poder), “luego soy tan poderoso como mis personajes preferidos. Incluso más, puesto que logro con facilidad que éstos actúen bajo mi dominio. Formo parte del prodigio”. Y el “prodigio” impregna el mundo real, el ámbito del hogar y de la escuela, sustituyendo a familiares y maestros. Porque, inconscientemente, la relación entre el televisor y el espectador se va acentuando.
Lo prodigioso va resultando cada vez más real, porque ha creado una irracionalidad que va proporcionándonos una nueva manera de ser y de ver. De esta forma, el ritual del “juego” suscita una indiferencia por el entorno que nos rodea y por quienes lo pueblan. La máquina se ha convertido en un fetiche con el que se crea una fuerte relación y que impone lo onírico sobre el espacio y el tiempo reales. La TV no sólo narra unos sucesos y esconde otros de forma intencionada, con la eficiencia de quien sabe que su silencio es una precisa forma de narrar -sólo existe para muchos lo que “sale” en TV-; también los crea, fingiendo realidades inexistentes que condicionan, cuando no modifican, el mundo en que vivimos, banalizando la realidad al convertirla en espectáculo. Incluso cuando algún programa concreto pretende constituirse en excepción, se trivializa al incluirse en el conjunto de la parrilla televisiva. Se trata de la banalización de la realidad al alcance de todos, unificando las conciencias, igualándonos en la precariedad intelectual.
Para mí, no existe apenas diferencia entre los programas de TV y la publicidad. La televisión- mueble nos convierte (especialmente a los niños y adolescentes, que ofrecen menos defensas) en personajes de una ficción que se corresponde con el mercado, invalidando el mundo real e impidiendo que se establezca con respecto a él algún género de compromiso.
El código fundamental para comprender el mundo y para relacionarnos con los demás seres humanos, y que sirve como modelo para los otros códigos, es la palabra. El hombre continúa siendo un ser parlante. Tradicionalmente, se accedía al pensamiento a través de la escritura. Ahora se llega a él fundamentalmente a través de la imagen. Pero la TV ha creado también un universo oral compuesto básicamente de exclamaciones, interjecciones y frases fragmentadas y rotas debido a que la velocidad a que se suceden las imágenes impide que la estructura del lenguaje se desarrolle según sus propias leyes. Los jóvenes imitan la jerga de la televisión y el resultado es el lenguaje adolescente más común: roto, paupérrimo en sus recursos, fragmentado, incorrecto y masificado.
Por otro lado, la TV parece proporcionar abundante información. Los conocimientos que aporta, sin embargo, son inconexos y fragmentarios e impiden la adquisición de un saber estructurado. Que requiere un proceso intelectual secuencial, tradicionalmente asociado a la escritura y que el TV, como fuente casi única de conocimiento, altera al basarse en la fragmentación y la instantaneidad La tele es como una gran máquina trituradora que desmenuza, como si picara carne, todo cuanto se introduce en ella, dando idéntico tratamiento a un film de acción en el que las metralletas no se cansan de disparar, a la publicidad o a un reportaje sobre el hambre en el mundo. Todo queda unificado como un picadillo informe que convierte cada producto en una porción de esa totalidad homogénea que es la emisión televisiva. A lo largo de la jornada son tantas las imágenes que se encadenan o se superponen que es imposible clasificarlas para darles una lectura racional y coherente.
Predominan las escenas de acción, un subproducto que asimila acción a violencia o agresividad para convertirla en un espectáculo casi deportivo. De esta forma, lo que en la realidad seríamos incapaces de contemplar por rechazarlo nuestra sensibilidad -una pelea callejera, sin ir más lejos-, en TV lo aceptamos al perder su sentido real; la violencia ha quedado trivializada. La visión de tantas imágenes discontinuas (así son los programas-contenedores infantiles, pensados con criterios comerciales: captar audiencia, ese es es el objetivo esencial) impide observar lúcidamente y discriminar la realidad, ya que estas dos operaciones requieren la capacidad para objetivizar y universalizar aquello que se conoce, asimilándolo con actitud crítica e interrogante.
La imposibilidad para reflexionar sobre lo que se está viendo dificulta que se almacenen debidamente los conocimientos y que se analicen sus causas o efectos. En los niños, me temo, la dificultad que entraña decodificar las imágenes les impide distinguir suficientemente entre realidad y ficción, frenando su desarrollo como personas cultas, reflexivas, críticas y libres.
La publicidad en la programación infantil
Las cadenas de televisión ocupan con publicidad una media del 9,5% de la programación (incluyendo los tiempos anterior y posterior a los programas) que dedican a los niños. Las de ámbito nacional son las que más tiempo de publicidad insertan en su programación infantil. Tele 5 se sitúa en cabeza, al dedicar a anuncios el 17,3% de su programación infantil y juvenil A dos puntos porcentuales de distancia se encuentra Antena 3, la misma diferencia que ésta última marca respecto de La 2, quien, a su vez, aventaja a TVE 1 en un punto.
Entre las cadenas autonómicas, la que más publicidad incluye en su programación infantil es ETB 1 y a una considerable distancia de casi siete puntos respecto a la siguiente, que es Canal 33 de la televisión catalana. Le sigue Telemadrid y Canal Sur con dos puntos de diferencia. Al final de este ranking, se encuentran Canal 9 de la televisión valenciana y TVG, la televisión gallega, al dedicar a publicidad sólo el 2,5% y el 1,8% de su programación infantil, respectivamente.
Canal Plus, con buena parte de su programación infantil que se puede ver a nivel nacional sólo para abonados, cuenta con un porcentaje de publicidad (4,3%) más próximo a una televisión autonómica que estatal.
En cuanto al número de pausas que interrumpen la emisión, Canal 9, de la televisión valenciana, es la única en que no registró ninguna. Le sigue Canal 33, al ser una de las que menos interrupciones realiza. La otra cara de la moneda la protagonizan Telemadrid y Antena 3, los que con más frecuencia interrumpen la emisión para dar paso a la publicidad. Los anuncios inadmisibles y su ubicación por programa y cadena.
En el 54% de las cadenas de televisión analizadas se emite algún anuncio que se ha considerado inadmisible en los espacios infantiles y juveniles. Se observa como aparecen publicitados medicamentos, al tiempo que se respeta escrupulosamente la prohibición de anunciar bebidas alcohólicas y tabaco. Se han considerado anuncios inadmisibles dentro de la programación infantil y juvenil aquellos en los que se publicitan medicamentos. El motivo es que si la recomendación generalizada que existe habla de mantener los medicamentos “lejos del alcance de los niños”; se ha entendido que esto debe ser así en cualquier momento o soporte, incluido el de la programación de televisión dedicada a los más pequeños. Sólo ETB 1, la Televisión Gallega, Antena 3 y Tele 5 emitieron anuncios de medicamentos en la programación infantil.
Parece obvio que imágenes de sexo explícito en la franja horaria infantil deben quedar descartadas. Sin embargo, Canal 33 emitió en la única pausa que interrumpió el programa musical Sputnik un anuncio de telefonía en el que aparece una pareja en la cama “haciendo el amor de una forma acelerada”.
La publicidad de películas que se van a emitir en el transcurso de la programación de las cadenas, ofreciendo escenas violentas o mostrando a un menor en una situación de peligro, también han sido anuncios considerados inadmisibles dentro de los espacios infantiles y juveniles. Por esta causa pecan Telemadrid, Antena 3 y Tele 5. Es en esta última cadena donde se publicita una película en la que un menor aparece en situación de peligro, debido, en concreto, a que es secuestrado.
ETB 1:
- “Barre Busa” : medicamento
- “Barre Busa”: otro medicamento
- KTM (lunes): Oraldine (medicamento)
- Superbat (sábado) “Dragoi Basatia”: Oraldine (medicamento)
TVG:
- “Xabarin Club” (viernes tarde): Oraldine (medicamento)
- “Xabarin Club” (viernes tarde): Frenazeltz (medicamento).
- Xabarin Club (viernes tarde): Frenazeltz (medicamento).
CANAL 33:
- Sputnik (domingo): Jazzfree, es una anuncio de telefonía en el que aparece una pareja en la cama haciendo ostensiblemente el amor, de una forma acelerada.
ANTENA 3:
- “Nada es para siempre” (lunes): Micebrina (complemento alimenticio).
- “Nada es para siempre” (sábado): Ceregumil (complemento alimenticio)
- Club Megatrix (sábado): Micebrina (complejo energizante)
- Club Megatrix (sábado): tónico para el alivio de garganta (medicamento)
- Club Megatrix (sábado): pastillas para el alivio de garganta (medicamento)
- Club Megatrix (sábado): Micebrina (complejo alimenticio)
- Club Megatrix (sábado): Ceregumil (complejo alimenticio)
- Club Megatrix (sábado): “La jungla de cristal 2” con escenas muy violentas de esta película.
TELEMADRID:
- Cyberclub (sábado), “Los superhéroes”: se anuncia la película “El planeta de los simios” mostrando escenas de persecución y torturas.
- Cyberclub (domingo), “Los superhéroes”: se anuncia la película “El planeta de los simios” mostrando escenas de vejaciones y torturas hacia los humanos.
- Cyberclub (domingo), “James Bond Junior”: se anuncia la película “El planeta de los simios” ofreciendo imágenes de persecución, torturas, humillación hacia los humanos.
- Cyberclub (domingo), “Fantasías animadas de ayer y hoy”: se anuncia la película “El planeta de los simios” mediante imágenes de persecución, humillación y tortura.
- Cyberclub (domingo), “Tom y Jerry Kids”: se anuncia la película “El planeta de los simios” con imágenes de persecuciones, humillación y tortura.
- Cyberclub (domingo): se anuncia la película “El planeta de los simios” mediante imágenes que representan vejaciones hacia los humanos: persecución, humillación y tortura.
TELE 5:
- “Walker” 1: Ceregumil (medicamento)
- “Walker” 1: se anuncia la película “Tiempo límite”, sobre el secuestro de un niño.
- “Walker” 1: se anuncia la película “Sin escape”, mostrando escenas muy violentas.
- “Walker” 1: se anuncia la película “Asesinos”, mediante escenas muy violentas.
- “Walker” 1: Bio Centuri (medicamento). El anuncio aparece en dos ocasiones.
- “Walker” 2: se anuncia la película “Tiempo límite”, sobre el secuestro de un niño.
- “Walker” 2: se anuncia la película “Sin escape”, con escenas muy violentas.
- “Walker” 2: se anuncia un medicamento, la Aspirina, en dos ocasiones.
- “Nikita”: Oraldine (medicamento)
- “Nikita”: Ceregumil (medicamento)
- “Nikita”: Couldina (medicamento)
- “Nikita”: se anuncia la película “Sin escape”, con escenas muy violentas.
- “Nikita”: se anuncia la película “Asesinos”, mostrando escenas muy violentas.
- “Al salir de clase”: se anuncia la película “Sin escape”, con imágenes muy violentas.
- “Pokemon” 1: se anuncia la película “Tiempo límite”, sobre el secuestro de un niño.
- “Pokemon” 4: se anuncia la película “Tiempo límite”, sobre el secuestro de un niño.
- “Rin Tin Tin” 2: se anuncia la película “Tiempo límite”, sobre el secuestro de un niño.
- “Superhuman samurai” 2: se anuncia la película “Tiempo límite”, sobre el secuestro de un niño.
- Club Disney (sábado): se anuncia la película “Tiempo límite”, sobre el secuestro de un niño.
- Club Disney (domingo): se anuncia la película “Tiempo límite”, sobre el secuestro de un niño.
- Club Disney (domingo): se anuncia la película “Sin escape”, con imágenes muy violentas.
Publicidad encubierta y su ubicación por programa y cadena
Por publicidad encubierta se entiende cuando la cámara capta de forma clara un objeto de consumo con su marca, o algún anagrama que se identifique con un producto o firma, aunque nadie haga referencia verbal a su presencia.
En Tele 5, durante el programa Club Disney, aparece de este modo una tableta de Chocolate Nestlé. En ETB 1, en el transcurso del programa KTM, se extiende sobre una mesa una camiseta de un pelotari donde se muestra el anagrama de la entidad financiera BBVA. En la TVG, durante el programa Xabarin Club, aparece la marca Pescanova.
Publicidad convencional (patrocinio o anuncio) inserta dentro del programa infantil
Esta publicidad se realiza al hilo del propio programa, sin esperar a las pausas publicitarias explícitas, como si se tratase de un apartado o un contenido más del espacio infantil o juvenil. Se ha visto en TPH Club (La 2), en Barre Busa (ETB1), Club Super 3 de Canal 33 y en Club Megatrix de Antena 3
Cómo se hizo la investigación. La Metodología y tabla comparativa
Se han analizado, en cada uno de los once canales de televisión objeto de estudio, los programas infantiles y juveniles que se emiten en sábado, en domingo y un día laboral. En concreto, se han grabado para su análisis los emitidos en los primeros quince días del mes de marzo en total 103 horas). Los técnicos de CONSUMER han estudiado un total de 38 programas, 182 películas de dibujos animados minutos de duración y 26 series de imagen real. En todo este contenido analizado figuran 18 programas diferentes, 20 series de imagen real distintas y 101 películas de dibujos animados diferentes.
Las cadenas de televisión analizadas han sido: TVE 1, La 2, Antena 3 y Tele 5. Las restantes son de emisión autonómica y se corresponden a la Televisión Valenciana, de la que se ha analizado el Canal 9, mientras que de la Televisión Catalana se ha escogido el Canal 33. En la Televisión Andaluza se ha analizado Canal Sur y en la Vasca el canal ETB 1. También se ha incluido en este informe a Telemadrid y a la Televisión Gallega. Canal Plus completa la relación de cadenas analizadas.
Se han dejado fuera del análisis los espacios televisivos destinados exclusivamente a los adultos y los programas o series dirigidos a todos los públicos, así como los emitidos entre las diez de la noche y las seis de la mañana, franja horaria que teóricamente queda fuera de la correspondiente a un niño de entre 4 y 12 años de edad.
Para analizar cada uno de los programas y series de televisión se ha cumplimentado un cuestionario destinado a los programas y otro a las series de dibujos animados y de imagen real. Tras la elaboración de los mismos y antes de ser cumplimentados por los técnicos de CONSUMER, el planteamiento de cada una de las cuestiones recogidas en esos cuestionarios fue revisado por Dolores Rico, especialista en programación infantil, así como por una responsable de Marketing de parrilla en una cadena de TV, cuya labor fundamental se centra en las audiometrías y las estrategias de programación de dicha cadena. Además se ha consultado con expertos en psicología infantil, y se ha contado con la colaboración habitual de los técnicos de Append, empresa de investigación y marketing que lleva varios años trabajando con CONSUMER en los Temas de Portada.
El sistema de valoración se sostiene en dos pilares fundamentales: Interés y calidad artística de los contenidos y Valores (solidaridad. igualdad, amistad, libertad, respeto al medio ambiente, integración del diferente…) y Contravalores (trivialización de la violencia, sexismo, discriminación del diferente, racismo y xenofobia, consumismo…) que estos trasmiten. Además, se ha analizado la publicidad que llega a los niños mediante la programación infantil.
El Interés y calidad artística de los contenidos se estructura en tres partes: guión, realización y producción y lenguaje.
En el guión se han analizado, a su vez, cinco cuestiones: el nivel de interacción o la frecuencia con la que los presentadores interactúan con el público, el número de reportajes o entrevistas que se insertan dentro del programa, los temas que se tratan en cada espacio, así como los temas que subyacen en los concursos que se insertan dentro del programa. Por último, el número de series de dibujos animados y de imagen real.
En el lenguaje se han estudiado otras tres variables. Una es la expresión oral, -en la que se valora si es rica, media o pobre- otra se centra en las construcciones gramaticales y el vocabulario, -en la que se valora si siempre son correctas o si son incorrectas sólo en escasas ocasiones o de forma generalizada. La tercera variable es la utilización de coletillas y su frecuencia.
En definitiva, en este capítulo se ha tenido en cuenta tanto el número de ocasiones que los presentadores de un programa interactúan con el público infantil, así como la calidad de esa interacción. El mismo criterio se ha seguido con los reportajes y entrevistas que se insertan dentro del programa.
Los temas que subyacen entre cada uno de los espacios han recibido distinta valoración en función de sus pretensiones. No se ha valorado igual un programa o una serie que sólo busca el simple entretenimiento, que aquel donde, además, se esbozan cuestiones medioambientales, culturales o incluso educativas.
Se ha valorado de forma positiva el hecho de que en un mismo programa se inserten series tanto de dibujos animados como de imagen real porque es bueno que se compaginen ambos estilos, y no se emitan personajes de fantasía de forma exclusiva, obviando las series de imagen real.
También se ha tenido en cuenta la expresión oral utilizada, así como las construcciones gramaticales y el vocabulario. La utilización de coletillas, práctica lingüística observada con una frecuencia preocupante por parte de los más jóvenes, también ha sido calificada negativamente.
La valoración de este capítulo, especialmente los apartados de realización y producción, incluye la aportación subjetiva del experto que ha ofrecido asesoramiento técnico para la realización de este informe.
El segundo gran capítulo que se analiza es el de los Valores y contravalores, que se califica según 11 variables: el número de ocasiones en las que se potencia la discriminación sexual, la discriminación social, las veces que aparecen armas, el número de escenas violentas, si la frecuencia de estas escenas es constante o esporádica, la frecuencia con la que se produce violencia verbal o de efectos de sonido, el número de ocasiones en las que la mujer o el género femenino es la víctima de las situaciones violentas, si se potencian actitudes racistas, la ridiculización del otro y la incitación al consumo mediante la aparición de reclamos publicitarios al hilo del programa o mediante la existencia de publicidad encubierta, -que sólo capta la cámara y no se da a conocer de forma verbal-.
La aparición de discriminación sexual y social, así como la proliferación de actitudes racistas se ha penalizado al considerarse su permisividad una gran irresponsabilidad por parte de las cadenas de TV. El mismo criterio se ha seguido, tanto en programas como en series, cuando se potencia la ridiculización del otro. Los expertos consideran que esta actitud es uno de los posibles gérmenes de la delincuencia juvenil.
CONSUMER tampoco ha podido obviar la frecuencia con que se emiten escenas violentas o agresivas, al igual que la aparición de armas que sirven para matar o herir, incluidas las de ciencia ficción. La violencia verbal o la procedente de efectos de sonido también se ha analizado, valorándose tanto su emisión como su omisión.
La cruel realidad social y doméstica que los medios de comunicación han ido destapando en los últimos años ha obligado a tener muy en cuenta las ocasiones en que la mujer o el género femenino aparece como víctima de las situaciones violentas o agresivas. La filtración de actitudes negativas a través de la TV puede influir negativamente en la escala de valores del menor y, por tanto, en sus actuaciones presentes y futuras.
También se ha estudiado la incitación al consumo que realizan las diferentes cadenas de televisión en sus programaciones infantiles, mediante el análisis de la publicidad encubierta y los reclamos publicitarios en el interior del programa.
Se ha valorado asimismo la publicidad encubierta, entendida como el momento en el que la cámara capta de forma clara y meridiana un objeto de consumo con su marca o algún anagrama que identifique a un producto o firma, sin necesidad de que nadie haga referencia verbal a su presencia.
Tampoco se ha obviado la publicidad que se realiza al hilo de un programa, sin esperar a las pausas publicitarias explícitas, como si de un apartado o contenido más del espacio infantil o juvenil se tratara.
El tercero y último apartado analizado se centra en cuantificar los reclamos publicitarios que emite cada cadena de TV. Para ello, se ha analizado el total de anuncios que reciben los niños durante la programación infantil, los que se emiten antes de comenzar el programa o serie, en medio y después de que haya concluido el espacio en cuestión. También se ha medido el tiempo de duración de los anuncios, el número de pausas publicitarias, el número de reclamos publicitarios al hilo del programa, el número de publicidades encubiertas y el número de anuncios inadmisibles dentro de la programación infantil y juvenil.
Se ha entendido como inadmisibles los spots en que se anuncian medicamentos, porque entendemos que estos tienen que estar fuera del alcance de los niños en todo momento y en cualquier tipo de soporte, incluido el audiovisual. Igualmente, se consideran incorrectas las imágenes de sexo utilizadas para captar la atención del receptor, así como la emisión de escenas muy violentas para anunciar un film concreto de la programación de la cadena, también han sido penalizadas a la hora de valorar la publicidad de los espacios infantiles de cada canal de televisión estudiado.
La publicidad encubierta y la realizada al hilo del propio programa también se ha tenido en cuenta en este capítulo. Se ha valorado la aparición de publicidad encubierta, entendida como tal el momento en el que la cámara capta de forma clara y meridiana un objeto de consumo con su marca o algún anagrama que identifique a un producto o firma, sin necesidad de que nadie haga referencia verbal a su presencia.
Tampoco se ha obviado la publicidad que se realiza al hilo de un programa, sin esperar a las pausas publicitarias explícitas, como si de un apartado o contenido más del espacio infantil o juvenil se tratara.