Bosques indefensos y en mal estado de conservación
En una iniciativa similar, la Unidad de Botánica de la Universidad Autónoma de Madrid ha realizado un informe cartográfico de los bosques españoles en el que ha invertido dos años. Ambas investigaciones han generado una herramienta muy útil para planificar la protección de nuestros bosques, estableciendo las prioridades de conservación. El estudio de WWF/Adena, el más actualizado sobre el estado de los bosques en España, determina las carencias de protección y el estado de conservación de los diferentes tipos de bosques. Propone, entre otras medidas, la protección inmediata de 205 bosques a través de su inclusión en la Red Natura 2000 de la Directiva de Hábitats.
Bosques mediterráneos
La mediterránea es una de las regiones forestales más importantes, valiosas y amenazadas del mundo. De las 25.000 especies vegetales presentes en el Mediterráneo, la mitad son endémicas (exclusivas de una zona determinada). Este porcentaje representa, después del de la zona tropical de los Andes, el nivel de endemicidad más alto del mundo. España, con un 19% de flora endémica, es el segundo país más rico en especies únicas en la ecoregión, después de Turquía.
Nuestro país cuenta con bosques de extraordinario valor ecológico, algunos de ellos amenazados por los nuevos usos del suelo, el sobrepastoreo, la urbanización y turismo incontrolado, la contaminación y la fragmentación de los bosques, a lo que hay que unir los incendios forestales: cada año se pierde el 1% de la superficie forestal debido a esta causa.
Arboles mal conservados y sin protección
En las masas forestales españolas destaca la mala conservación de los encinares (de los 5,5 millones de hectáreas existentes, sólo 260.000 pueden considerarse de gran calidad). Pero además, el grado de protección de nuestros bosques es lamentable: sólo el 8% de todos los tipos de bosques posee alguna protección. Las formaciones con menores proporciones de superficies bien conservadas son, por su importancia en el paisaje ibérico, los encinares (sólo el 5% bien conservados), sabinares (sólo el 7%), pinares de pino resinero (7%) y castañares (2%).
Sólo los pinsapares y quejigares andaluces tienen un satisfactorio (90%) nivel de superficie protegida. En Canarias, donde el espacio forestal protegido alcanza el 59%, no se han observado grandes carencias en la protección de los bosques, aunque debería aumentarse la de los sabinares y adoptar medidas para mejorar su calidad. Las formaciones boscosas con mayores carencias en materia de protección en la península son los melojares (sólo un 2% protegido), sabinares (2%), abedulares (2,7%), quejigares (4%), pinares de pino carrasco (4%), carballeiras (4,2%) y pinares de pino albar (4,5%).
Para WWF/Adena, “la red de espacios protegidos españoles debería tener en cuenta la enorme diversidad de los bosques, y no sólo a su tipología, sino también dentro de cada uno de ellos, recogiendo de esta forma toda la variabilidad genética, florística, faunística y paisajística de cada región española”.
Directiva del Hábitat, una oportunidad para la supervivencia
Continuando la iniciativa de conservación que supuso la Directiva de Aves (1979), la Unión Europea adoptó en 1992 la Directiva de Hábitats. Estas normas de obligado cumplimiento tienen como fin garantizar la supervivencia de todas las especies vegetales y animales, así como de todos los tipos de hábitats de la UE. Una de sus consecuencias más visibles es la Red Natura 2000 que, cubriendo toda la UE, debe garantizar esa supervivencia. Los gobiernos están obligados a presentar listas de lugares candidatos a la Red Natura 2000 que, desde ese momento, han de gozar de protección y gestión adecuada. La puesta en práctica de esta normativa va muy retrasada en toda la UE. Nuestro país no constituye la excepción.
El concepto de protección o conservación que propone esta directiva se aparta de la terminología anterior de áreas protegidas y se integra en las nuevas tendencias de la conservación, que confieren un papel estratégico en esta tarea a la población local, permitiéndose un uso controlado compatible con la conservación del espacio natural. Esta nueva idea de espacios protegidos se adapta perfectamente al ámbito mediterránea, que se caracteriza por una integración milenaria de la población humana con los medios naturales, ejemplificada en las dehesas.
205 bosques necesitan ayuda urgente
El informe WWF/Adena destaca las carencias de protección más urgentes de nuestros bosques. Se ha podido clasificar los distintos bosques según su estado de conservación (bajo, medio y alto). La organización ecologista ha seleccionado los 205 mejores bosques que carecen de protección, instando a las administraciones a que se incorporen en la Red Natura 2000. Entre ellos, destacan los Pinares de la Sierra de Gúdar (Teruel), sabinares de Cabrejas-Calatañazor (Soria), encinares de la Sierra de Pedro Gómez (Cáceres) o el bosque mixto de O Caurel (Lugo).
En otro informe (Evaluación Forestal Europea) de WWF/Adena, se aborda la gestión forestal de los países europeos, y sus resultados son asimismo poco tranquilizadores. De los 19 países analizados, Suiza obtuvo la mejor puntuación y Estonia la peor. España quedó en el puesto número 11. La puntuación media fue de 52 sobre 100, por lo que se advierte que Europa debe cuidar más sus bosques, ya que ni siquiera los países que lo protegen mejor lo hacen de modo satisfactorio: el país mejor clasificado fue Suiza, con 62 puntos, seguida por Finlandia (61) y Suecia, Austria y Eslovaquia (los tres, con 57 puntos). El peor, Estonia, se quedó con unos paupérrimos 38 puntos.
El cuidado de los bosques es, por tanto, una asignatura pendiente para Europa y todos los países tienen mucho por hacer en la gestión y conservación de sus masas arbóreas. Entre los muchos problemas que requerirían un tratamiento a fondo, el informe destaca: la contaminación, la escasez e incluso inexistencia de bosques seminaturales intactos, insuficientes bosques protegidos, exceso de uso forestal de pesticidas y herbicidas y carencia de madera muerta, hábitat esencial de muchas especies.
Desde los albores de los tiempos y hasta la Edad Moderna, la Península Ibérica estaba cubierta por un casi impenetrable bosque dominado por encinas, que albergaba también alcornoques, quejigos y otros robles. Bajo estos árboles crecían jaras, lentiscos, retamas, madroños, labiérnagos, cantuesos, etc., conjunto al que se denomina bosque mediterráneo.
La encina fue, junto con el roble, un árbol sagrado en el mundo mediterráneo. Los celtas totemizaron a la encina, la llamaron Kaërquez, árbol hermoso, que hoy bajo la versión latina de Quercus da nombre científico a este mítico árbol.
Según la leyenda, en la cultura celta los druidas (sacerdotes y sabios de los árboles) danzaban en sus rituales alrededor de las encinas. Símbolo de justicia y fuerza, este árbol formaba también parte de ciertos ritos y creencias a los que los griegos se encomendaban para el conocimiento de lo divino y de lo humano.
Los romanos, por su parte, consagraron la encina a Júpiter, pues la consideraban símbolo de constancia y fidelidad. Y en la obra más importante sobre la agricultura y los montes de la España musulmana, el “Libro de Agricultura”, del sevillano Abu-Zacaría, se dice “hay de varias clases: de bellota larga y corta, dulce y amarga.
La encina es un árbol silvestre que nace de suyo en montes entre piedras y en terrenos duros y no duros… y se hace más corpulenta en tierra donde hay agua.” Describe asimismo la encina de bellota dulce, con la que se puede hacer pan.
Durante siglos, este árbol ha supuesto un magnífico ejemplo de relación armónica entre la naturaleza y el aprovechamiento por el hombre; en los períodos de hambre fue sustento básico, significando en algunos casos la supervivencia de muchas familias.
La encina es, al margen de sus significados simbólicos y culturales a lo largo de la historia y de su aprovechamiento prosaico, uno de nuestros árboles más longevos y hermosos. Ejemplares notables por su tamaño y edad se pueden encontrar en Lecina, que da nombre al pueblo, o Rebollar, ambos en Huesca; la “carrasca de Miramón” en Sigües (Zaragoza) y la “carrasca de Casa Inserte” en Mora de Rubielos (Teruel). Cerca de Peracense, también en Teruel, existe una encina a la que las gentes del lugar atribuyen 1.300 años de vida.
Otras impresionantes encinas son la de Culla (Castellón), la de las tres patas en Mendaza (Navarra), la de Mas de Borbó en L´Aleixar (Tarragona), la de Garai (Vizcaya) y la de Alcoy (Alicante), una encina centenaria situada en una masía a las afueras de la ciudad.