Meniscos de cristal

Cerca del 40% de la carga que soporta la rodilla recae en los meniscos, cartílagos que sufren especialmente con el paso de los años y la práctica deportiva intensa
1 julio de 2007
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Meniscos de cristal

/imgs/20070701/img.salud.01.jpgDesgaste cuando los años avanzan y traumatismos por la práctica de deporte en los más jóvenes. Pocas piezas hay en el cuerpo humano tan sujetas a los avatares vitales como las rodillas y, de forma muy particular, de uno de sus elementos fundamentales, los meniscos. De su buen estado dependen nuestra estabilidad y algo tan fundamental como la calidad de nuestro caminar. Es uno de los precios a pagar por ser bípedos.

Rotura de meniscos

Los meniscos son cartílagos que rellenan los espacios entre las superficies articulares de la rodilla. Deben soportar cerca del 40% de la carga que recae en la rodilla./imgs/20070701/img.salud.03.jpg

Caminar erguidos, uno de los rasgos más distintivos de los humanos, ofrece, como se ha demostrado en múltiples estudios evolutivos, innumerables ventajas. Una de las más relevantes, a la que se asocia en parte el desarrollo del cerebro, es la liberación de brazos y manos, aspecto que nos ha permitido desarrollar habilidades incontables. Pero también ha acarreado que nuestro cuerpo haya sufrido modificaciones que lo mantienen en tensión. Y de la tensión han derivado problemas de reparto de fuerzas que se han traducido, sobre todo, en dolencias de las partes que nos dotan de movilidad y de flexibilidad, en particular, de las articulaciones, entre ellas, la rodilla, ésta dotada de gran estabilidad, especialmente en extensión, y a su vez, con una gran movilidad.

La pieza que ajusta las propiedades de huesos y músculos y dota a la rodilla de sus características es el menisco, un cartílago ubicado en el interior de la articulación. Su estructura y forma semilunar aumentan la profundidad de la superficie casi plana de la parte superior de la tibia, lo que proporciona mayor estabilidad. Sin el menisco, la forma redondeada del fémur resbalaría sobre la superficie plana de la tibia.

Los dos meniscos que hay en la rodilla, el interno y el externo, actúan como un cojinete entre el fémur y la tibia disminuyendo la fuerza del peso corporal y distribuyen las fuerzas trasmitidas a través de la rodilla soportando casi el 40% de la carga que recibe de la articulación. Su estructura, en tres capas, permite amortiguar el conjunto de fuerzas y evitar un desgaste excesivo. Sin el menisco, se dañarían las superficies óseas, provocando la degeneración del tejido.

Por este motivo, la extirpación completa de los meniscos es un factor que predispone a la aparición de artrosis: las superficies articulares de fémur y tibia entran en contacto directo lo que provoca una erosión constante del cartílago que puede dejar el hueso al descubierto, sin protección. Por ello, la extirpación completa del menisco apenas se practica.

Lesiones y desgaste

/imgs/20070701/img.salud.02.jpgLas lesiones de menisco son las más frecuentes que sufre la rodilla y casi siempre son de origen traumático. En las personas jóvenes los traumatismos son en su mayoría de origen deportivo y se dan, sobre todo, con la práctica del fútbol y del esquí. Estas dos disciplinas son las dos actividades de mayor riesgo, ya que se trabaja con la rodilla en flexión. Por supuesto, también pueden darse en otros deportes en los que las rodillas efectúan un trabajo constante de flexión.

En el fútbol, cuando la rodilla se rompe con el pie fijo en el suelo y en ligera flexión, se dan las condiciones ideales para la rotura de los meniscos. Si el trauma es muy violento, la lesión puede afectar también a los ligamentos, algo similar a lo que sucede en el esquí. Asimismo, las lesiones en los ligamentos laterales pueden afectar a los meniscos, a los que están íntimamente unidos.

Según avanza la edad, el menisco se vuelve menos elástico lo que lo convierte en una estructura más frágil y quebradiza. Es entonces cuando traumatismos mínimos pueden lesionarlo. Salvar un obstáculo al caminar, andar por terrenos irregulares, saltar o bajar escaleras son circunstancias que pueden favorecer las lesiones en personas mayores.

Diagnóstico y tratamiento

Identificar una lesión en el menisco no suele entrañar dificultades: el cómo se produjo la lesión, los síntomas y la exploración física ya orientan hacia el diagnóstico. La resonancia magnética nuclear (RMN) puede ser necesaria para confirmar, situar la lesión y descartar otras lesiones asociadas de ligamentos, huesos, cartílagos, músculos y tendones. Las radiografías convencionales sólo son útiles para determinar si hay otras condiciones asociadas, pero no para valorar el menisco roto. LA RMN es una prueba indolora y para valorar la articulación no requiere el uso de contraste.

En ocasiones, la artroscopia, procedimiento quirúrgico usado para visualizar y tratar problemas en las articulaciones, también se utiliza como método diagnóstico. Esta técnica quirúrgica se realiza en quirófano y bajo anestesia, ya sea general, espinal o local, dependiendo de la articulación o del problema a resolver. Por una pequeña incisión en la articulación de la rodilla se introduce una microcámara de fibra óptica que permite visualizar el interior, valorar directamente las estructuras internas y tratar las lesiones a través de otra pequeña incisión, por donde se introducen instrumentos especiales para retirar o reparar la porción dañada del menisco.

En ciertos casos los desgarros meniscales pueden repararse mediante cepillado y sutura. Aunque no siempre es posible la reparación. Los pacientes jóvenes con roturas meniscales recientes son los candidatos ideales para la reparación, mientras que las roturas con base degenerativa en pacientes de edad avanzada por debilidad y desgaste del menisco se consideran difíciles de solucionar.

Sin embargo, un menisco lesionado no siempre termina en intervención. Cuando la lesión no es muy extensa y no provoca dolor ni bloqueos, puede demorarse. Aunque algunos expertos señalan que la lesión en el menisco, por muy pequeña que sea, puede acabar dañando el cartílago articular. El menisco es una estructura con poca irrigación y esto determina su poca tendencia a la curación espontánea, es decir, no cicatriza por sí solo. En cualquier caso, no parece que las probabilidades de desarrollar una artrosis con un menisco roto no operado sean muy elevadas. Por el contrario, cuando se extirpa un fragmento de menisco roto, a más cantidad eliminada, más carga sufre la articulación y más probabilidades existen de desarrollar una artrosis.

En el caso de la intervención, las pequeñas incisiones se resuelven a los pocos días y el vendaje se suele retirar a las 24 horas. El dolor en la articulación es mínimo y se suele tratar con antiinflamatorios no esteroides quedando solventado a las pocas semanas. Sin embargo, es importante un programa específico de rehabilitación para que la articulación recupere su funcionalidad al máximo.

Cuando se produce la lesión del menisco

  • En el momento de producirse un traumatismo se puede sentir algo parecido a un chasquido o crujido.
  • Rápidamente se percibe un dolor intenso en la zona lesionada: si la lesión es en el menisco externo, en la cara lateral externa de la rodilla; y si es en el menisco interno, en la cara interna.
  • Con movimientos de flexo-extensión de la rodilla pueden sentirse chasquidos o clicks.
  • Existe limitación del movimiento de flexión y extensión de la rodilla que se nota al subir y bajar escaleras, agacharse y arrodillarse acompañado de dolor de diferente intensidad.
  • El síntoma más clásico es el llamado bloqueo de la rodilla: no se puede extender completamente la articulación cuando el fragmento roto queda atrapado en el mecanismo de bisagra.
  • Puede aparecer un pequeño derrame de líquido sinovial en la articulación que generalmente es poco importante.
Para ayudar a disminuir el dolor
  • Aplicar frío local durante las primeras 48-72 horas en sesiones de 15 minutos sin sobrepasar las tres horas totales por día. Hay que evitar el contacto directo del hielo con la piel para evitar quemaduras por la baja temperatura.
  • Reposo total de la articulación durante 24-48 horas.
  • Mantener elevada la extremidad durante unos días.
  • Aplicar un vendaje compresivo elástico, no rígido y sin apretar demasiado.