Tabaquismo femenino

Las mujeres jóvenes fuman más que los hombres

En Europa se ha duplicado la mortalidad por cáncer de pulmón en la mujer, y en Estados Unidos mueren ya más mujeres por cáncer de pulmón que por el de mama
1 octubre de 2002
Img salud

Las mujeres jóvenes fuman más que los hombres

Hasta los años 50, cuando se comenzó a investigar sobre los efectos del consumo de tabaco en la salud, el fumar se consideraba un hábito banal, un estilo de vida. Pero los estudios realizados ya entonces por los investigadores Doll y Hill evidenciaron que el tabaco perjudica a cualquier persona independientemente de su edad, sexo, raza, nivel social y tipo de tabaco consumido, y que su asociación con muertes por cáncer de distintas localizaciones, así como con otras enfermedades respiratorias y cardiovasculares, era clara y precisa.

No obstante, a pesar del conocimiento de todo ello y de las intensas campañas contra el tabaquismo, sigue provocando estragos en la salud pública en todo el mundo. En España el 36% de la población adulta consume tabaco de forma habitual -algo más de 14 millones de habitantes- y 56.000 muertes al año son atribuibles a este hábito. En la última década se ha incrementado la mortalidad provocada por el tabaco, a pesar de que en el conjunto de nuestro país el porcentaje fumadores ha disminuido del 38% al 36% entre 1987 y 1997. Esta aparente contradicción se explica porque prácticamente se ha duplicado el porcentaje de mujeres fumadoras en una década- hemos pasado del 8% de fumadoras en 1987, al 15% en 1997- y ha aumentado notablemente la mortalidad provocada por el tabaco entre las mujeres. Pero, sin duda alguna, el dato llamativo y preocupante es el alto porcentaje de chicas de entre 15 años y 18 años que fuma habitualmente: el 31%, frente al 23% de chicos de la misma edad.

Fumadoras adolescentes, enfermas adultas

Una elevada cifra de adolescentes fumadoras resulta preocupante por todo lo que conlleva esta edad: se trata de una etapa muy marcada por los cambios en el estilo de vida y en el comportamiento, un periodo en el que se consolida la personalidad. Los hábitos de vida adquiridos en esta etapa se mantienen, por lo general, en la vida adulta, y son muy difíciles de modificar una vez establecidos.

En las mujeres el tabaquismo adelanta la menopausia y aumenta el riesgo de osteoporosis y de fracturas de hueso

Además de causar las mismas enfermedades que en el hombre -cáncer de pulmón, de laringe y de otras partes del cuerpo, enfermedades coronarias y respiratorias-, el tabaquismo adelanta la menopausia y aumenta el riesgo de osteoporosis y de fracturas de hueso. Asimismo, resulta desaconsejable durante el embarazo por todos los problemas de salud que puede provocar en el feto.

Otro dato preocupante relacionado con el tabaquismo femenino: el riesgo de enfermedad coronaria se incrementa si una mujer que toma anticonceptivos fuma, pero aumenta especialmente el riesgo de tromboembolismo pulmonar, que es de 20 a 40 veces superior entre las fumadoras.

El futuro del tabaquismo femenino no es nada alentador y aunque todavía no ha transcurrido tiempo suficiente para que aparezcan en la salud de la mujer todas las nefastas consecuencias del consumo de tabaco, en los países industrializados ya se vislumbran los primeros efectos: en Europa la mortalidad por cáncer de pulmón en la mujer se ha duplicado, pasando de 18.822 muertes en 1973 a 36.772 víctimas de esta enfermedad en 1992 y en Estados Unidos mueren ya más mujeres por cáncer de pulmón que por el de mama.

El rol de la mujer en la prevención

Los resultados logrados en la lucha contra el tabaquismo son notorios, pero todavía insuficientes, especialmente en las edades más críticas de la vida, infancia y adolescencia, y sobre todo entre las mujeres. Los programas desarrollados para dar a conocer lo pernicioso de este hábito han cosechado un éxito más bien limitado en las escuelas. Algunos expertos achacan estos flojos resultados a la franja de edad elegida para esos programas de concienciación, niños y adolescentes de 11 a 18 años, y afirman que probablemente a esas edades puede haberse establecido ya cierta receptividad ante el tabaco y la experimentación con cigarrillos. Por ello proponen enseñar a los niños unos hábitos de vida saludables, y es ahí donde el papel de la mujer resulta clave, debido a su rol en la sociedad actual. La mujer es la protagonista en el núcleo familiar y su papel de agente de salud y educadora puede utilizarse para concienciar a los más pequeños. Si ellos ven fumar a su madre, difícilmente creerán que se trata de un hábito nocivo por mucho que ella misma se lo asegure.

El poder de la publicidad

Diversos factores sociales influyen en el consumo del tabaco. A pesar de ser una droga dura, resulta fácil disponer de ella debido a que fumar es un hábito socialmente aceptado. No podemos dejar de citar la presión de la publicidad, que ha jugado un papel decisivo para el inicio y mantenimiento de este hábito en las mujeres. Primeramente se explotó la idea de la equiparación con el hombre, después el miedo a engordar si se dejaba de fumar. La modificación sufrida por el rol de la mujer en la sociedad es también determinante en el mantenimiento del hábito. Su incorporación al mundo laboral asumiendo, a la vez, la mayoría de las tareas domésticas genera en las mujeres un exceso de presión y estrés: la imagen del cigarrillo relajante después de una jornada agotadora ha sido también explotada por las tabaqueras. El concepto de lo light, asimismo, ha sido utilizado hasta la saciedad por las tabacaleras. El consumo de cigarrillos light es elevado entre las mujeres bajo la creencia de que no dañan a la salud tanto como los normales y de que son menos perjudiciales, por lo que parece menos necesario dejar de fumarlos. Estas ideas equivocadas han contribuido a fidelizar su consumo y a obstaculizar el abandono del tabaco.

Sobre los tratamientos para dejar de fumar
  • Acupuntura, paramedicinas, magia, hipnosis, psicoanálisis, psicoterapia individual y de grupo, etc… han sido probados para dejar de fumar. Pero ningún método ha conseguido reunir las dos condiciones que lo harían ideal: ser adecuado para todos los fumadores y convertirlos en ex fumadores perpetuos.
  • La dificultad radica en que no todos los fumadores son iguales. La dependencia nicotínica y psicológica, la cantidad consumida, el grado de complacencia con el hábito y la voluntad para dejar el tabaco, por citar algunas, son distintos en cada fumador y hacen que el método de deshabituamiento haya que adecuarlo al perfil de cada uno.
  • El miedo a engordar, más presente en las mujeres, motiva que la mitad de las que intentan dejar el tabaco fracasen, por lo que deviene fundamental que una terapia para abandonar este hábito introduzca estrategias dietéticas y de control del peso.
  • Actualmente hay dos pilares fundamentales en el tratamiento para dejar de fumar, especialmente indicados para fumadores con gran dependencia del tabaco: el apoyo psicológico y el complemento farmacológico (nicotina, bupropion…). Hay una clara relación entre la intensidad del apoyo psicológico (frecuencia de las sesiones, duración, convicción…) y su eficacia, que aumenta con el tratamiento farmacológico, en los casos que lo precisen. También se ha observado que hay más probabilidades de éxito en tratamientos con apoyo social, lo que se consigue con el trabajo en grupo. La dinámica del mismo aporta respaldo emocional, permite conocer experiencias de personas en una situación similar y ofrece soluciones prácticas.