“Tenemos que incentivar el consumo para que la economía vuelva a crecer”, esta es una de las frases más manidas desde que empezó la crisis… ¿es cierto?
No tengo ninguna duda de que hay que incentivar el consumo para crecer. No es ningún error, todo lo contrario. La parte más importante del crecimiento está en el consumo, por tanto, es imposible crecer sin un consumo prudente. El consumidor no es responsable de la crisis, porque ni antes ni ahora llega a fin de mes. Por eso las cajas y los bancos andaban tras él ofreciéndole irresponsablemente créditos que ahora no se pueden devolver.
Hay familias que “tiran” de sus ahorros para sobrevivir. Incentivar el consumo para reactivar la economía, aun a costa de que tener que aparcar el ahorro, ¿qué consecuencias puede tener?
El planteamiento de su pregunta tiene un fallo: supone que no hay ahorro cuando se consume. Parece paradójico, pero no lo es. Lo paradójico es que en una crisis, cuanto más se ahorra, al final termina ahorrándose menos, porque se crece menos. Y esa es la consecuencia de lo que está pasando: baja el ahorro, porque baja la renta disponible de los hogares, por caídas de salarios, empleos y subidas de impuestos sobre los estratos de población de menores ingresos.
Para que una economía crezca es necesaria también la inversión ¿quién puede hacerlo en estos momentos?
Cierto. Sin inversión no hay crecimiento. La inversión hoy pueden hacerla los países europeos centrales (Alemania y otros), que pueden tirar de las economías periféricas (España y los demás países del sur, añadiendo Irlanda). Cómo hacerlo es complejo, pero sería en los sectores de mayores perspectivas futuras y que permitan diversificar la economía española: tecnologías de la información y la comunicación, agro-alimentación, biotecnología, aeroespacial, energías renovables, transportes, turismo de calidad…
Parece que con los recortes se pretende frenar la crisis. ¿Es la fórmula idónea?
Los recortes en los servicios públicos son un suicidio colectivo. No frenan la crisis, la agravan y no crean las condiciones para salir de ella. Las palabras son diabólicas: le llaman “gasto público” cuando es “inversión pública”. El manido “gasto” en Educación, Sanidad y Servicios Sociales es inversión en capital humano, el factor fundamental para salir de la crisis y responder positivamente al tan castigado bienestar de los ciudadanos.
Las subidas de impuestos se han presentado como un “mal necesario”, ¿es peor el remedio que la enfermedad?
Ni es un mal ni es necesario. No es un mal porque las subidas de impuestos no siempre son un mal; depende de a quiénes graven. Dicen que es necesario, porque en este país solo pagan impuestos los asalariados y las pymes. Las grandes empresas y las grandes fortunas son consumadas evasoras de impuestos. Sin duda, el remedio es peor que la enfermedad: sin una reforma fiscal que haga que los que más tienen más paguen, no habrá un Estado con un presupuesto a la altura de las necesidades.
¿Cómo puede convivir el optimismo que tanto se demanda desde las instituciones cuando en muchas familias españolas todos sus miembros están sin trabajo?
Ese optimismo es ficticio y un sarcasmo a las familias. Ficticio porque olvida que en España el número de hogares pobres alcanza ya un nivel inaceptable. Y un sarcasmo, cuando se sabe que casi dos millones de familias tienen todos sus miembros en paro.
¿Hasta cuándo cree usted que es sostenible esta situación?
Actualmente, esta situación ya es insostenible: para los más de seis millones de parados, para la mayor parte de las familias trabajadoras, para las pymes sin crédito y sin clientes… Y solo sostenible para las grandes empresas financieras y fondos de inversión, que se están beneficiando de la crisis, rentabilizando sus capitales…
¿Cómo se podría salir de la crisis?
No hay una varita mágica. Porque la crisis no es solo de la economía, es de todo el sistema. Es una crisis económica, sí, pero también es social, política, ecológica, ideológica y cultural. No tengo recetas. Solo puedo decir modestamente que hay que cambiar el sistema, porque es obvio que el actual no funciona. Un nuevo sistema que responda a una economía al servicio de los más y no de los menos, a una política democrática y participativa, respetuosa con los limitados y escasos recursos ambientales, con ideas de cooperación y auto-gestión, y con una cultura basada en los derechos de todos los ciudadanos y en los valores de libertad y solidaridad.