Enviar "toneladas" de información en la Red
La digitalización ha llegado a los vídeos, las películas, la televisión y la música. Prácticamente todos los contenidos se convierten en una ristra de unos y ceros que los aparatos electrónicos (como los reproductores de MP3, los decodificacores de TDT, las cámaras digitales o los teléfonos móviles) copian y traducen para que los usuarios los disfruten. Eso hace que cada vez sea más común intercambiar archivos de tamaños impensables hace unos lustros. El vídeo de una boda o las fotos de unas vacaciones pueden ocupar cientos de megabytes, un tamaño prácticamente ridículo para la capacidad de los discos duros actuales, pero que se vuelve una pesada carga si se quiere compartir por Internet con amigos o familiares lejanos.
La ubicuidad y la accesibilidad de la Red hace que parezca anticuado plantearse empaquetar una cinta de vídeo y enviarla por una empresa de mensajería (que cobrará 30 euros de Oviedo a Cádiz y tardará no menos de 10 horas). Los usuarios quieren que trasladar los vídeos, la música y las fotos sea tan sencillo como enviar un correo electrónico de texto: gratis (si se cuenta con la conexión a Internet) y prácticamente instantáneo. Pero no es lo mismo: remitir un email que sólo contenga texto es algo simple y se puede hacer hasta con la conexión más básica; adjuntar una pequeña foto en ese mismo correo, también, pero utilizar el mismo método para hacer llegar una decena de imágenes capturadas por una cámara digital (en la que cada foto pesa varios “megas”) es una locura que a buen seguro colapsará el buzón electrónico del receptor.
No sirve el correo electrónico
La Red no es una autopista sin límites de carga de información. Se entiende que el envío de un correo electrónico con más de diez “megas” (lo que ocupan unas pocas fotos, un par de canciones o un vídeo de pocos segundos) es de mala educación. Puede que nuestro proveedor de correo electrónico nos lo permita, y que nosotros contemos con una conexión rápida y eficiente, pero, ¿la tiene el receptor? Si no es así, con el envío, más que un favor, habremos generado un problema.
Para evitarlos, se precisan canales y métodos especiales, que permiten mover grandes cantidades de información con una agilidad razonable. En estos casos lo interesante es que mientras el envío se realiza, al usuario le quede ancho de banda para hacer otras cosas en la Red, como navegar con una mínima comodidad. En la actualidad, el usuario dispone, en esencia, de dos tecnologías que permiten el envío de grandes archivos por Internet: los sistemas de amigo a amigo (P2P) y la relación cliente-servidor.
Derivados del P2P
P2P se conoce a la tecnología que utilizan sistemas como Emule y BitTorrent, muy utilizados para compartir todo tipo de archivos de imagen, vídeo y sonido. Si bien han adquirido fama por permitir trasladar películas y discos, lo cierto es que son sistemas excelentes para compartir con nuestros conocidos nuestros propios archivos. Con la tecnología P2P se han desarrollado programas tan populares como Pando (una adaptación de Bittorrent), que permite gratuitamente y de forma sencilla el envío de archivos pesados (hasta un gigabyte, 1.000 “megas”) entre dos personas conocidas. Con este programa, enviar archivos inmensos es tan sencillo como remitir un email, o copiar un enlace en un programa de mensajería instantánea. Con Pando y una ADSL convencional, se pueden enviar 100 “megas” en poco más de media hora.
El navegador Firefox dispone de una ampliación de sus utilidades que se puede descargar de su página principal y que también permite crear canales específicos entre usuarios que utilicen dicho navegador para intercambiar archivos de gran peso. Se llama AllPeers, y tiene el único inconveniente de que ralentiza el funcionamiento general del navegador, pero la velocidad de transferencia de archivos es óptima.
El servidor intermediario
La vieja relación entre los propietarios de las páginas web y su servidor (un ordenador de gran capacidad conectado a la Red donde se almacenan los contenidos de dichas páginas) ha dado lugar a numerosos servicios de intercambio de archivos pesados. Se trata de que el usuario envíe al servicio los archivos que desea compartir. Una vez almacenados en el servidor, el destinatario recibe un mensaje para bajarlos a su ordenador.
Las ventajas de esta tecnología son que en sus versiones gratuitas los servicios permiten el envío de volúmenes de información mucho mayores que en el P2P y a una velocidad muy razonable. Por ejemplo, el servicio Badongo llega a permitir de modo gratuito el envío de hasta 12 gigabytes al día, aunque a velocidad limitada. Otros no son tan generosos: GigaSize permite 1,5 gigabytes de modo gratuito, Megaupload limita el envío a 500 megabytes (0,5 gigabytes) y RapidShare, al igual que Yousendit, a 100 megabytes.
Para hacer un uso pleno del servicio y en grandes volúmenes, o bien hay que pagar o bien hay que ver publicidad. Las tarifas varían según el servicio. Así, mientras en Badongo se pagan 9,99 dólares para poder enviar hasta 12 Gigabytes a velocidad óptima y sin ver publicidad, en YouSendIt el precio para poder enviar archivos de hasta 2 Gigabytes de modo ilimitado es de 29,99 dólares al mes. En GigaSize se pagan 5,49 euros al mes para un máximo de 2 Gigabytes por archivo y sin publicidad. Estos servicios suelen exigir que los archivos compartidos sean de índole privada, esto es, prohíben los discos de artistas con copyright o las películas comerciales.
En cualquier caso, el envío de archivos multimedia no es instantáneo y obliga a dejar encendido el equipo informático mientras se produce el envío. Y cuando se trata de archivos enormes, no siempre compensa.
Internet, como si fuera el más selecto de los clubes británicos, también tiene sus normas de etiqueta, reglas no escritas que ayudan a dulcificar la convivencia entre los internautas. En cuanto al correo electrónico, las buenas maneras (más conocidas como “netiqueta”) no han cambiado mucho en diez años: usar mayúsculas sigue siendo gritar; mandar HTML en lugar de texto plano (esto es, emails con negritas, colores o imágenes de fondo) sigue siendo innecesario e incluso grosero, y cada vez más personas se molestan cuando les llega un correo masivo sin proteger su privacidad usando la copia oculta y exponiendo por tanto su dirección a los difusores de “spam” (correo electrónico no deseado). Pero, entre todas, la más molesta es el envío de ingentes cantidades de datos (generalmente, presentaciones en powerpoint, vídeos o imágenes), generalmente no solicitados, y que saturan los buzones electrónicos. Por ello es importante conocer los servicios alternativos de envío de archivos multimedia.