El gusto por conocer las palabras
Un reciente estudio realizado entre alumnos de Bachillerato señaló que el uso de diccionarios estaba lejos de ser una práctica habitual para conocer el significado de palabras, resolver las razones etimológicas de términos o asegurar la corrección ortográfica y gramatical. Destacó también que existía una confusión generalizada entre los contenidos que ofrecen un diccionario y una enciclopedia, y un desconocimiento mayor de los diferentes tipos de diccionarios que proliferan en las bibliografías.
Sin embargo y paradójicamente, los diccionarios recibían una alta calificación como instrumentos útiles y fuentes de saber, al tiempo que despertaban curiosidad e interés. Su alta estima ha crecido con las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías, pues las versiones digitales de los diccionarios resultan muy útiles, más aún porque las mejores compilaciones ofrecen a menudo versión on line, aunque el diccionario mantiene su sentido como volumen de papel. El desembolso para hacerse con un buen diccionario es alto, pero conviene matizar: se trata de una inversión para largo tiempo, de contenidos que no caducan y de una herramienta de utilidad, sin duda, múltiple.
Aunque es el mundo anglosajón, sobre todo el británico, el más prolífico en agrupar el habla y ordenarlo según diferentes criterios, el español cuenta con decenas de libros que recogen y explican de forma ordenada palabras bajo diferentes criterios. Tantas posibilidades pueden llegar a abrumar a quien desea, sin tener aspiraciones filólogas, contar con un buen diccionario.
Diccionarios de uso
El diccionario básico es el denominado diccionario de uso. Es decir, el que recopila las palabras de la lengua y sus significados, o según la definición del escritor Millás, el que es consecuencia lógica de la relación del mundo (lingüístico) con la realidad.
De forma casi unánime, se recomienda el Diccionario del uso del español de María Moliner. Esta lexicógrafa zaragozana comenzó en 1952 su redacción, que culminó en 1966. Son dos tomos, el primero de 1.446 páginas y de 1.585 el segundo, considerados una joya de las letras españolas. La segunda edición, obra póstuma de la autora, salió a la luz en 1998. En 2000 se editó una versión abreviada.
En 1996 se publicó un diccionario que ha logrado gran aceptación. Se trata de Clave. Diccionario de uso del español actual, realizado bajo la dirección de Concepción Maldonado. Trata también las normas de uso del español, la ortografía, la conjugación de verbos regulares e irregulares, diversos aspectos morfológicos y sintácticos y un amplio repertorio de figuras retóricas. Incluye más de 300.000 definiciones y un manual de estilo para resolver dudas del lenguaje.
Desde que en 1912 Miguel de Toro y Gisbert terminara el Pequeño Larousse ilustrado, y en 1964 Ramón García Pelayo revisara el volumen, este diccionario, que no enciclopedia, ofrece un más que correcto manual de la lengua española, que está atento a las voces científicas, y técnicas, y sobre todo, incluye numerosos americanismos.
Un diccionario que se esperó como si de una novela se tratara fue el Diccionario del español actual de Manuel Seco publicado en 1999. Se trata de dos volúmenes que atienden al habla de la lengua española en España. Se acompaña de numerosas citas, aunque en la edición abreviada de 2000 se suspenden, y da cabida a neologismos y regionalismos, así como palabras omitidas por la DRAE, por olvido, e incluso términos extendidos que son considerados incorrectos o impropios, pero siempre que hayan pasado al lenguaje escrito.
Diccionarios escolares
Todos los diccionarios deben adecuarse a las necesidades del usuario, y sin duda, los estudiantes de Primaria y del primer ciclo de Secundaria son un grupo que merecen especial atención. Sin embargo, según el criterio mayoritario de especialistas en la lengua, los diccionarios escolares son una asignatura pendiente, pues muchos presentan errores de bulto, son arcaicos e incluso, más de uno, inconstitucionales si se atiende a algunas definiciones racistas, sexistas y clasistas. El número de entradas no supera en muchos casos las 20.000 palabras y las definiciones resultan en ocasiones ridículas, no alcanzando la palabra y media por definición. Además, carecen de ejemplos y existen desajustes entre texto e ilustraciones. Es por ello harto difícil ofrecer una relación que merezca la pena, y se entiende el escaso interés que despiertan entre sus destinatarios, que aunque carentes de edad, no lo son de sentido. Tan sólo resultan de utilidad si se atiende a su manejabilidad, pues los buenos diccionarios no son manuales que puedan ser cómodamente transportados -por su enorme volumen-, pero bien pueden ser consultados en casa.
Diccionarios de la RAE
Especial mención merecen los diccionarios elaborados por la Real Academia Española de la Lengua, una institución fundada en 1713 con el propósito de “fijar las voces y vocablos de la lengua castellana en su mayor propiedad, elegancia y pureza”. Del Diccionario de la Lengua Española de la RAE se han sucedido 22 ediciones, y en la actualidad se está elaborando la vigésimo tercera. Lo elaboran, en un complejo proceso, el Pleno de los académicos, órgano encargado de tomar las decisiones que afectan a la modificación del Diccionario, en coordinación con las veintiuna academias asociadas. Se dirige, fundamentalmente, a hablantes cuya lengua materna es el español, quienes encuentran en él recursos suficientes para descifrar los mensajes que les lleguen. Al tratarse de un diccionario general de lengua, no puede registrar todo el léxico del español, sino que, por fuerza, debe contentarse con acoger una selección del código verbal. En total, en la última edición, la de 2001, se registraron más de 87.000 voces y en esta revisión hubo una revolución de cifras: se añadieron 11.425 artículos; se suprimieron 6.008, se enmendaron 55.442, se sumaron 24.819 acepciones y se suprimieron 17.337. También la RAE publicó en 1999 su última revisión del diccionario de ortografía, en 1994 la del diccionario de gramática y en 1996 el diccionario de refranes. La RAE terminó en 1996 un Diccionario escolar derivado de la edición del general de 1992.
Otros diccionarios
Habiéndose añadido a la biblioteca particular un buen diccionario de uso, la curiosidad que despierta el instrumento tan precioso como es la lengua puede verse recompensada con diferentes tipos de obras.
Diccionarios etimológicos: los que facilitan información sobre el origen de las palabras de una determinada lengua. Dos buenos ejemplos son el Diccionario de las Autoridades de la RAE, y el Diccionario crítico y etimológico castellano e hispánico (1991) de José A. Pascual y Joan Coromines.
De sinónimos y antónimos: en estos diccionarios se relacionan palabras de significado similar y opuesto, para facilitar la elección de éstas al redactar textos. El de Julio Casares, Diccionario ideológico de la lengua española, es todo un clásico. El título Diccionario razonado de sinónimos y antónimos, obra de Zainqui, se ha convertido en un referente para los foráneos que aprenden español.
Especializados: estos diccionarios están dedicados a palabras o términos que pertenecen a un campo determinado como, por ejemplo, informática, medicina, ciencia, abreviaturas, y proporcionan una breve información sobre el significado de tales palabras o términos.