¿Cuentas separadas o conjuntas?
Hablar abiertamente de dinero incomoda a la mayoría, pero resulta innegable que su uso racional y justo también ayuda a que la vida sentimental se desarrolle satisfactoriamente. Hipotecas, facturas y otros gastos comunes habrán de abonarse de acuerdo a la fórmula que cada pareja decida adoptar, ya que no hay recetas universales para la economía doméstica. Cada familia y sus circunstancias determinarán la mejor manera de hacerlo, y para ello resultará de gran ayuda conocer las diferencias, ventajas y desventajas de las cuentas bancarias comunes.
Cada pareja, una decisión
Aunque cada caso merezca una decisión diferente, cuando ambos miembros de la pareja trabajan generalmente se recomienda mantener tres cuentas distintas: una destinada a gastos comunes y las otras dos para uso exclusivo de cada miembro de la pareja. La cuenta conjunta se alimenta de las otras dos y recibe de ellas un porcentaje mensual de los ingresos de cada cónyuge o una cantidad fija que acuerdan las partes. De esta manera, ambos asumen los gastos comunes, pero mantienen su independencia económica. Definir la cuantía que se destinará a esta cuenta no es fácil, y conviene considerar dos cuestiones: qué gastos fijos que se compartirán como núcleo familiar, y puesto que los ingresos de las dos partes serán presumiblemente diferentes, cuánto habrá de depositar cada uno en la cuenta compartida, en función de lo que gana. También se puede optar por asumir al 50% los gastos comunes: todo es válido mientras se trate de una decisión tomada por ambos. Si una de las partes de la pareja no trabaja, conviene organizar de otra manera los gastos, tratando de que quién carece de ingresos no quede en situación de dependencia. Por ello, en un núcleo familiar con una sola fuente de ingresos la opción más habitual son las cuentas conjuntas.
Flexibilidad ante los imprevistos
Pero la vida familiar está llena de gastos imprevistos, y es importante prever el modo en que se organizarán las cuentas domésticas si las circunstancias varían. Con la llegada de niños, por ejemplo, la madre puede optar por dejar su trabajo temporalmente o por reducir durante un tiempo su jornada laboral, con lo que su nómina descenderá. Asimismo, pudiera suceder que uno de los dos pierda su empleo. En ambas situaciones y en alguna otra que la vida doméstica depara, la cuenta común verá descendidos los ingresos, por lo que habrá de preverse que mantenga el nivel suficiente para hacer frente a los gastos obligatorios.
Cuentas indistintas o cuentas conjuntas
Cuando una pareja decide abrir una cuenta común, hay que tener presente las diferencias entre una cuenta indistinta y una conjunta, ya que varían sustancialmente en la libertad de uso que ofrecen y en las consecuencias que derivan de ellas. En las cuentas indistintas, sólo es necesaria la autorización de una de las partes para utilizarlas; en las conjuntas, siempre se solicitará la firma de todos los titulares para realizar operaciones financieras a su cargo. En ambos casos se puede contratar una tarjeta de crédito o de débito con cargo a las cuentas, bastará con que en el apartado de titulares firmen todas las partes, aunque el titular de la tarjeta sea una sola persona, quien firmará como tal en el contrato.
Para abrir una cuenta indistinta o conjunta únicamente se requiere la voluntad de los titulares y sujetarse a la política del banco en la que se registra. Normalmente el contrato se realiza directamente en la entidad, en presencia de los titulares.
Cuentas conjuntas no maritales
Las cuentas conjuntas se emplean también de forma habitual en las empresas, sobre todo en las Pymes (Pequeñas y medianas empresas), o para resolver problemas de herencias familiares. Gracias a las firmas conjuntas, es decir, la necesidad de las rúbricas de los propietarios para cualquier operación, cada socio o familiar limita la operatividad del resto. Esto obliga a notificar al resto de los titulares de la cuenta todas las acciones financieras que se desean realizar. La experiencia señala que, al final, los propios socios, o los hermanos, terminan facilitando los documentos de pago a la persona con la que comparten la titularidad para que, ante determinados problemas, pueda retirar fondos sin consentimiento previo. Asimismo, esta fórmula permite la posibilidad de cambiar la titularidad de las firmas sin mayor problema, lo único necesario es revocar las órdenes: todas las personas que abrieron en su día la cuenta se reúnen de nuevo y deciden cuál será la nueva opción para operar.
En caso de separación matrimonial se debe tener mucho cuidado con todas las cuentas que figuren a nombre de ambos, y recordar si incluyen tarjetas de crédito, hipotecas o préstamos. El historial de crédito puede verse afectado adversamente si uno de los dos titulares no maneja sus cuentas conjuntas adecuadamente.
Si hay un saldo a pagar en una cuenta conjunta, los dos cónyuges son responsables ante la ley. Esto habrá de tenerse en cuenta al firmar un convenio de separación, ya que en la sentencia o en el convenio se determinará quién se hace responsable de los pagos de hipotecas o préstamos si los hubiera, o si estos se siguen haciendo conjuntamente. La casuística es variadísima y el banco no conoce la situación personal de los titulares de la cuenta. Una alternativa en estos casos consiste en bloquear la cuenta, con el fin de que el otro titular no pueda operar con ella. Para ello, tan sólo hace falta dirigirse al banco y solicitarlo demostrando ser titular de la cuenta en cuestión.
Si un matrimonio solicita un crédito mediante una cuenta indistinta, esta cuenta puede ayudarles si ambos poseen un sólido historial crediticio pero ingresos insuficientes como individuos. También ayudará al cónyuge con peor perfil económico a obtener el préstamo que no le hubiera sido concedido si lo hubiese solicitado por sí mismo. Sin embargo, este tipo de cuentas indistintas obliga a cada cónyuge a pagar las deudas. Por lo tanto, en caso de separación, uno de los ex cónyuges puede efectuar grandes gastos sobre la cuenta, no pagar y arruinar el historial crediticio del otro.
Las cuentas conjuntas, en cambio, requieren la autorización de todos los titulares para realizar operaciones y ofrecen una operatividad limitada. Esta opción se toma por motivos de control: nadie puede esta cuenta sin el consentimiento de los demás titulares. Aunque la medida puede suscitar desconfianza o recelo en el resto de los propietarios de dicha cuenta, y pese a que hay un trasfondo de verdad en ello, lo cierto es que en ocasiones se plantean como las más convenientes. Se utiliza mucho en caso de matrimonios con problemas, bien porque se trata de parejas mal avenidas o bien porque uno de los cónyuges sufre alguna enfermedad (alcoholismo, ludopatía). De esta forma, la cuenta conjunta es la mejor solución para no quedarse sin un duro de lo depositado en el fondo común.