Ante todo, paciencia
¿A quién no le han dolido alguna vez los pies?
Son, pues, una estructura viva que sirve para el movimiento, el apalancamiento, la acción rítmica, el apoyo para el peso, la propulsión, la absorción de choques, y para la estabilidad y equilibrio.
El pie se revela como un órgano muy especializado, fundamental para nuestra calidad de vida. Es un conjunto de huesos articulados entre sí que forman una bóveda con arcos y arbotantes, a los que hay que añadir ligamentos, tendones, fascias y músculos que mantienen la bóveda y diseñan, entre todos, una estructura elástica, dinámica y móvil.
Cuando nace, el ser humano no tiene un pie configurado; en el bebé los arcos del pie no son perceptibles. Solamente cuando el niño ha adoptado la posición de pie y se aplican a este los esfuerzos de las tensiones derivadas del soporte del peso y la marcha, se empiezan a hacer aparentes los arcos, especialmente el longitudinal. Durante los primeros años de vida, el pie se encuentra en periodo formativo. Al principio, es una estructura muy flexible que no ha desarrollado la fortaleza necesaria, por lo que cualquier tensión anormal que se ejerza sobre él supone sobrecargas indebidas que serán mal toleradas. Además, los pies de los niños son órganos a través de los cuales reciben mucha información, estímulos que generan respuestas.
Entre éstas, destacan las actividades musculares que conforman y fortalecen las estructuras de los pies.
Con nuestra vida urbana, los niños dan sus primeros pasos sobre la superficie dura y firme del suelo del hogar, las calzadas de hormigón o las aceras pavimentadas. Ello supone un efecto negativo sobre los pies. Otra circunstancia que propicia las deformidades en los pies es el uso de calzado inadecuado desde el nacimiento.
Algunas deformidades tienen, sin embargo, carácter congénito. La primera revisión anatómica tras el nacimiento ya evidencia el problema en los pies. También pueden aparecer anomalías durante el crecimiento. Se producen variaciones en la forma del pie, pero a veces el límite entre lo normal y lo patológico no está claro. Algunas deformidades del pie en la infancia son variaciones que se producen en el desarrollo, y tienden a corregirse de forma espontánea alcanzando casi la normalidad.
No obstante, muchas de estas variaciones normales causan preocupación en los padres, que insisten en corregir el defecto con zapatos especiales, plantillas y otros artilugios. Algunas de estas deformidades, como las formas leves de pie plano -que se va corrigiendo al mejorar la laxitud ligamentosa- sólo requieren un tratamiento: tranquilizar a los padres.
Nada más nacer.
Cuando el niño nace, las dos deformidades más frecuentes en la forma de sus pies son el metatarsus adductus y los pies zambos. La primera es un pie que mira hacia adentro y la afección es, en la mayoría de los casos, leve. Para corregirlo, es suficiente una movilidad pasiva del pie desde el mismo nacimiento, efectuada todos los días por un fisioterapeuta bajo la dirección del ortopeda. Esta movilización pasiva basta para corregir la mayoría de los casos. En los severos, se recurre al yeso corrector durante una o dos semanas en el pie, para después utilizar férulas y botas de horma especial.
Diagnosticados precozmente y bien tratados, todos los casos de metatarsus adductus se resuelven satisfactoriamente.
El pie zambo es otra anomalía que se observa nada más nacer el bebé. Es un pie deforme extendido, mirando hacia adentro, e invertido parcialmente. Puede afectar a uno o los dos pies y su origen no está suficientemente aclarado. El tratamiento para corregir los pies zambos se inicia al nacer.
El bebé soportará yesos durante varios meses, y se los irán cambiando cada 7 días. Transcurridos esos meses, el tratamiento sigue con férulas y zapatos ortopédicos. Si con estas medidas el defecto no se corrige, queda la cirugía.
A partir de los tres años.
Cuando inicia la marcha, el niño puede dar la impresión de que desvía los pies, porque su sentido del equilibrio no está aún desarrollado y, al pisar, tiende a aumentar la superficie de apoyo separando los pies y rotándolos hacia afuera. Pero es normal. También puede presentar pies rotados, hacia adentro o afuera, por problemas de cadera o tibia. Un traumatólogo ortopeda aclarará las dudas a los padres.
Debemos saber que, a partir de los 3 años, los pies del niño presentan los arcos naturales ya definidos. Y es en torno a esta edad cuando aparecen las dos malformaciones más frecuentes en los adultos: el pie plano y el cavo. El plano, o pie en pronación, es una deformidad sobre la que hay demasiados mitos y controversias. El arco longitudinal está hundido y casi toda la planta se apoya en el suelo, es así de sencillo. Las causas del pie plano no están claras, pero parece deberse a una hiperlaxitud de los ligamentos y a una disminución del tono de los músculos. Ambos sostienen y configuran la bóveda del pie, y si fallan, éste se viene abajo.
Qué hacemos con los pies planos de los niños.
Comúnmente no causan molestia alguna, si bien pueden producir cansancio al caminar y dolor en las piernas. Quienes tienen pies planos lucen un andar algo desgarbado y gastan mucho la suela de los zapatos, pero la cosa no pasa de ahí. El tratamiento de los pies planos es controvertido.
Para algunos especialistas, las plantillas y zapatos ortopédicos, al no corregir la deformidad, no sirven apenas para nada. Sólo consiguen aliviar en algo las molestias y conservar lo que se va ganando poco a poco con el ejercicio y la marcha. ” El molde da forma a la tarta, pero no la hace”. Algo similar ocurre con las plantillas y zapatos ortopédicos. Lo mejor, sin duda es hacer ejercicios específicos con el pie, y que los niños caminen descalzos por terrenos blandos, arenosos e irregulares, que obliguen a sus pies a hacer fuerza, a practicar la garra, a adaptarse al terreno. Sólo un 2% de los pies planos infantiles requieren tratamiento quirúrgico. El más eficaz es la “operación calcáneo-stop”, que consiste en introducir un tornillo en el calcáneo que obliga a modificar la posición del pie y contrarresta la pronación.
Esta intervención, sencilla y poco cruenta, se realiza cuando el niño alcanza los 10 años. Al día siguiente o a los dos días, los operados ya están andando. En los casos más severos (poco frecuentes), se combina esta intervención con un alargamiento del tendón de Aquiles.
El pie cavo es lo contrario del plano: el arco longitudinal es muy acusado, y la superficie de contacto del pie con el suelo es mínima. Se piensa que esta deformidad se origina en un incremento del tono de los músculos, que ejerce una tensión anómala en la bóveda plantar, a la que termina deformando. Tampoco tiene gran repercusión, pero puede causar molestias en las zonas de apoyo cuando se está mucho tiempo de pie o si se camina una larga distancia. A quienes tienen pies cavos, dar con zapatos cómodos les resulta difícil.
Es frecuente que les causen dolor en el empeine, normalmente elevado. Los de piel flexible y de tipo mocasín, sin cordones, suelen adaptarse mejor a los pies cavos. Las plantillas y otros artilugios de relleno como las cuñas, sirven de poco para corregir la deformidad, si bien mejoran el apoyo y pueden ayudar a reducir las molestias, aunque paradójicamente resulten incómodas de llevar. Los ejercicios específicos, para robustecer la zona afectada, la que rodea a los tobillos, son lo más recomendable.
- Conviene que los niños caminen descalzos sobre terrenos blandos e irregulares. Elijamos bien su calzado. Zapatos prietos o pequeños, o mal diseñados para la forma de su pie, son desaconsejables. Algunas deformidades de los pies son congénitas. Para corregir el metatarsus adductus (pie que mira hacia adentro) es suficiente una movilidad pasiva del pie desde el nacimiento, efectuada todos los días por un fisioterapeuta. En los casos severos, se coloca yeso corrector durante dos semanas en el pie, para después utilizar férulas y botas de horma especial. El bebé con pie zambo habrá de soportar yesos en los pies durante varios meses. Se los irán cambiando cada 7 días. El tratamiento sigue con férulas y zapatos ortopédicos.
- Durante el crecimiento del niño, puede haber variaciones irregulares en la forma de sus pies, pero casi siempre suelen corregirse espontáneamente.
- A partir de los 3 años, los pies tienen arcos ya definidos. Y aparecen las dos malformaciones frecuentes. En el pie plano, el arco longitudinal está hundido y casi toda la planta se apoya en el suelo. En el cavo, el arco longitudinal es muy acusado, y la superficie de contacto del pie con el suelo es mínima. Ninguna de estas dos deformidades, de origen no bien conocido, causa problemas severos. Sólo un poco más de cansancio y algún dolor.
- Las plantillas y zapatos ortopédicos (en los pies planos) o las plantillas y cuñas de relleno (en los cavos) no resuelven el problema, sólo mitigan las molestias. Para los pies planos, es conveniente ejercitar el pie y caminar descalzos por terrenos blandos, arenosos e irregulares, que obliguen al pie a hacer fuerza, a practicar la garra, a adaptarse al terreno. Para los cavos, hay una serie de ejercicios que fortalecen la castigada zona de los tobillos.