Año Internacional de las Personas Mayores
Hoy, en nuestro país hay nada menos que seis millones de personas mayores de 60 años. Y para el año 2010 superarán los siete millones y medio. Por lo tanto, es un colectivo que aumenta espectacularmente su importancia demográfica. En buena lógica, debería crecer también su influencia en la vida económica, política y cultural de nuestra sociedad. La revista CONSUMER, que cuenta entre sus lectores con muchas personas que frisan o superan la sesentena, intenta que cada los mayores encuentren en sus páginas temas específicos u orientados (alimentación, salud, testamentos, planes de pensiones, viajes, …) para ellos. Porque, independientemente de que todos somos consumidores y a todos nos interesa saber la composición de un producto alimentario o el precio de los seguros de coches, hay cuestiones que suscitan un interés muy concreto en los lectores de una determinada edad. Pero esto no es suficiente.
Deberíamos ser capaces de asumir la necesidad de (con los costes económicos y los cambios de mentalidad en los dirigentes políticos y sociales que conllevan) incorporar las aspiraciones de los mayores en todas las iniciativas de calado social. Para empezar, podríamos comprometernos con la mejora de pensiones y de la red de centros de día o residencias, con la educación y formación de los mayores que lo deseen, y, por supuesto, con la atención sanitaria y el bienestar social.
No podemos aceptar que se valore a los mayores sólo por su afortunadamente creciente poder adquisitivo; es decir, sólo como consumidores, o en términos de marketing. Todas las sociedades tienen una deuda con sus ancianos, por algo se dice que el trato que reciben los mayores es un vivo y fiable reflejo del grado de desarrollo social de un país.
Todos tenemos, además, que prepararnos para que cuando llegue nuestra propia tercera edad lo haga en buenas condiciones económicas y de salud física y bienestar emocional. Es lo que los teóricos denominan el envejecimiento activo. Por otra parte, el papel que las personas mayores desempeñan en los ámbitos sociales y económicos en que se mueven ha de ser más relevante: no podemos aceptar que, con la llegada de la jubilación, las personas vean tan drásticamente reducidos su reconocimiento social y su influencia en la vida comunitaria.
También tendremos que hacer hincapié en las relaciones intergeneracionales: los vínculos cotidianos entre jóvenes y personas mayores favorece el enriquecimiento cultural y vigorizan el entramado social.
Las autoridades públicas, por su parte, deberían ajustar el empleo, la Seguridad Social y la atención sanitaria, las pautas de consumo…a una población cada vez que cada año se hace más vieja debido al bajo índice de natalidad y al aumento de los índices de esperanza de vida. En definitiva, habremos de crear una sociedad para todas las edades.