Una epidemia silenciosa
Las generaciones más jóvenes son las más aquejadas, lo que significa que en los próximos años el número de casos puede experimentar un crecimiento explosivo. El asma, que en los países industrializados padece el 12% de la población, y la rinoconjuntivitis alérgica, que es la más frecuente, se deben en la mayoría de los casos a los ácaros del polvo, a los pólenes de gramíneas, al pelo de animales y a los hongos, pero también a alérgenos alimentarios.
Así, es cada vez más frecuente encontrar personas que deben prescindir de ciertos alimentos en su dieta, debido a las reacciones adversas que les causan.
Origen de las alergias alimentarias
Las alergias de origen alimentario están experimentando un notable incremento. Su incidencia se ha duplicado en los últimos 25 años, y además de factores genéticos y ambientales, una serie de circunstancias parecen influir decisivamente en el aumento de este tipo de patologías: Entre ellos, destaquemos la introducción de cereales en la dieta de los lactantes, que comienza a universalizarse a partir de la década de los 60. Las proteínas de los cereales poseen gran capacidad alergénica.
Otro factor que explica el aumento de estas alergias es el crecimiento del consumo de frutas exóticas, de reciente introducción en el mercado, a las que nuestro organismo no está habituado. Según la OMS, el bajo peso al nacer es también determinante. Los bebés con peso inferior a 2.500 gramos (el 9% de los recién nacidos en España), muestran una respuesta inmune alterada, deficiente, y son más propensos a las enfermedades alérgicas e infecciosas.
Por último, los especilistas consideran que la supresión temprana de la lactancia materna, para pasar al biberón, es otro factor que explica el incremento de las alergias.
Alergias infantiles
Se estima que el 5% de niños menores de tres años y el 1,5% de la población general padece algún tipo de alergia alimentaria, que en España equivaldría a unos 600.000 afectados La alergia alimentaria infantil es, en la mayoría de los casos, el preludio de ulteriores enfermedades alérgicas respiratorias, como rinitis y asma por sensibilización a pólenes, ácaros, animales u hongos. En el caso de los niños, se dan principalmente durante los dos primeros años de vida. La leche, el huevo y el pescado son responsables del 90% de los casos en los menores de un año, y el huevo se revela como el alimento más alergénico en niños de 1 a 2 años.
El pronóstico de estas alergias es bueno, ya que los niños alérgicos a la leche o al huevo los acaban tolerando, casi siempre, cuando superan los dos o tres años. Pero a partir de los dos años, la lista de alimentos alergénicos se amplía: pescado, legumbres, frutos secos, frutas y mariscos son los que más frecuentes causan problemas.
Alimentos y parásitos alergénicos
Hay alérgenos ocultos, cuya detección resulta a veces casi imposible, presentes en alimentos procesados industrialmente a los que para mejorar su aspecto, color y sabor se les añade sustancias como caseína, proteína de soja, gluten de trigo, derivados de maíz o avena y extractos de levaduras. También el huevo se encuentra oculto en numerosos alimentos, sin que figure en su composición, como en ciertos productos de panadería y pastelería, pincelados con huevo para conferirles aspecto lustroso y brillante. Los individuos alérgicos al huevo deben ser cuidadosos con las vacunas para el sarampión, parotiditis, rubéola o gripe, que contienen cantidades ínfimas de proteínas de huevo, aunque en general suelen ser bien toleradas. Algunas reacciones a dichas proteínas se deben más a la gelatina que contienen que al propio huevo. Las alergias causadas por otros alimentos, como cacahuetes, nueces, pescados y mariscos son más duraderas en su sensibilización y pueden perdurar durante décadas o para toda la vida. En estos casos, hay que abstenerse de tomarlos.
Un parásito del pescado, el anisakis simple, puede provocar alergia, en ocasiones con resultado grave. Este parásito se introduce en el ser humano por ingesta de pescado crudo, en salazón, ahumado, en escabeche o marinado. Se elimina a través del calor y el frío. Por ello, freir, cocer o asar el pescado es fundamental para la prevención. También la congelación es una garantía, ya que mueren las larvas del parásito. Pero debemos evitar el consumo de pescado crudo.
Los síntomas, clave para el diagnóstico
Los síntomas de una alergia alimentaria son urticaria, eczema y prurito o picor (a nivel cutáneo), rinitis alérgica y/o asma (a nivel respiratorio) y náuseas, vómitos, dolores abdominales y diarrea (a nivel gástrico). Pueden presentarse unas reacciones u otras, o varias de ellas combinadas. En algunos casos aparecen reacciones graves, como el shock anafiláctico, broncoespasmo agudo severo, y angioedema de vías respiratorias, que pueden llegar a producir la muerte.
El diagnóstico de la alergia alimentaria no es fácil y constituye, en ocasiones, una labor casi detectivesca. Aunque la edad y las manifestaciones alérgicas constituyen una pista y orientan al especialista, hay que recurrir a pruebas específicas para dar con el alimento culpable.
Cómo detectar las alergias
Las pruebas cutáneas son las más utilizadas. La denominada prick-prick consiste en picar el alimento fresco con una lanceta y a continuación pinchar en la piel del antebrazo del paciente con ese mismo instrumento y analizar la reacción transcurridos 15 minutos. Si el resultado es positivo y se detecta una alergia, se forma una pápula. También se utiliza la provocación alimentaria, consistente en eliminar de la dieta durante dos semanas el alimento sospechoso para luego volver a administrarlo, comenzando con dosis muy pequeñas y observando la reacción que provoca.
La dieta de eliminación es la primera elección cuando se trata de alergias en los niños más pequeños. Se prescinde del alimento sospechoso y se observa una mejoría evidente en pocas semanas, naturalmente siempre que el alimento eliminado sea el responsable. Si de esta manera no se detecta al culpable, puede probarse con la dieta de provocación. Este tipo de pruebas las debe realizar siempre el médico, pues no están exentas de riesgos.
- El tratamiento para las alergias alimentarias consiste en eliminar de la dieta el alimento responsable. Así de sencillo y de rotundo.
- No existen fármacos preventivos eficaces ni tratamientos desensibilizantes, al contrario de lo que ocurre con otras alergias.
- Algunas dietas hipoalergénicas ofrecen buenos resultados, pero son muy severas y no deben mantenerse durante largo tiempo. Por ello, se han creado otras menos severas que pueden seguirse durante meses.
- La prevención de la alergia alimentaria debe iniciarse en la infancia, al poco de nacer. Según la OMS, la lactancia materna exclusiva, la introducción retardada de huevos, pescado y frutos secos, y un suplemento de cinc de 1 miligramo por kilogramo de peso durante seis meses, potencia la inmunidad, especialmente en los nacidos con bajo peso.
- Los lactantes alérgicos a la leche de vaca deben ser alimentados exclusivamente con lactancia materna y la madre habrá de seguir una dieta exenta de leche de vaca, huevo o pescado, debido al paso alergénico a la leche materna. En ocasiones, los niños toleran bien la leche de soja o hidrolizada de caseína, que constituyen un buen sustituto en la mayoría de los casos.
- Los niños que presentan síntomas tempranos de alergia necesitarán más tiempo para tolerar ciertos alimentos, pero transcurridos unos años podrán (generalmente) volver a consumirlos, introduciéndolos de nuevo de manera paulatina y en pequeñas cantidades.