¿En qué consiste, en realidad, la globalización?
Recurramos al ejemplo de los virus que se transmiten por el ordenador. Un programa informático destructivo (el I’love you) que se ideó en Filipinas causó, en cuestión de horas, miles de millones de dólares de pérdidas a empresas e instituciones poderosas de todo el mundo, incluido el mismísimo Pentágono USA. Esto no sucedía antes. Hoy existe una red global conectada por todo el mundo, y todos estamos interconectados en muchos ámbitos de nuestra vida, incluido el económico. Otro ejemplo: en 1997 hubo una devaluación de la moneda tailandesa (el bar), que generó una crisis económica en los países asiáticos, de ahí pasó a América Latina para llegar después a Europa y al resto de países occidentales. Una crisis económica local se convirtió en mundial en cosa de pocos de días. También es globalización que los anuncios de un partido de fútbol de la Eurocopa lo sean de compañías multinacionales que actúan en la mayoría de países con productos que todo el mundo conoce. En resumen, la globalización es un fenómeno de internacionalización que tiene tres patas: la tecnológica (por ejemplo, Internet), la económica (con las liberalizaciones, el dinero se puede mover por todo el mundo) y, por último, la política: los países han eliminado casi todas sus protecciones, sus barreras arancelarias y han elegido unos gobiernos partidarios de esta globalización. Antes, esto no ocurría porque no existían esa tecnología y porque los gobiernos ejercían más control sobre sus economías.
¿Por qué los movimientos de contestación ante la globalización (Seattle, Washington, Davos…) han surgido desde ámbitos tan diversos, como los representados por los ecologistas, sindicatos, solidarios con los países del Tercer Mundo, anticapitalistas, etc.?
Hay un descontento social y las diversas organizaciones han explotado las posibilidades que ofrece Internet para mostrar ese rechazo. La red ha albergado web sites en las que se han trasmitido las consignas y desde las que se han organizado, desde muchos países distintos, las protestas de cada grupo y se han puesto en común muchas cosas. Efectivamente, en estas manifestaciones hay representadas intereses muy diversos. En Seattle protestaron los sindicatos norteamericanos que querían más protección para su mercado, y otros grupos pedían precisamente menos protección de ese mercado para que los países pobres pudiesen vender mejor sus productos. De todos modos, lo importante de estas movilizaciones es que la ciudadanía está advirtiendo que a los gobiernos se les ha escapado de las manos el control de la economía.
Uno puede ir a protestar por cuestiones concretas al Ayuntamiento, al gobierno central, al autonómico…pero hay cosas muy importantes en las que la responsabilidad reside en una multinacional, en Bruselas, en la Bolsa de Nueva York o en la de Tokio. Entonces ¿dónde y a quién se queja la gente? Hay una serie de países y organizaciones muy poderosos (Fondo Monetario Internacional, Organización Mundial del Comercio…) que mueven este cotarro y ante los que protesta la gente en reuniones emblemáticas como Seattle, Washington, Davos o Praga. No importa que sea con intereses distintos; la gente es consciente de que su vida está siendo manejada desde unas alturas a las que no llega, y por eso sale a la calle a protestar. Es un movimiento democrático de la gente de a pie, que simplemente pide cuentas (qué pasa con mi trabajo, con el medio ambiente, con los países pobres… con el futuro) a este tipo de organizaciones.
¿En qué puede afectar la globalización al ciudadano de a pie?
La globalización no es el anticristo, y ha tenido una cosa muy buena: nos permite importar productos comprándolos donde están más baratos. El precio de los coches ha bajado mucho en estos años, y, además, son de mejor calidad. Creo que los consumidores de los países ricos nos hemos beneficiado de la globalización. El problema es que no se han beneficiado todos por igual y, mucho menos aún, en todos los países.
¿Son las multinacionales gobiernos paralelos que actúan a la sombra?
No creo que las multinacionales quieran asumir las funciones políticas de los
Estados y de las administraciones públicas. Ni están capacitadas ni creo que lo pretendan. Lo que quieren es estar a buenas con los poderes públicos y que la Administración les favorezca, que les den subvenciones, les vendan terrenos baratos y no les toquen las narices con las cuestiones medioambientales. Pero no creo que las multinacionales quieran asumir las funciones de la Administración y hacerse cargo, por ejemplo, de la gestión de la Seguridad Social. A las grandes empresas les viene bien un Estado que se hace cargo de los costos que ellas generan, por ejemplo el del desempleo. También les interesa que el Estado invierta dinero público en mejores vías de comunicación (autovías, aeropuertos, telecomunicaciones, etc.) y les cree lo que los economistas llaman “externalidades” que aumenten su productividad y sus beneficios.
¿Qué papel juegan en la globalización el FMI (Fondo Monetario Internacional), la OMC (Organización Mundial del Comercio) y el Banco Mundial?
Son organismos que tienen metas diferentes. El Banco Mundial tiene como objetivo los países en vías de desarrollo; por ejemplo, a España no le da créditos, y nuestro país contribuye con aportaciones anuales. El FMI está para todos los países, aunque se va especializando en cuestiones de desarrollo, y no sé si esa es su misión. Y la OMC también sirve a todos pero más que nada a los países ricos, que son los que más comercian. Lo primero que tenemos que saber es que estos organismos internacionales no son independientes de los estados que los financian. Por ejemplo, en el FMI mandan Estados Unidos Japón y la UE. A veces, se piensa que estas organizaciones son independientes y que se pueden enfrentar a los países ricos, pero no es así. El hombre que más manda en el FMI y en el Banco Mundial es el Secretario del Tesoro (ministro de Economía) de USA, así de claro. En dos palabras, las políticas que estos organismos imponen benefician a los países ricos que los sostienen. Aunque hay que reconocer que también han beneficiado al desarrollo de algunos países. El FMI y el Banco Mundial contribuyeron al despegue económico de España en 1959, cuando comenzábamos a salir del retraso y de la pobreza. Otros países destinatarios de estas ayudas han sido Turquía, Israel, Singapur, Corea …a los que dieron el impulso necesario para su actual desarrollo económico.
¿Cree que la brecha entre países ricos y pobres tiende a cerrarse o, al contrario, se abre?
Se va abriendo cada vez más. La globalización trae consigo es un reparto de la riqueza muy desigual. Hay gente que se está haciendo muy rica, se estima que en el mundo hay unos 5 millones de personas que tienen una fortuna de más de 200 millones de pesetas. Junto a esa enorme masa de potentados, coexisten miles de millones de individuos que viven en la pobreza.
La brecha se va abriendo, y no sólo entre países ricos y países pobres sino también dentro de los mismos países. Cáritas calcula que en España, hay ocho millones pobres (la quinta parte de la población). Por tanto, si no se toman decisiones al respecto, esto irá a más. No podemos dejar al albur del mercado, a la globalización (que ciertamente va a dar la oportunidad a muchos y que va a crear muchos millonarios) porque mucha gente lo va a pasar muy mal. El mercado no va a pensar en los pobres y en los marginados, porque tiene otros objetivos. Por otro lado, entre los países pobres también hay categorías. La globalización ha beneficiado a los que están en los circuitos del comercio, de las inversiones finnacieras. China, hace 25 años, era un país triste y muy pobre, con graves problemas (malnutrición, mortalidad infantil, régimen político durísimo), pero en estos últimos años ha dado el gran salto. El capital extranjero ha invertido masivamente y el país ha emergido notablemente por efecto de la globalización. En India ha ocurrido algo parecido, pero Pakistán o Bangla Desh han quedado al margen de este flujo de inversiones y no han podido desarrollarse. Y si vamos a África, podremos ver que sus gentes se hunden cada vez más en la miseria y en la degradación de la vida económica, social y política. Allí nadie invierte y lo único para lo que sirve África a Occidente es para el negocio de las armas y para cobrarles las deudas que nos deben. Son países excluidos de los beneficios de la globalización.
¿El Comercio Justo es, en toda esta coyuntura, un grano de arena en el desierto?
Es una parte pequeña del comercio internacional, pero tiene mucho valor. Soy un gran defensor del Comercio Justo como gesto, como denuncia, como manera de concienciar a la gente de la injusticia de las relaciones comerciales entre el Norte y el Sur. No creo que vaya a solucionar el problema, pero mucho peor es la resignación y el no hacer nada. Estos movimientos, aunque no solucionen mucho puede que arreglen la vida a una cooperativa determinada, a un pueblo, etc. No van arreglar los problemas del Tercer Mundo, pero tienen un gran valor en la concienciación de la sociedad. Hay muchas iniciativas de este tipo que apoyo, como el perdonar la deuda externa, la acogida de inmigrantes… y es que hay una serie de cosas en las que la gente humanista, progresista o cristiana, debería participar.