Todavía, pocas certezas y demasiadas dudas
Pero los científicos no llegan ponerse de acuerdo en la causa de que entre 1980 y 1995 se registraran los nueve años de temperatura promedio más alta de la Tierra en todo el último siglo. No obstante, hay consenso científico en relacionarlo con el efecto invernadero y con los procesos que lo rigen.
El efecto invernadero es necesario para la Tierra
En contra de lo que pudiera parecer por el contexto negativo en el que generalmente se cita, el efecto invernadero es un fenómeno natural y necesario, causado por la presencia de gases en la atmósfera, principalmente vapor de agua y gas carbónico (CO2). Estos y otros gases retienen la energía calórica que se recibe del sol y mantienen la temperatura dentro de los límites que permiten el desarrollo de la vida. Sin su concentración, la temperatura terrestre sería similar a la de la luna, unos 18 grados bajo cero. Por tanto, el efecto invernadero no constituye, por sí mismo, una amenaza a la vida en la Tierra. Pero la actividad humana, principalmente en las últimas décadas y en el hemisferio Norte, tiende a elevar la concentración de CO2, al tiempo que amenaza la presencia de otros gases vitales como el ozono (O3).
En consecuencia, una mayor cantidad de energía solar es atrapada en la atmósfera y se eleva la temperatura media, y los rayos dañinos caen a la Tierra con más facilidad. Sin embargo, no se ha probado todavía la relación causa-efecto de esta subida de temperatura, por lo que muchos expertos prefieren mantener cautela antes de confirmar esta relación.
El ozono forma un escudo protector, no una capa
Al igual que ocurre con el efecto invernadero, el ciudadano no iniciado en estas cuestiones identifica al ozono como una sustancia negativa y peligrosa, y, en su caso, lo sitúa en una capa ubicada en la estratosfera a unos 30 kilómetros de la superficie terrestre. Algunas fuentes advierten que esto no es del todo cierto.
Señalan que no existe tal capa, ya que su concentración en la atmósfera se mantiene desigual dependiendo de la latitud y la longitud donde se mida. Los datos de las mediciones del ozono son muy recientes, de ahí la falta de resultados concluyentes. No obstante, el ozono realiza un papel esencial en la atmósfera: actúa de escudo protector impidiendo que los rayos perjudiciales del sol (las radiaciones del espectro gamma), alcancen la Tierra. Y permite, por el contrario, continuar su camino a los rayos beneficiosos para la vida.
Cuidar la salud de la atmósfera
Algunas teorías achacan a la precaria salud de la atmósfera el aumento de enfermedades graves de la piel o de problemas oculares, aunque por el momento no se ha demostrado la relación directa entre ambos. No obstante, las evidencias disponibles indican que existe suficiente justificación para tomar medidas preventivas y comenzar a cuidar la salud de la atmósfera.
Los peores augurios sobre el cambio climático adelantan que, de continuar las tendencias actuales, algunos de los efectos previsibles serán la elevación del nivel del mar, la modificación de los patrones de lluvias y ciclos agrícolas, la infección de aguas ricas en arrecifes de coral y la multiplicación de enfermedades en la piel y en los ojos. Sin embargo, los avances tecnológicos y los nuevos conocimientos que cada día se adquieren deben servir para evitar posibles males.
Cambio de los hábitos de consumo
Si bien es cierto que los ciudadanos se encuentran al margen de las grandes decisiones que en materia de medio ambiente adoptan los gobiernos, todos podemos cambiar nuestros hábitos de consumo y colaborar en la preservación del entorno. Ahora bien, el modo más eficaz de reducir la producción de gases invernadero y de evitar daños a la atmósfera sería la reducción del consumo mundial y la sustitución de las actividades industriales y domésticas contaminantes por otras menos perjudiciales. Pero sin que ello implique desatender las necesidades de los seres humanos que poblamos el planeta, especialmente los de los países pobres, que son los que más crecimiento económico y, por tanto, “derecho a contaminar” requieren. Esto, a fecha de hoy, es una mera utopía, ya que se deberían sortear innumerables barreras políticas, culturales y comerciales, e intereses económicos de los diversos países. De todos modos, la situación ha de mejorar porque:
- Los avances registrados en el reciclado de materiales son todavía insatisfactorios.
- Prevalece la costumbre de desechar los productos una vez consumidos, sin depositarlos en un contenedor específico (papel y cartón, vidrio, pilas, plásticos y briks…) para materiales reciclables.
- Las energías alternativas resultan aún insuficientes y caras.
- Sólo un 1% de la energía solar, virtualmente inagotable, se aprovecha.
- Los vehículos eléctricos o movidos por combustibles “ecológicos” no pasan de meras anécdotas en un mercado demasiado conformista en lo que al compromiso de reducir su impacto medioambiental se refiere.
El consumidor puede asumir su parte de responsabilidad en el abuso con que actuamos sobre la naturaleza colaborando con lo que se conoce como desarrollo sostenible. Los siguientes hábitos repercuten positivamente en el medio ambiente: Stop a los malos humos:
- Reduzca el uso del vehículo y revise su motor para no producir más contaminación de la necesaria. La misma regla es válida para cortadores de césped, segadoras, compresores…
- Disminuya el uso de calefacción y aire acondicionado. Acortar distancias:
- Si es posible, elija vivir cerca del colegio u oficina y realice la compra diaria en el vecindario.
- Si el coche es parte indisoluble de su trabajo, optimice sus itinerarios.
- Para sus desplazamientos urbanos, utilice el transporte público, las bicicletas, y la caminata. Consumo ecológico:
- Al comprar utensilios para el hogar, como frigoríficos, lavadoras y bombillas, elija los que menos energía consumen para realizar la misma función. Además de pagar menos en la factura de la luz, potenciará un efecto dominó que inclinará a los fabricantes a construir aparatos más eficientes energéticamente, y , por tanto, menos contaminantes.
- Exijamos a la Administración que promueva el ahorro de energía. En 2007 será posible en España elegir compañía eléctrica, por lo que conviene meditar sobre las ventajas de elegir una que utilice fuentes de energía renovable.
Cuando en 1977 investigadores de la Universidad de California detectaron en la Antártida alteraciones en el nivel del gas, y ocho años más tarde, una nueva medición señaló una disminución del 40%, saltó la alarma. La falta de ozono supone un peligro, puesto que de él depende el bloqueo de los rayos dañinos. Entonces se acuñó el nombre agujero de la capa de ozono que, aunque no es científicamente correcto, sirve para ilustrar la situación.
Los clorofluorocarbonos (CFC) y otros compuestos sintéticos relacionados con ellos suponen, al parecer, una amenaza a la presencia de ozono en las alturas. Se trata de elementos químicos muy fáciles de obtener pero difíciles de suprimir, utilizados como propelentes o gases impulsores en aerosoles y espumas para la limpieza de piezas electrónicas, y que podrían afectar de forma negativa a la cantidad idónea de gas en la atmósfera. Como medida global y protectora del ozono, se firmó en 1987 el Protocolo Montreal, al que desde entonces se han adherido 175 países. En él se estableció el año 2000 para cesar toda producción de los clorofluorocarbonos en el mundo.