Tests de intolerancias alimentarias, promesas sin fundamento
Las intolerancias alimentarias son cada vez más comunes en las sociedades desarrolladas, por eso en los últimos años han proliferado numerosos tests para diagnosticarlas, estudios que alimentan la esperanza de curación de los afectados, incluso, de muy diversos problemas de salud. Pero estas pruebas, a la caza y captura de los alimentos perjudiciales, aún no tienen validez científica.
Las intolerancias y alergias alimentarias se han extendido en las sociedades desarrolladas. Hasta el 8% de los niños y entre el 3% y el 4% de los adultos padecen alguna alergia alimentaria, y el 20% de la población ha registrado alguna vez en su vida una reacción alérgica al consumir un alimento, aunque entre estas últimas también se incluyen las intoxicaciones alimentarias por el consumo puntual de un alimento como las ostras que no son intolerancias.
¿Intolerancia o alergia?
Hablar de intolerancia alimentaria es referirse a un cajón de sastre, puesto que esta nomenclatura comprende conceptos distintos:
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La hipersensibilidad no alérgica a los alimentos o intolerancias alimentarias, debidas a factores digestivos o metabólicos, como las intolerancias a la lactosa o la fructosa, originadas por un déficit enzimático que dificulta la digestión de estos azúcares.
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La hipersensiblidad alérgica a los alimentos, mediada por el sistema inmunológico, que abarca:
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Alergias no mediadas por los anticuerpos IgE (Inmunoglobulina E), que se producen por mecanismos distintos a las alergias clásicas y frente a proteínas y, que, por error, incluso los propios médicos denominan intolerancias, como la enteropatía a las proteínas de la leche de vaca y la celiaquía o intolerancia permanente al gluten;
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Alergias clásicas, mediadas por IgE, que aparecen tras consumir un alimento, como la leche y los huevos (típica en niños), los frutos secos, el marisco y ciertas frutas o pescados.
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El diagnóstico, asignatura pendiente
Los síntomas de las intolerancias alimentarias son digestivos y variados: diarreas crónicas, vómitos, dolor abdominal, sangre y moco en las heces,y retraso de crecimiento en niños. Además, son difíciles de demostrar porque pueden manifestarse tres días después de ingerir el alimento. Estos síntomas contrastan con los de las alergias clásicas, que consisten en una reacción orgánica inmediata y exagerada tras ingerir un alimento, como la dermatitis, urticaria local y generalizada, edemas (hinchazón en párpados y labios), estornudos, broncoespasmos y anafilaxia que puede ser leve, moderada o grave e, incluso, conducir a la muerte por shock anafiláctico en pocos minutos. Las intolerancias alimentarias se diagnostican mediante la historia clínica del paciente, confirmando que tras retirarle de la dieta el alimento sospechoso los síntomas desaparecen y, al reintroducírselo un tiempo después, reaparecen. Sin embargo, para diagnosticar alergias alimentarias se realiza una provocación oral a doble ciego y controlada con placebo en los hospitales.
Tests: “que no te la den con queso”
La inexistencia de una prueba sencilla para intolerancias y alergias no IgE mediadas, salvo para la celiaquía, ha favorecido que surjan tests para diagnosticarlas que, además, prometen resolver migrañas, artritis, sobrepeso, problemas respiratorios, gastrointestinales o la fatiga crónica, con una dieta que se personaliza según los resultados. Pero aún no tienen el beneplácito de la comunidad científica por varias razones:
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No hay estudios sobre su validez.
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Testean una batería de muchos alimentos y dan como resultado alergias a múltiples alimentos.
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Sus resultados no son reproducibles, pues varían en un mismo paciente cada vez.
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Recomiendan dietas restrictivas y desequilibradas al eliminar amplios grupos de alimentos básicos, por lo que no son válidas para adelgazar y, sobre todo en niños, pueden causar déficits nutricionales.
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Estas dietas son contraproducentes en personas predispuestas genéticamente a las alergias, porque al eliminar el alimento problemático y reintroducirlo luego, pueden provocar el efecto contrario al pretendido: una alergia.
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Tienen un precio alto, de entre 300 y 600 euros.
La Sociedad Catalana de Alergia e Inmunología Clínica (SCIAC) ha publicado un documento, recogido por la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEIAC) en su página web, en el que también se refleja la posición en contra de la European Academy of Allergology and Clinical Immunology, sobre los tests de intolerancia alimentaria “in vitro” (en el laboratorio) no validados por la ciencia:
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El ALCAT Test, también denominado test de respuesta celular a sustancias externas que, a partir de una muestra de sangre, analiza cómo los leucocitos reaccionan frente a 100 alimentos y 20 aditivos cambiando de tamaño, deformándose, etc.
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El Test Novo Inmogenics se centra en pruebas citotóxicas que se realizan a partir de un análisis de sangre que evalúa la reacción frente a 115 alimentos.
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Los tests que miden la reacción de anticuerpos específicos, incluida la inmunoglobulina IgG4, solo indican que el organismo reconoce más el alimento con el que más contacto ha tenido, al consumirlo a menudo, pero no que se tenga alergia a dicho alimento.
Y también sobre otros tests “in vivo”, que se realizan al paciente, sin tener ninguna credibilidad científica:
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La cinesiología aplicada, que consiste en sujetar una botella de cristal con alérgenos y relaciona la pérdida de fuerza muscular con la intolerancia alimentaria.
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Provocación y neutralización subcutánea y sublingual y Test de DRIA. Ambos test suministran extractos de los alérgenos por vía sublingual (en el primer caso también subcutánea) y miden la pérdida de fuerza muscular posterior al contacto con estos.
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Biorresonancia, parte de la creencia de que el organismo humano emite ondas electromagnéticas buenas y malas y, a través de estas, en principio se podría diagnosticar si una persona padece una intolerancia alimentaria y tratarla.
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La electroacupuntura mide la actividad eléctrica, en concreto la caída de la corriente, en determinados puntos, para detectar intolerancias alimentarias.
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Si se sospecha una reacción adversa intolerante o alérgica acudir a un alergólogo.
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Si se acude a un nutricionista o dietista, cerciorarse de que esté titulado.
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Si ya se ha realizado un test de intolerancia alimentaria, acudir a un especialista en alergología para que compruebe la validez de los resultados.
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El diagnóstico de la alergia o la intolerancia alimentaria se basa en una adecuada historia clínica y pruebas complementarias que dependen de cada persona.
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Las pruebas de las alergias alimentarias son fiables, seguras y económicas y ahora no existe ningún otro método diagnóstico alternativo.
Fuentes: Pilar Hernández, Asociación Española de Alérgicos a Alimentos y Látex (AEPNAA), y Pilar Cots, alergóloga del Centro Médico GEMA, de Mataró (Barcelona) y colaboradora de AEPNAA