Solo uno de cada dos encuestados lee siempre el etiquetado de los productos
Ir a la compra no siempre es fácil. Las prisas, la búsqueda de los precios más competitivos, la pereza que a muchos le suscita el acto en sí… Todo ello provoca que en demasiadas ocasiones no prestemos toda la atención que merece esta actividad. Con frecuencia no somos conscientes de lo que compramos ya que solemos saltarnos leer el etiquetado nutricional de los productos. Se trata del principal medio de comunicación entre productor o distribuidor y consumidor, así como una herramienta clave para realizar elecciones debidamente informadas. Sin embargo, pese a que las etiquetas de los alimentos aportan datos muy útiles, no siempre reciben toda la atención que merecen. Por este motivo, EROSKI CONSUMER ha querido saber si los consumidores atienden realmente al etiquetado de los productos, si conocen y saben interpretar su significado y si lo consideran útil.
Para ello, la revista entrevistó durante el mes de agosto a cerca de 1.000 personas mayores de edad, todas ellas procedentes de las 17 comunidades autónomas. Como conclusión, solo una de cada dos personas encuestadas lee siempre el etiquetado de los productos que adquiere y de ellos, apenas la mitad entiende con frecuencia la información declarada. Es más, aunque un 78% lo consideran una herramienta útil, solo a la mitad le influye siempre en la compra. Puede que esto se deba a que el 94% de los encuestados cree que se utilizan términos excesivamente complejos y el 86% considera que en el etiquetado deberían realizarse modificaciones.
Leer la etiqueta: no es un hábito para todos
La función del etiquetado en los alimentos es la de informar sobre lo que contiene un producto y su existencia responde a uno de los derechos básicos del consumidor: “la información correcta sobre los diferentes productos o servicios y la educación y divulgación, para facilitar el conocimiento sobre su adecuado uso, consumo o disfrute”, según el artículo 2.1.d de la Ley General 26/1984 para la Defensa de los Consumidores y Usuarios.
Aun así, pese a disfrutar de este derecho, ¿el consumidor final lee la información que se le ofrece en cada producto? En la encuesta realizada por EROSKI CONSUMER, una de cada dos personas entrevistadas dijeron hacerlo siempre, pero otro 45% confirmó que solo a veces y un 5%, nunca. Por provincias, todos los encuestados manchegos, valencianos y riojanos aseguraron leer la etiqueta frente a uno de cada diez gallegos, cántabros y castellanoleoneses entrevistados que aseguraron no hacerlo nunca. No hay diferencias apreciables por sexo, pero sí por edad. Entre quienes confirman esa lectura, son los más jóvenes de entre 18 y 34 años quienes lo hacen siempre en mayor proporción, un 58% de ellos. Por su parte, el 47% de los mayores de 55 años examinan las etiquetas solo a veces.
La fecha de caducidad, lo que más se lee
Casi la mayoria de los encuestados (93%) que afirman fijarse en el etiquetado lee siempre la fecha de envasado y caducidad o consumo preferente, otro 81% también dice prestar atención a la información nutricional y un 72% pone sus ojos en la lista de ingredientes y alérgenos.
Tanto por edad como por sexo y procedencia, el dato en el que se fijan los encuestados en mayor proporción es la fecha de envasado y caducidad o consumo preferente (el 93% de ellos) y en menor proporción al nombre o razón social y dirección del fabricante (el 31%). Aun así, se produjeron algunas excepciones. Los jóvenes de entre 18 a 34 años se fijan en mayor medida en la información nutricional (el 90% de ellos), al igual que los asturianos encuestados (el 96%). Los cántabros y gallegos entrevistados, por su parte, atienden más a la lista de ingredientes y alérgenos (el 93% y el 85% de los encuestados allí respectivamente).
Una maraña de conceptos no siempre descifrable
Una cosa es leer y otra entender. Quienes leen las etiquetas de los productos que adquieren no siempre comprenden la información que en ellas aparece: uno de cada dos encuestados reconoce que solo la entiende a veces. Por sexos, son ellos quienes en mayor proporción así lo reconocen (un 54% frente al 49% de ellas), y por edad, los encuestados de entre 35 y 54 años (el 55% a diferencia del 40% de 18 a 34 años que también lo asegura). Por último, dos de cada tres extremeños y castellanoleoneses entrevistados también destacan por confirmar que esa información no siempre la descifran (en torno al 65% de ellos).
Y ¿cuál es el tipo de información que no suelen entender? Tres de cada cinco menciona la lista de ingredientes y alérgenos, dos de cada cinco la información nutricional y uno de cada cuatro el nombre o razón social y dirección del fabricante, el lugar de origen y la denominación de venta del producto. Por edad y sexo, todos coinciden en que la lista de ingredientes y alérgenos es el dato en el que suelen dudar en mayor medida (incluso, tres de cada cinco afirman que el grado de comprensión de este dato es medio). Pero también añaden la información nutricional los encuestados en Asturias y las comunidades madrileña y valenciana, así como el lugar de origen del producto en Cantabria.
Su utilidad e influencia a debate
La utilidad del etiquetado de los productos a veces se cuestiona. Aunque tres de cada cuatro personas encuestadas confirmaron que siempre es útil (en mayor medida las mujeres -un 79%- y los jóvenes de 18 a 34 años, un 82%), una de cada cinco cree que solo lo es a veces (en mayor proporción los hombres y los adultos de 35 a 54 años, un 22% de ellos respectivamente) y no llegan al 1% quienes opinan que nunca lo es (superan esta proporción el 7% de los riojanos encuestados que así lo cree). El tipo de información más útil para los encuestados por EROSKI CONSUMER es la información nutricional (así se lo parece al 37%), la lista de ingredientes y alérgenos (al 32%) y la fecha de envasado y caducidad o consumo preferente (al 21%). No hay apenas diferencias por edad y sexo, si bien en cuanto a la localidad, los extremeños también le dan importancia al lugar de origen (así lo hacen el 19% de los encuestados allí).
Sin embargo, pese a verle la utilidad a la información del etiquetado no siempre influye en la compra que realizan. En la encuesta, un 51% de los entrevistados aseguró que siempre le influía (mayoría mujeres y los encuestados de 55 años o más), un 48% dijo que solo a veces (más en los hombres, a un 52% así se lo parece, y de 35 a 54 años) y un 1%, nunca (por localidad, sin embargo, la cifra sube hasta el 7% de los riojanos encuestados, y al 5% de los murcianos, baleares y navarros). Con todo, la información que les influye en primer lugar en su compra es la nutricional al 39% de ellos, la lista de ingredientes y alérgenos al 33% y la fecha de envasado y caducidad o consumo preferente al 17%.
Términos complejos que no ayudan
Para que el etiquetado de alimentos sea una herramienta eficaz y un medio de comunicación útil para el usuario, es imprescindible que la información sea clara y legible. Sin embargo, en la encuesta, nueve de cada diez entrevistados por EROSKI CONSUMER opinaron que las etiquetas contienen información con términos excesivamente complejos. Quienes lo piensan en mayor proporción son aquellos con más de 35 años (un 95% frente al 90% de los jóvenes de 18 a 34 años) y curiosamente, todos los manchegos y extremeños encuestados.
Entre quienes creen que las palabras utilizadas en el etiquetado son complejas, uno de cada cinco dice que esta situación siempre se produce (el 26% de los hombres y los adultos mayores de 55 años, y más del 30% de los canarios y extremeños encuestados) y siete de cada diez, solo a veces.
En este sentido, a cuatro de cada cinco personas de la encuesta la información de las etiquetas les ha inducido a error o confundido alguna vez a la hora de hacer la compra. Por sexos, a un 84% de ellos y a un 81% de ellas. Pero las diferencias son mayores por edades: mientras a los mayores de 35 años les sucedió en el 83%, entre los jóvenes de 18 a 34 años esa proporción baja al 75%.
En el 65% de los casos esa información que indujo a error se refería a la composición del producto, en uno de cada tres a las características y cualidades del producto y en una de cada cuatro a la naturaleza y origen del mismo.
El etiquetado bajo inspección del consumidor
Un 86% de los encuestados por EROSKI CONSUMER considera que el etiquetado de alimentos debería modificarse de alguna manera. Un 89% de los hombres así lo piensa frente al 84% de las mujeres. También las personas de 55 años o más son más críticas: el 88% opina que deberían hacerse cambios frente al 83% de los jóvenes de 18 a 34 años. También lo piensan en mayor proporción en Asturias, Madrid y Comunidad Valenciana (en torno al 90% de los entrevistados allí).
¿Y qué proponen? Tres de cada cuatro cree que las etiquetas deberían ser más claras y legibles. Otro 54% considera que la información debería ser más fiable, un 44% que habría que trabajar en la estructura de los datos y un 22% que tendrían que ser más breves y concisas. Y no solo eso: el 28% de los encuestados pide que se incluya más información en las etiquetas sobre varios aspectos: el origen del producto y de las materias primas, concretar los ingredientes (en especial, preocupan los aditivos y sus efectos adversos), la fecha de caducidad una vez abierto el producto, la trazabilidad de los productos frescos, los sellos oficiales de calidad y las contraindicaciones. Información nutricional: se valora, pero no siempre influye
El etiquetado específicamente nutricional engloba toda la información sobre el valor energético del producto y su contenido en una serie de nutrientes (proteínas, hidratos de carbono, grasas, fibra alimentaria, sodio, vitaminas y minerales). Su importancia viene definida en el Libro Blanco sobre Seguridad Alimentaria: “los consumidores muestran un interés cada vez mayor por el valor nutritivo de los alimentos que adquieren y cada vez es más necesario proporcionarles información correcta sobre los alimentos que consumen”.
En la actualidad, no es obligatorio incluir este tipo de datos en la etiqueta del producto, únicamente cuando el productor lanza algún tipo de mensaje sobre propiedades nutritivas o saludables del alimento, como “rico en…” o “bajo contenido en…”.
EROSKI CONSUMER también consultó sobre la información nutricional, sobre dos datos: el valor energético del producto y los nutrientes (proteínas, hidratos de carbono, grasas, fibra alimentaria, sodio, vitaminas y minerales). Para cuatro de cada cinco encuestados la información sobre los nutrientes del producto es muy importante y para dos de cada tres también lo es el valor energético.
Pero, ¿verla en el etiquetado del producto que van a adquirir les influye siempre en su compra? Los nutrientes a más de la mitad de los entrevistados, mientras que el valor energético solo a uno de cada tres. Y es que a un 59% de ellos reconoce influirle solo en ocasiones el valor energético y a otro 44%, los nutrientes. En torno al 6% nunca tiene en cuenta estos conceptos.
Uno de los sistemas que busca clarificar la información nutricional de las etiquetas es el ‘semáforo nutricional’. Consiste en otorgar a los alimentos un indicador que muestre en un rápido vistazo sus características nutricionales y si el producto en cuestión es saludable.
Del casi millar de encuestados por EROSKI CONSUMER, más de la mitad conocía este sistema. De ellos, un 56% eran mujeres (frente al 51% de los hombres) y por grupos de edad son mayoría los jóvenes de 18 a 34 años quienes saben en qué consiste (un 70% de ellos frente al 58% de los entrevistados de entre 35 a 54 años y el 39% con 55 años o más). Por comunidades, hay un mayor desconocimiento entre los canarios y extremeños encuestados (tres de cada cuatro confirmó no conocerlo), a diferencia de los navarros y vascos (en torno al 75% sabía en qué consistía).
Entre las más de 500 personas que dijeron conocer el sistema de ‘semáforo nutricional’, a nueve de cada diez les parece un sistema comprensible: cuatro de cada cinco opinan que es clarificador que la información nutricional se muestre por 100 g o 100 ml y también por ración (siempre y cuando se añada el número de raciones que contiene el envase). Por el contrario, para un 11%, el ‘semáforo nutricional’ no es un método claro: en mayor proporción hombres (un 14% frente al 9% de ellas) y mayores de 55 años (el 14% dijo que no le parecía un método claro frente al 10% de los otros dos grupos de edad).
Pero en general, lo consideran un sistema útil. A un 87% de los encuestados les permite realizar compras más saludables, a un 76% conocer rápidamente qué nutrientes aporta y a un 74% identificar a primera vista de qué tipo de alimento se trata.
Alimentación y salud se han convertido en un binomio inseparable. Es evidente que cada vez le damos más importancia a que los alimentos que consumimos sean saludables. La información nutricional visible en los productos es especialmente útil para conocer qué nutrientes (y en qué cantidad) contiene un determinado producto. Entonces, ¿qué podemos encontrar en la etiqueta sobre la información nutricional?
- Valor energético por 100 g/100 ml: los alimentos son la fuente de energía para nuestro cuerpo. La cantidad de energía que tienen los alimentos se mide en unidades denominadas kilocalorías (kcal) o kilojulios (KJ). Como medida de referencia, en el etiquetado de alimentos se indica la cantidad que aporta 100 gramos o 100 mililitros del producto.
- Valor energético por unidad o porción: siempre que se indique el número de porciones que tiene el envase, se incluye esta información.
- Hidratos de carbono: en el etiquetado se mencionará principalmente la proporción de hidratos de carbono por 100 gramos de producto. Algunas veces puede aparecer un desglose, indicando: hidratos de carbono, de los cuales: azúcares, polialcoholes o almidón.
- Grasas: deben representar el 30-35% de las calorías totales diarias. Algunas veces puede aparecer un desglose, indicando entre saturadas, monoinsaturadas, poliinsaturadas y colesterol.
- Proteínas: la ingesta recomendada para la población adulta española es de 54 gramos en hombres y 41 gramos en mujeres, que representan aproximadamente un 7% de la ingesta energética total respectivamente.
- Sodio/sal: se recomienda consumir menos de 6 gramos al día de sal o su equivalente, 3 de sodio al día.
- Fibra: establecer esta recomendación es difícil, aunque se puede aconsejar entre 25 y 35 gramos al día. Para conseguir esto es fundamental que en la dieta habitual haya una gran variedad de alimentos que la contengan, como pan integral, legumbres, frutas y verduras.
- Vitaminas y minerales: se mencionarán si 100 gramos (o 100 mililitros) del producto aportan el 15% o más de la CDR (Consumo Diario Recomendado).
Estos son los objetivos nutricionales generales, es decir, una orientación sobre la cantidad de nutrientes que son necesarios ingerir en una dieta media de 2.000 kcal para conseguir un estado nutricional óptimo y evitar la deficiencia de un nutriente determinado. Si bien los requerimientos nutricionales son específicos de cada persona según sexo, edad, actividad física, etc.
Los datos, por comunidades autónomas
Encuestadas cerca de 1.000 personas sobre sus hábitos de lectura del etiquetado de alimentos
Un 95% cree que se utilizan términos excesivamente complejos y el 87% opina que deberían modificarse
En Andalucía, participaron en la encuesta casi 100 personas. Un 60% eran mujeres frente al 40% de los hombres. Todos ellos ostentaban la mayoría de edad: dos de cada cinco encuestados tenían de 35 a 54 años, uno de cada tres 55 años o más y apenas uno de cada seis entre 18 y 34 años.
La conclusión general es que solo uno de cada dos andaluces entrevistados lee siempre el etiquetado de los productos que adquiere y de ellos, poco más de la mitad entiende con frecuencia esa información. Es más, aunque un 84% lo consideran una herramienta útil, solo a uno de cada dos le influye siempre en la compra. Puede que esto se deba a que el 95% de los encuestados cree que se utilizan términos excesivamente complejos y el 87% considera que en el etiquetado deberían realizarse modificaciones.
La etiqueta de cualquier producto incluye una serie de conceptos que ayudan a los consumidores a clarificar lo que hay en su interior. Entre toda la maraña de términos, la mayoría de encuestados en Andalucía que leen las etiquetas (un 94%) asegura fijarse en la fecha de envasado y caducidad o consumo preferentes, otro 80% también en la información nutricional y la lista de ingredientes y alérgenos, y un 67% en el modo de empleo. Por el contrario, el concepto que menos les interesa es el nombre o razón social y dirección del fabricante o del embalador (solo un 33% se fija en este dato).
Con todo, para que el etiquetado de alimentos sea una herramienta eficaz y un medio de comunicación útil para el usuario, es imprescindible que la información sea clara y legible. Sin embargo, la mayoría de entrevistados andaluces (un 95%) opinan que las etiquetas contienen términos excesivamente complejos.
En este sentido, a cuatro de cada cinco andaluces de la encuesta la información de las etiquetas les ha inducido a error o confundido alguna vez a la hora de hacer la compra. En el 70% de los casos esa información se refería a la composición del producto y en el 30%, a sus características, cualidades y naturaleza.
De hecho, un 87% de los entrevistados en Andalucía considera que el etiquetado de alimentos debería modificarse de alguna manera. Y ¿qué es lo que proponen? Básicamente claridad y legibilidad. En concreto, en torno al 75% cree que las etiquetas deberían ser más legibles y más claras.
El etiquetado específicamente nutricional engloba toda la información sobre el valor energético del producto y su contenido en una serie de nutrientes (proteínas, hidratos de carbono, grasas, fibra alimentaria, sodio, vitaminas y minerales). Para cuatro de cada cinco andaluces encuestados la información sobre los nutrientes del producto es muy importante y para tres de cada cinco también lo es el valor energético.
Pero ¿ver esta información en el etiquetado del producto que van a adquirir les influye siempre en su compra? Los nutrientes a tres de cada cinco entrevistados, mientras que el valor energético solo a uno de cada tres.
Uno de los sistemas que busca clarificar la información nutricional de las etiquetas es el ‘semáforo nutricional’. Consiste en otorgar a los alimentos un indicador que muestre en un rápido vistazo sus características nutricionales y si el producto es saludable. De los casi 100 entrevistados andaluces, solo la mitad conoce este sistema. De ellos, al 90% les parece un sistema comprensible: nueve de cada diez piensan que es útil para realizar compras más saludables, cuatro de cada cinco opinan que también vale para identificar a primera vista de qué tipo de alimento se trata y tres de cada cuatro para conocer rápidamente qué nutrientes aporta.
Encuestadas cerca de 1.000 personas sobre sus hábitos de lectura del etiquetado de alimentos
Un 97% cree que se utilizan términos excesivamente complejos y el 87% opina que deberían modificarse
En Cataluña, participaron en la encuesta más de 160 personas. Un 67% eran mujeres frente al 33% de los hombres. Todos ellos ostentaban la mayoría de edad: dos de cada cinco encuestados tenían de 35 a 54 años, uno de cada tres 55 años o más y apenas uno de cada seis entre 18 y 34 años.
La conclusión general es que solo uno de cada dos catalanes entrevistados lee siempre el etiquetado de los productos que adquiere y de ellos, menos de la mitad entiende con frecuencia esa información. Es más, aunque un 75% lo consideran una herramienta útil, solo a dos de cada cinco le influye siempre en la compra. Puede que esto se deba a que el 97% de los encuestados cree que se utilizan términos excesivamente complejos y el 87% considera que en el etiquetado deberían realizarse modificaciones.
La etiqueta de cualquier producto incluye una serie de conceptos que ayudan a los consumidores a clarificar lo que hay en su interior. Entre toda la maraña de términos, la mayoría de encuestados en Cataluña que leen las etiquetas (un 96%) asegura fijarse en la fecha de envasado y caducidad o consumo preferentes, otro 80% también en la información nutricional, alrededor de un 70% respectivamente en el modo de empleo y en la lista de ingredientes y alérgenos, y un 61% en el lugar de origen. Por el contrario, el concepto que menos les interesa es el nombre o razón social y dirección del fabricante o del embalador (solo un 39% se fija en este dato).
Con todo, para que el etiquetado de alimentos sea una herramienta eficaz y un medio de comunicación útil para el usuario, es imprescindible que la información sea clara y legible. Sin embargo, casi la totalidad de entrevistados catalanes (un 97%) opinan que las etiquetas contienen términos excesivamente complejos.
En este sentido, a cuatro de cada cinco catalanes de la encuesta la información de las etiquetas les ha inducido a error o confundido alguna vez a la hora de hacer la compra. En el 65% de los casos esa información se refería a la composición del producto y en el 41%, a sus características.
De hecho, un 87% de los entrevistados en Cataluña considera que el etiquetado de alimentos debería modificarse de alguna manera. Y ¿qué es lo que proponen? Básicamente claridad y legibilidad. En concreto, siete de cada diez cree que las etiquetas deberían ser más legibles y más claras.
El etiquetado específicamente nutricional engloba toda la información sobre el valor energético del producto y su contenido en una serie de nutrientes (proteínas, hidratos de carbono, grasas, fibra alimentaria, sodio, vitaminas y minerales). Para cuatro de cada cinco catalanes encuestados la información sobre los nutrientes del producto es muy importante y para más de la mitad también lo es el valor energético.
Pero ¿ver esta información en el etiquetado del producto que van a adquirir les influye siempre en su compra? Los nutrientes a dos de cada cinco entrevistados, mientras que el valor energético solo a uno de cada cuatro.
Uno de los sistemas que busca clarificar la información nutricional de las etiquetas es el ‘semáforo nutricional’. Consiste en otorgar a los alimentos un indicador que muestre en un rápido vistazo sus características nutricionales y si el producto es saludable. De los más de 160 entrevistados catalanes, solo la mitad conoce este sistema. De ellos, al 90% les parece un sistema comprensible: cuatro de cada cinco piensan que es útil para realizar compras más saludables y siete de cada diez opinan que también vale para identificar a primera vista de qué tipo de alimento se trata y para conocer rápidamente qué nutrientes aporta.
Encuestadas cerca de 1.000 personas sobre sus hábitos de lectura del etiquetado de alimentos
Un 92% cree que se utilizan términos excesivamente complejos y en la misma proporción opinan que deberían modificarse
En la Comunidad Valenciana, participaron en la encuesta cerca de 100 personas. Un 66% eran mujeres frente al 34% de los hombres. Todos ellos ostentaban la mayoría de edad: uno de cada dos encuestados tenían de 35 a 54 años, tres de cada diez 55 años o más y apenas uno de cada cinco entre 18 y 34 años.
La conclusión general es que solo uno de cada dos valencianos entrevistados lee siempre el etiquetado de los productos que adquiere y de ellos, no llegan a la mitad quienes entienden con frecuencia esa información. Es más, aunque un 72% lo consideran una herramienta útil, solo a dos de cada cinco les influye siempre en la compra. Puede que esto se deba a que el 92% de los encuestados cree que se utilizan términos excesivamente complejos y en la misma proporción considera que en el etiquetado deberían realizarse modificaciones.
La complejidad del etiquetado
La etiqueta de cualquier producto incluye una serie de conceptos que ayudan a los consumidores a clarificar lo que hay en su interior. Entre toda la maraña de términos, la mayoría de encuestados en la Comunidad Valenciana que leen las etiquetas (un 92%) asegura fijarse en la fecha de envasado y caducidad o consumo preferentes, otro 83% también en la información nutricional y alrededor del 65% el modo de empleo, la lista de ingredientes y alérgenos, y el lugar de origen. Por el contrario, el concepto que menos les interesa es el nombre o razón social y dirección del fabricante o del embalador (solo un 25% se fija en este dato).
Con todo, para que el etiquetado de alimentos sea una herramienta eficaz y un medio de comunicación útil para el usuario, es imprescindible que la información sea clara y legible. Sin embargo, la mayoría de entrevistados valencianos (un 92%) opinan que las etiquetas contienen términos excesivamente complejos.
En este sentido, a cuatro de cada cinco valencianos de la encuesta la información de las etiquetas les ha inducido a error o confundido alguna vez a la hora de hacer la compra. En el 66% de los casos esa información se refería a la composición del producto y en entorno al 30%, a sus características y cualidades.
De hecho, un 92% de los entrevistados en la Comunidad Valenciana considera que el etiquetado de alimentos debería modificarse de alguna manera (la proporción más alta del estudio). Y ¿qué es lo que proponen? Básicamente claridad y legibilidad. En concreto, alrededor de siete de cada diez cree que las etiquetas deberían ser más legibles y más claras.
Información nutricional
El etiquetado específicamente nutricional engloba toda la información sobre el valor energético del producto y su contenido en una serie de nutrientes (proteínas, hidratos de carbono, grasas, fibra alimentaria, sodio, vitaminas y minerales). Para cuatro de cada cinco valencianos encuestados la información sobre los nutrientes del producto es muy importante y para dos de cada tres también lo es el valor energético.
Pero ¿ver esta información en el etiquetado del producto que van a adquirir les influye siempre en su compra? Los nutrientes a la mitad de entrevistados, mientras que el valor energético solo a uno de cada tres.
Uno de los sistemas que busca clarificar la información nutricional de las etiquetas es el ‘semáforo nutricional’. Consiste en otorgar a los alimentos un indicador que muestre en un rápido vistazo sus características nutricionales y si el producto es saludable. De los casi 100 entrevistados valencianos, no llegan a la mitad quienes conocen este sistema. De ellos, al 84% les parece un sistema comprensible: en torno al 70% piensa que es útil para identificar a primera vista de qué tipo de alimento se trata, realizar compras más saludables y para conocer rápidamente qué nutrientes aporta.
Encuestadas cerca de 1.000 personas sobre sus hábitos de lectura del etiquetado de alimentos
Un 97% cree que se utilizan términos excesivamente complejos y el 91% opina que debería modificarse
En la Comunidad de Madrid, participaron en la encuesta 140 personas. Un 61% eran mujeres frente al 39% de los hombres. Todos ellos ostentaban la mayoría de edad: uno de cada dos encuestados tenían de 35 a 54 años, tres de cada diez 55 años o más y apenas uno de cada cinco entre 18 y 34 años.
La conclusión general es que solo uno de cada dos madrileños entrevistados lee siempre el etiquetado de los productos que adquiere y de ellos, dos de cada cinco entienden con frecuencia esa información. Es más, aunque un 76% lo consideran una herramienta útil, solo a la mitad les influye siempre en la compra. Puede que esto se deba a que el 97% de los encuestados cree que se utilizan términos excesivamente complejos y un 91% considera que en el etiquetado deberían realizarse modificaciones.
La etiqueta de cualquier producto incluye una serie de conceptos que ayudan a los consumidores a clarificar lo que hay en su interior. Entre toda la maraña de términos, la mayoría de encuestados en la Comunidad de Madrid que leen las etiquetas (un 93%) asegura fijarse en la fecha de envasado y caducidad o consumo preferentes, otro 80% también en la información nutricional y un 71% en la lista de ingredientes y alérgenos. Por el contrario, el concepto que menos les interesa es el nombre o razón social y dirección del fabricante o del embalador (solo un 37% se fija en este dato).
Con todo, para que el etiquetado de alimentos sea una herramienta eficaz y un medio de comunicación útil para el usuario, es imprescindible que la información sea clara y legible. Sin embargo, la mayoría de entrevistados madrileños (un 97%) opinan que las etiquetas contienen términos excesivamente complejos.
En este sentido, a cuatro de cada cinco madrileños de la encuesta la información de las etiquetas les ha inducido a error o confundido alguna vez a la hora de hacer la compra. En el 67% de los casos esa información se refería a la composición del producto y en entorno al 36%, a sus cualidades.
De hecho, un 91% de los entrevistados en la Comunidad de Madrid considera que el etiquetado de alimentos debería modificarse de alguna manera (la proporción más alta del estudio). Y ¿qué es lo que proponen? Básicamente claridad y legibilidad. En concreto, dos de cada tres cree que las etiquetas deberían ser más legibles y más claras.
El etiquetado específicamente nutricional engloba toda la información sobre el valor energético del producto y su contenido en una serie de nutrientes (proteínas, hidratos de carbono, grasas, fibra alimentaria, sodio, vitaminas y minerales). Para cuatro de cada cinco madrileños encuestados la información sobre los nutrientes del producto es muy importante y para dos de cada tres también lo es el valor energético.
Pero ¿ver esta información en el etiquetado del producto que van a adquirir les influye siempre en su compra? Los nutrientes más de la mitad de entrevistados, mientras que el valor energético solo a uno de cada tres.
Uno de los sistemas que busca clarificar la información nutricional de las etiquetas es el ‘semáforo nutricional’. Consiste en otorgar a los alimentos un indicador que muestre en un rápido vistazo sus características nutricionales y si el producto es saludable. De los 140 entrevistados madrileños, no llegan a la mitad quienes conocen este sistema. De ellos, al 81% les parece un sistema comprensible: en torno al 80% piensa que es útil para realizar compras más saludables y para conocer rápidamente qué nutrientes nos aporta, y el 70% para identificar a primera vista de qué tipo de alimento se trata.
Encuestadas cerca de 1.000 personas sobre sus hábitos de lectura del etiquetado de alimentos
Solo uno de cada dos encuestados vascos lee siempre el etiquetado de los productos
En el País Vasco, participaron en la encuesta más de 115 personas. Un 57% eran mujeres frente al 43% de los hombres. Todos ellos ostentaban la mayoría de edad: tres de cada cinco encuestados tenían de 35 a 54 años, uno de cada cuatro 55 años o más y apenas uno de cada siete entre 18 y 34 años.
La conclusión general es que solo uno de cada dos vascos entrevistados lee siempre el etiquetado de los productos que adquiere y de ellos, apenas la mitad entiende con frecuencia esa información. Es más, aunque un 88% lo consideran una herramienta útil, solo a la mitad le influye siempre en la compra. Puede que esto se deba a que el 94% de los encuestados cree que se utilizan términos excesivamente complejos y el 80% considera que en el etiquetado deberían realizarse modificaciones.
La etiqueta de cualquier producto incluye una serie de conceptos que ayudan a los consumidores a clarificar lo que hay en su interior. Entre toda la maraña de términos, la mayoría de encuestados en el País Vasco que leen las etiquetas (un 94%) asegura fijarse en la fecha de envasado y caducidad o consumo preferentes, otro 86% también en la información nutricional y un 67% en la lista de ingredientes y alérgenos. Por el contrario, el concepto que menos les interesa es el nombre o razón social y dirección del fabricante o del embalador (solo un 26% se fija en este dato).
Con todo, para que el etiquetado de alimentos sea una herramienta eficaz y un medio de comunicación útil para el usuario, es imprescindible que la información sea clara y legible. Sin embargo, nueve de cada diez vascos entrevistados opinan que las etiquetas contienen términos excesivamente complejos.
En este sentido, a tres de cada cuatro vascos de la encuesta la información de las etiquetas les ha inducido a error o confundido alguna vez a la hora de hacer la compra. En el 65% de los casos esa información se refería a la composición del producto, y en tres de cada diez respectivamente a sus características, cualidades y naturaleza.
De hecho, un 80% de los entrevistados en el País Vasco considera que el etiquetado de alimentos debería modificarse de alguna manera. Y ¿qué es lo que proponen? Básicamente claridad y legibilidad. En concreto, cuatro de cada cinco cree que las etiquetas deberían ser más legibles y siete de cada diez más claras.
El etiquetado específicamente nutricional engloba toda la información sobre el valor energético del producto y su contenido en una serie de nutrientes (proteínas, hidratos de carbono, grasas, fibra alimentaria, sodio, vitaminas y minerales). Para cuatro de cada cinco vascos encuestados la información sobre los nutrientes del producto es muy importante y para siete de cada diez también lo es el valor energético.
Pero ¿ver esta información en el etiquetado del producto que van a adquirir les influye siempre en su compra? Los nutrientes a más de la mitad de los entrevistados, mientras que el valor energético solo a dos de cada cinco.
Uno de los sistemas que busca clarificar la información nutricional de las etiquetas es el ‘semáforo nutricional’. Consiste en otorgar a los alimentos un indicador que muestre en un rápido vistazo sus características nutricionales y si el producto es saludable. De los más de 115 entrevistados vascos, tres de cada cuatro conoce este sistema, la proporción más alta del estudio. De ellos, al 90% les parece un sistema comprensible: nueve de cada diez piensa que es útil para realizar compras más saludables, cuatro de cada cinco para identificar a primera vista de qué tipo de alimento se trata y tres de cada cuatro para conocer rápidamente qué nutrientes aporta.