Los expertos nutricionistas de EROSKI Consumer responden
Mi hija de 8 años tiene asma y siempre tiene muchos mocos. He leído en Internet que es bueno que deje de tomar leche y derivados para dejar de producirlos. ¿Es cierto o falso?
Los mocos son un mecanismo de defensa que generan nuestras vías respiratorias para defenderse de las infecciones. Así, si la leche o sus derivados incrementaran la producción de mucosidades (que no lo hacen) podríamos afirmar que su consumo supone una ventaja para hacer frente a las infecciones, más que una desventaja por las molestias de los mocos que supuestamente produce. En cualquier caso, un riguroso estudio publicado en diciembre de 2005 revisó la base científica de este rumor. Investigadores de la Unidad de Alergología del Hospital Universitario de Zurich (Suiza) se tomaron la molestia de evaluar si en humanos los lácteos incrementaban la producción de mocos. Los resultados de su investigación, publicada en la revista Journal of the American College of Nutrition fueron lo suficientemente explícitos: “las recomendaciones de abstenerse de tomar productos lácteos de acuerdo a la creencia de que inducen los síntomas del asma no tienen sustento en la literatura científica”. Más recientemente, en febrero de 2012, el departamento de pediatría del hospital de niños de Vancouver (Canadá) respondió a la misma pregunta que aquí se formula en la revista científica Canadian family physician. Sus palabras también fueron claras: “la leche no debe ser eliminada o restringida”.
Desde que tuve hijos, tengo muchas varices en las piernas. ¿Puede influir la dieta en aliviar las molestias que provocan?
Tener hijos incrementa el riesgo de padecer varices. De hecho, es algo que les sucede a una gran parte de las mujeres y que, en general, no reviste graves problemas, salvo los estéticos. Sin embargo, en algunos casos se acompaña de dolor y molestias. Lo primero que se debe hacer es acudir al médico para que valore la gravedad de las varices. Desde un punto de vista dietético conviene mejorar la dieta en general, disminuir el consumo de sal o alimentos salados; es mejor tomar pan sin sal -lo ideal es que sea integral- y disminuir de forma considerable el consumo de embutidos, quesos o platos preparados… En personas con exceso de peso, la disminución de peso corporal se acompaña de una mejora clara en los síntomas. Aunque no es un aspecto estrictamente dietético, conviene recordar que el ejercicio físico también mejora de forma sustancial los síntomas de las venas varicosas.
ABC de la nutrición: hipercolesterolemia
La hipercolesterolemia es un desajuste caracterizado por la presencia de niveles elevados del colesterol en la sangre. En general se considera hipercolesterolemia si los valores de colesterol total son iguales o superiores a 240 mg/dl, aunque no existe un criterio universalmente aceptado para definir este desorden: hay entidades que indican que existe hipercolesterolemia cuando el colesterol total es igual o superior a 200 mg/dl. La interpretación de los valores las realiza el médico en relación con otras condiciones de salud y factores de riesgo. La elevación del colesterol se asocia con un claro aumento del riesgo de desarrollar enfermedad coronaria, así que la clave es prevenir su aparición. Para ello debe seguirse una dieta saludable basada en una variedad de alimentos de origen vegetal y que cuente con un menor consumo de alimentos de origen animal y una ingesta ocasional de alimentos superfluos (bolleria, carnes rojas, dulces…). El papel del ejercicio físico es crucial: se debe realizar un mínimo de 30 minutos diarios de ejercicio físico.
El “semáforo nutricional” puede mejorar la dieta de los adolescentes
Un estudio publicado en mayo del presente año en la prestigiosa revista “Public Health Nutrition” ha comparado el efecto que ejercen, en adolescentes, dos modelos de presentación de la información nutricional en las etiquetas de los alimentos. Se trata de un estudio con 81 adolescentes sanos de edades comprendidas entre 14 y 16 años, que fueron expuestos al azar a dos condiciones de selección de alimentos: unos etiquetados con un código de colores (el llamado “semáforo nutricional”) y otros con un etiquetado idéntico al anterior, pero sin colores. El estudio, llevado a cabo por investigadores de la Unidad de Nutrición de la Universitat Rovira i Virgili (Reus, Tarragona), observó que la gran mayoría de los adolescentes encontraron más comprensible el etiquetado con colores, también constató que su capacidad para elegir una dieta más cercana a las recomendaciones nutricionales en cuanto a energía, azúcar, grasa total y la sal fue mayor cuando fueron expuestos a ese etiquetado. Tal y como recogió el portal “Food Navigator” el 17 de junio de 2013, los autores se centraron en adolescentes debido a que “son muy sensibles en cuanto a su dieta y a su imagen corporal, y a la vez muy vulnerables a las técnicas de marketing usadas para influir las selecciones de los consumidores”.
Consejo del mes: Evitar gases con la dieta
Para seguir una dieta sana se debe aumentar el consumo de fruta, verdura, legumbres y cereales integrales. Sin embargo, ello puede generar molestos gases, cierto malestar intestinal e hinchazón. Se trata de algo normal que no reviste mayor gravedad y que es transitorio. Ocurre porque la flora intestinal, muy sensible a cambios dietéticos (sobre todo si son bruscos) no está “acostumbrada” a tomar esa dosis de fibra dietética, típica de los alimentos de origen vegetal. Para solucionar este inconveniente, se recomienda aumentar de manera progresiva el consumo de estos alimentos. Otros consejos a tener en cuenta son:
- Cocinar bien las legumbres.
- Distribuir las ingestas. Es mejor dividir las comidas en seis veces al día que en dos. El intestino “prefiere” que la fibra le llegue “poco a poco”
- Masticar bien los alimentos.
- Beber agua. Esto es necesario porque la fibra absorbe mucha agua en el proceso digestivo.
- Las bebidas carbonatadas, como los refrescos o la cerveza, también contribuyen al exceso de gas.
Consejo del mes: Embarazadas, mejor congelar el embutido
En 2006, una guía recomendó a todas las gestantes no consumir embutidos, ni productos elaborados con carne cruda, si no se congelaban previamente (por ejemplo, chorizo o jamón serrano). La guía fue editada por el Ministerio de Sanidad, con la colaboración de Unicef, la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), la Asociación Española de Matronas (AEM), la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) y la Federación Española de Asociaciones de Espina Bífida e Hidrocefalia (FEBHI). En mayo de 2013, la Asociación Española de Pediatría, se sumó a dicha recomendación. Aconsejó a las gestantes que las carnes debían estar bien cocinadas, o mantenerse congeladas a 22º C bajo cero durante unos diez días. Y lo mismo con el pescado, el jamón y la charcutería cruda. Todo ello es para prevenir que las gestantes se contagien con un parásito denominado Toxoplasma gondii. La infección con este parásito fuera del embarazo no suele revestir gravedad. La mayoría de las infecciones no producen síntomas o son similares a los de una gripe moderada. No obstante, en el embarazo la infección puede generar daños en diversos órganos del feto y puede causar abortos o malformaciones congénitas. La gravedad de la enfermedad depende de la fase de gestación en el momento de la infección.