Falsos gurús de la alimentación

El interés creciente por la nutrición, el desconocimiento y las promesas alimentan el éxito de los falsos gurús de la alimentación y sus propuestas
1 octubre de 2013
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Falsos gurús de la alimentación

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Beber agua de mar, olvidarse de la leche, suprimir cereales y legumbres o quitar para siempre el aceite de oliva de nuestra cocina son solo algunos ejemplos de los inquietantes “consejos nutricionales” que se ponen sobre la mesa de muchos hogares, ya sea en forma de dietas milagro, folletos publicitarios o libros. Todos ellos, por supuesto, vienen presentados con un empaque elegante y cuidado (a menudo, de la mano de algún personaje famoso que poco sabe de nutrición, pero mucho de audiencias) y que convierten a estos “métodos”, fórmulas o libros en éxitos absolutos de ventas. Dado que la alimentación es clave para la salud, cabe preguntarse por qué funcionan tan bien estas dietas, qué problemas pueden ocasionar y, sobre todo, cómo descubrir a los falsos “gurús” que las promueven.

Falsos gurús: los seis rasgos habituales

¿Qué tienen en común la actriz estadounidense Gwyneth Paltrow, el médico japonés Hiromi Shinya y el francés Pierre Dukan? Los tres son autores de libros sobre nutrición que arrasan en índices de ventas (y a la salud de sus lectores). En principio, no parece lógico brindar credibilidad a una autora cuyo currículum nutricional es nulo, o a otros autores que, aun siendo médicos, contradicen en sus libros a las recomendaciones dietéticas de las entidades de referencia en salud pública. Sin embargo, y pese a las continuas críticas de la comunidad científica, el hecho de que It’s all good o La enzima prodigiosa se hayan convertido en Best Sellers obliga a detenerse en este asunto.

Es claro que cada vez hay más interés por la nutrición. Y esto, aunque se trata de algo deseable, en ocasiones se acompaña de expectativas exageradas y poco realistas al respecto de los beneficios de una buena alimentación. Sobre todo, porque los conocimientos dietético-nutricionales de la población son bastante superficiales. Eso nos convierte en lectores vulnerables y crédulos ante las campañas de ventas, los mensajes bien montados, los libros bonitos o los falsos testimonios. Para poner freno a esa situación, a continuación se enumeran algunos rasgos que suelen compartir los falsos gurús:

  • Venden suplementos dietéticos, o bien perciben una contraprestación económica en función del volumen de venta (un ejemplo, el salvado de avena ‘Dukan’). El profesor Edzard Ernst (investigador y experto en evidencias científicas) considera que cuando un científico se vuelve empresario, la verdad puede estar en riesgo.
  • Realizan declaraciones irrazonables o exageradas relacionadas con la alimentación, tales como rápidas disminuciones de peso o “curación” de una amplia gama de enfermedades (demencia senil, aterosclerosis, disfunción renal, depresión, osteoartritis o incluso el cáncer).
  • Afirman que sus teorías son aplicables a toda clase de pacientes, con cualquier tipo de desorden físico, mental o emocional, sean adultos o niños.
  • Sustentan sus tesis en teorías categóricas que suelen hacer alusión a la insulina, al índice glucémico, a la inflamación, a la oxidación y al metabolismo (este último nunca falla).
  • En sus argumentos no faltan palabras o frases tales como “desintoxicación”, “sin químicos”, “limpieza”, “equilibrio interior”, “curación vibracional” o “alimentación natural y energética” (la palabra “natural” es muy habitual escucharla en boca de los falsos gurús).
  • Mencionan las llamadas “teorías de la conspiración”, como esta: “la industria farmacéutica y el gobierno trabajan juntos para ocultar información acerca de una cura milagrosa”. Siempre es mentira. Una mentira que pretende distraer al lector de las obvias preguntas de sentido común acerca de la llamada “cura milagrosa”.

Sobre el currículum del falso gurú

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Para detectar al falso gurú, a veces basta con revisar su currículum, lleno de vaguedades tales como “me interesa todo lo relacionado con la salud y la armonía interior” o “he estudiado en diferentes países”, sin concretar en ningún momento qué clase de titulación sanitaria posee. En ocasiones, se autoatribuye un doctorado inexistente o menciona universidades fantasma, algo fácil de contrastar. No obstante, a veces el falso gurú es un verdadero profesional sanitario que, o bien está equivocado (no sabe que en el ámbito científico-sanitario es imprescindible demostrar las teorías antes de implementarlas o difundirlas), o bien nos quiere embaucar sin miramientos. Es por ello que el historiador científico Steven Jay Gould incluyó en su libro ‘Ocho cerditos’ la siguiente reflexión: “Los estudios superiores y los títulos detrás del nombre no garantizan un nuevo nivel de sabiduría […] Al fin y al cabo no existe sustituto para el anticuado vicio de una lectura atenta”.

Es un rasgo habitual, en cualquier caso, que relaten sus propios problemas previos de salud. Problemas que no lograron solucionar con la medicina tradicional, pero sí con un enfoque dietético alternativo. Su supuesta mejora de salud les hace creerse autorizados para proporcionar consejos sanitarios e incluso prescribir dietas, algo conocido como “intrusismo laboral”. Sea como fuere, sus “hallazgos” fundamentan sus libros, llenos de dietas “revolucionarias” que siempre “curan cualquier desajuste” y “desintoxican de forma natural”. Quien mejor enfocó esta circunstancia es el catedrático de Nutrición Abel Mariné, que en 2012 señaló que estas dietas tienen “cosas buenas y originales, pero las buenas no son originales y las originales no son buenas”.

Principales peligros

Hacer caso a falsos profesionales sanitarios interfiere con los consejos o las pautas de los dietistas-nutricionistas, que guardan una relación estrecha con la mejora de la salud. Además de las consecuencias impredecibles de seguir una pauta dietética sin sentido, apostar por el método de un falso gurú puede originar los siguientes inconvenientes:

  • Demorar (o evitar) la búsqueda de un tratamiento sanitario adecuado y necesario para curar una enfermedad
  • Generar malnutrición
  • Elevar el riesgo cardiovascular
  • Favorecer el desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria
  • Cronificar o sistematizar hábitos alimentarios arriesgados
  • Fomentar el sentimiento de frustración, que perjudica al estado psicológico
  • Producir gastos económicos innecesarios
  • Padecer efectos secundarios a causa de suplementos dietéticos no evaluados en humanos
  • Causar síntomas como caída del cabello, debilidad de las uñas, mareos, astenia, etc.