Fue víctima de malos tratos físicos y psicológicos durante 11 años, una experiencia que puede ser traumática, pero que la ha convertido en ejemplo de fortaleza y esperanza: se puede salir de esta situación. ¿Cómo lo consiguió?
Una noche, en lugar de aguantar a mi maltratador, usé mi valentía, mi miedo y mi resistencia para coger a mis cuatro hijos, meterlos en el coche y denunciar lo que ocurría. Se necesita más valor para dormir cada noche con la persona que te está matando, que para romper el silencio, denunciar y comenzar una vida digna.
Sin embargo, en nuestro país hay dos millones de mujeres víctimas de malos tratos y 1.600.000 no lo denuncian, ¿por qué?
Porque la forma que se ha usado para animar a ello consiste en mostrar las consecuencias físicas del maltrato: mujeres con cardenales, cicatrices, muertas… Si sufres maltrato y ves esas imágenes, no denuncias porque crees que acabarás así: muerta o muerta de miedo.
¿Son frecuentes los casos que terminan en tragedia?
Algunas mujeres son asesinadas por sus maltratadores porque no les denuncian, pero la mayoría
comienza una vida nueva lejos de la violencia.
¿Se estigmatiza a las mujeres que sufren o han sufrido malos tratos?
Hay una doble victimización que lleva a la exclusión social. Recibimos apoyo porque somos víctimas y llegamos a concienciarnos de ello. Pero además, los canales oficiales de inserción laboral se basan en trabajos invisibles y poco remunerados, que a menudo coinciden con tareas de limpieza. Parece que las mujeres que hemos sido maltratadas solo sabemos limpiar, que es un trabajo digno, pero no empodera. La vía más eficaz para que una mujer supere la violencia y evite la exclusión social es favorecer su inserción laboral en trabajos reconocidos socialmente, que le reporten independencia económica y le posicionen como un valor social.
Este es el objetivo de la Escuela Ana Bella para el Empoderamiento de la Mujer.
Así es. En ella formamos a mujeres para que sean líderes de su propia vida y agentes activos en la sociedad y realizamos selección de personal y campañas promocionales para que, en tiempos de crisis, sean un valor positivo en las empresas. Cambiamos la imagen social de mujer víctima por la de mujer superviviente. Somos mujeres muy fuertes, acostumbradas a trabajar bajo presión, que sabemos reinventarnos, nos reponemos a la frustración, tenemos una gran tolerancia al fracaso, somos perseverantes y lo seguimos intentando a pesar de las dificultades. En el mundo laboral, estas cualidades hacen que seamos trabajadoras muy eficaces.
¿Qué otras ayudas presta la Fundación Ana Bella?
Apoyamos cada año a más de 1.200 mujeres en riesgo de exclusión a causa del maltrato. Ofrecemos alojamiento temporal en viviendas, formación, empleo, terapia psicológica, defensa legal, acompañamiento, ayuda económica, emocional y en la resolución de todo tipo de problemas. No duplicamos recursos, sino que somos un complemento para las administraciones. Ayudamos a las mujeres maltratadas para que denuncien y, una vez que han salido de los circuitos de ayudas oficiales, si siguen en riesgo de exclusión, las apoyamos.
¿Hay suficientes mecanismos de protección para las mujeres que sufren malos tratos en nuestro país?
Los hay. Gracias a ellos, yo estoy viva. El problema es que el 73% de las mujeres maltratadas no acceden a los recursos porque no se atreven a denunciar. Una de cada diez mujeres en España sufre o ha sufrido violencia machista.
¿Cuáles son sus principales necesidades?
Las necesidades dependen de la situación de cada una, pero el apoyo social, el trabajo y la vivienda son fundamentales para evitar la exclusión.
¿Podemos detectar una situación de violencia?
Si percibimos que la mujer cambia su forma de ser y se separa del grupo de amistades, hay que preguntarse por qué y, sobre todo, preguntarle a ella. Lo más importante es no aislar a la víctima y llamarla constantemente, aunque recibamos negativas. Las señales de alarma son muy evidentes, pero al principio pasan desapercibidas, camufladas por el amor romántico. Desde la Fundación enseñamos a las adolescentes a detectarlas porque pueden derivar en maltrato. Una joven nos comentó que cuando llegaba a casa llamaba a su novio desde el teléfono fijo para que él no se preocupara. ¿No valdría un mensaje o una llamada perdida desde el móvil? No es amor, es control.
¿Existe la violencia blanda o de baja intensidad?
El maltrato comienza siendo sutil. Por eso nos atrapa. El maltratador quiere dominar a su víctima y la pega cuando se rebela. Pero un gesto, una amenaza o un insulto dominan. En un juicio, una mujer olvidó contar que su marido la pegaba habitualmente con la correa, pero explicó que jamás la dejaba ver el final de las películas porque cuando llegaba a casa cogía el mando y cambiaba de canal sin preguntar. Eso la dolía más.
¿Cuál es el primer paso ante estos casos?
Tanto la víctima como el testigo han de contarlo. En un colegio donde acudí a dar una charla, un niño de 7 años me contó que su padre les pegaba a su madre, a su hermano y a él. Una noche, él llamó a la policía y se llevaron preso al padre.
¿Se superan las situaciones de violencia en el entorno familiar?
Sí, con terapia y con educación en igualdad.
¿Cómo involucran a los hombres en el cambio?
El 20% de nuestros voluntarios son hombres. Estamos en contra de la violencia machista, no de los hombres. Una sociedad igualitaria e inclusiva necesita la participación democrática de todos.
¿Es una persona positiva?
Positiva y emprendedora. La Fundación Internacional Ashoka me seleccionó como emprendedora social en España. Aparecí en un periódico nacional como una de las protagonistas del año, pero no en la sección de sucesos. Por primera vez, una mujer que ha sido maltratada sale en prensa porque está cambiando el mundo.
¿Cómo infunde ese positivismo a otras mujeres?
Con mi ejemplo. Desde la Fundación Ana Bella utilizamos los testimonios positivos de mujeres supervivientes de violencia de género para visibilizar y apoyar al 73% de las víctimas que no denuncian y, por lo tanto, no son beneficiarias de los recursos de ayuda oficiales diseñados para ellas. A través de la creación de redes naturales de confianza y de casos positivos de superación, logramos empoderar a mujeres maltratadas para que se transformen en supervivientes, capaces de actuar como promotoras de igualdad. Ayudamos a romper la cadena generacional de violencia y el enfoque tradicional de la victimización. Estamos consiguiendo cambiar la imagen de la mujer y el desarrollo sostenible de una sociedad en igualdad.