Limpio sobre limpio

Las bolsas reutilizables que se usan para transportar alimentos deben lavarse a fondo de forma regular para evitar que se acumulen patógenos
1 julio de 2013
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Limpio sobre limpio

En la cola del super, en la parada del autobús, colgadas al hombro… Se mire por donde se mire, siempre hay una bolsa reutilizable al cabo de la calle. Su uso se ha generalizado. Es un gesto responsable para el medio ambiente, pero que puede conllevar riesgos de seguridad alimentaria si no se toman ciertas precauciones. Bacterias procedentes de productos crudos, como carne y pescado, pueden crecer y contaminar otros alimentos con los que entran en contacto. Por tanto, si estas bolsas no se lavan de manera periódica, cada vez que se vaya a hacer la compra, cabe la posibilidad de que los alimentos estén guardados en bolsas con patógenos como Salmonella o E. coli. Para evitarlo, los expertos aconsejan lavarlas a fondo de manera que se impida la acumulación de patógenos.

El Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino puso en marcha una Campaña Institucional (2010-2011) para reducir el número de bolsas de plástico de un solo uso con el fin de reducir su deshecho por parte de los consumidores. En lo que muchos no nos habíamos parado a pensar era en un detalle: si se usan para guardar alimentos, pueden ser un caldo de cultivo para las bacterias. Todo ello lo confirma un estudio realizado por la Universidad de Arizona y la Universidad Loma Linda de California en 2011.

Según este trabajo, el riesgo se encontró, sobre todo, en las bacterias coliformes, incluyendo E. coli, detectadas en el interior de las bolsas en niveles importantes como para provocar enfermedades. El estudio titulado “Evaluación de la contaminación cruzada de productos alimenticios en bolsas reutilizables” coincide con otra investigación realizada por el Hospital de Washington, en la que se concluye que si no se lavan las bolsas reutilizables, los patógenos crecen y se multiplican. El problema se agrava si se dejan las bolsas en el coche, donde las temperaturas interiores se convierten en un importante aliado de los patógenos. Para los expertos, si se vierte jugo de carne de pollo crudo en la bolsa, al cabo de 10 horas se habrán desarrollado miles de células de bacterias.

Con toda la seguridad

No hay por qué alarmarse. De hecho, son necesarias más investigaciones para comprobar el riesgo bacteriano real de este tipo de bolsas y para identificar con mayor precisión cuáles son los principales patógenos asociados. pero sí que es recomendable adoptar una serie de consejos para que el uso de este tipo de bolsas sea lo más seguro posible:

  • Separar los alimentos crudos del resto y meterlos en bolsas distintas o bien utilizar una pequeña bolsa de plástico de manera que queden separados del resto.
  • No utilizar las bolsas para objetos no alimentarios, como detergentes o libros.
  • Evitar el almacenamiento de las bolsas en los coches durante mucho tiempo.
  • Lavar las bolsas con frecuencia y asegurarse de que están secas del todo antes de volverlas a utilizar.
  • Guardar las bolsas lejos de fuentes de contaminación, como animales domésticos o productos químicos.

Estas medidas son útiles para reducir la concentración de agentes patógenos y luchar contra la contaminación cruzada en los alimentos a través de las bolsas reutilizables.

El carro más seguro

Durante la compra, debe prestarse atención a los detalles que afectan a la seguridad de los alimentos ya que no todos precisan las mismas atenciones. Los alimentos crudos o refrigerados exigen más medidas de prevención que los alimentos que no necesitan frío, como leche o zumos, latas o botellas de bebidas y conservas. Para que los alimentos crudos y refrigerados no se estropeen, deben ponerse de nuevo en la nevera en un plazo inferior a la hora y media. Es poco probable que los congelados en este plazo se descongelen de forma completa, por eso pueden utilizarse bolsas isotérmicas para evitarlo. Un orden lógico para realizar la compra sería: alimentos que no necesitan refrigeración, seguido de alimentos refrigerados y, por último, alimentos congelados. Si se guardan estos dos grupos lo más juntos posible, el frío se conserva durante más tiempo ya que el contacto con el aire caliente es menor.